HEGEL Y LA FILOSOFÍA DE
LA HISTORIA
Salvador Rus Rufino
UNIVERSIDAD DE LEÓN
En una
intervención como esta no se puede pretender explicar todo el denso contenido
de la obra de G.W.F. Hegel Lecciones
sobre la Filosofía de la Historia Universal que contiene una gran cantidad
de problemas que merecen ser comentados y tratados con más profundidad. Mi
intención hoy es otra: tratar de explicar por qué tras casi dos siglos de
pensamiento, de desarrollo de la filosofía de la historia y de la historia este
texto usado para dar unas clases en diversos semestres en la Universidad de
Berlín sigue ofreciendo al lector actual respuestas a interrogantes vitales
como cuál es el fundamento de su existencia y el destino del mismo. Hegel
responde a estas cuestiones desde su propio sistema filosófico muy maduro
cuando comenzó a explicar filosofía de la historia ante sus alumnos, algo que
no había hecho en los años anteriores en las universidades de Jena, Heidelberg
y los primeros cinco años de Berlín. Las Lecciones
sobre Filosofía de la Historia Universal tienen la frescura de un texto
clásico no sólo para la filosofía de la historia, también para los
historiadores que pueden ver en él palpitar el esfuerzo de un pensador genial
por superar la situación agudamente crítica que vivía la filosofía, la sociedad
y la cultura de su tiempo, sumida en la división y desgarro interior que
producía el movimiento Romántico que estaba en sus últimos momentos. Esta fase
de evolución del pensamiento exigía una nueva filosofía que fuera capaz de responder
a las exigencias del nuevo hombre que surge tras las crisis y las revoluciones
que el mundo vivió en los años que Hegel desarrolló su pensamiento.
1. ¿Qué sentido tienen
las Lecciones sobre la Filosofía de la
Historia en el siglo XXI?
En un breve libro sobre la
filosofía de Hegel, Peter Singer afirma que la historia es fundamental en la
construcción del sistema filosófico hegeliano, es un elemento que que está en
centro mismo del sistema, no en una esquina, por tanto, para entender su sistema
filosófico hay que comenzar por la historia[1]. Esta afirmación sería
suficiente para justificar por qué hay que volver la mirada a esta obra cuando
todavía no hemos consumido la primera década del siglo XXI, en el que viviremos
intensos cambios, como ha sucedido siempre en la historia del mundo, de la
humanidad.
Cuando terminaba
el siglo XX muchos pensadores dijeron que brindaban para que se extinguiera la
época más oscura y violenta de la humanidad. Un siglo que había traído un
sinnúmero de guerras, una multitud de catástrofes, un sin fin de conflictos y
tantos reajustes políticos que podría decirse que quien conoció la tierra y su
distribución en 1900, en el último año del siglo no podría reconocerla. No
faltaba razón a los que así opinaban. Tenían la esperanza que tras doblar la
centuria todo sería un poco distinto. La esperanza no se pierde, pero la
realidad es muy parecida. A nivel de conflictos, de cambios, de situaciones
antihumanas, seguimos igual, o peor.
Los últimos
sesenta años de historia han supuesto para el hombre un proceso de cambio
acelerado ante el que muchas veces ha sentido vértigo y se ha visto desbordado.
La reconstrucción del mundo tras el largo período bélico, la guerra fría, la
división en bloques, la creación de la Comunidad Económica Europea, y sus
ampliaciones hasta llegar a la Unión Europea de 25 miembros, las diferentes
crisis bélicas: Vietnam, Oriente Medio, los Balcanes, Afganistán, los Grandes
Lagos, las Guerras del Golfo I y II, y una larga lista de conflictos ‘menores’
-si es que un conflicto puede calificarse en algún caso como menor- políticos,
sociales, económicos y culturales, han provocado que el hombre viva a la
intemperie. Hoy día el ser humano busca hacerse cargo de una realidad vital que
le es extraña y le ataca por doquier, pero tiene que vivir con ella y a pesar
de ella. Son los fantasmas que se hacen realidad, a lo largo de nuestra vida y
que no podemos pasar sin ellos, pero tenemos que saber convivir con ellos y
superarlos mediante el poder de nuestra razón, con ideas y no la violencia
física, con las armas y con los ejércitos, pues la fuerza separa, quiebra la
armonía, no integra ni une a las personas, las distancia, las separa en
compartimientos estancos e incomunicados. El odio genera odio, la violencia más
violencia y la injusticia mayores injusticias.
Intentamos
hacernos cargo de nuestro presente, luchamos por planear el futuro. Los hombres
tenemos la tendencia a reducir el mundo a un horizonte propio marcado por el
momento histórico. Cada uno de nosotros enfoca y analiza el entorno a partir de
sus propios intereses y actúa sobre él bajo los factores que le son impuestos
por su tiempo. Nuestro mundo cambia, nosotros también. El hombre es historia,
en el devenir se hace, se construye. Cada generación tiene una misión que
determina su existencia y marca su biografía. Existe una herencia que recibimos
y que entregamos a otra generación. Vivimos de lo acumulado, somos enanos a
hombros del gigante de la Historia, como escribió Bernardo de Chartres. La vida
del hombre es dinámica, no estática, en el hacer y construir, también a veces
en la destrucción, se fragua el ser y la realidad de lo que somos y seremos.
Hegel admitió esta evidencia: las condiciones de la existencia humana se
transforman de una época a otra, en el proceso de cambio y evolución se realiza
la Historia.
En este devenir
que es la vida de cada uno se llega siempre a un final que será el principio de
una larga y fecunda singladura. Vivimos en un mundo que una y otra vez ha
surgido rejuvenecido tras la ruina. La humanidad lucha y seguirá luchando por
no ver morir a su civilización mediante la petrificación de sus creencias.
Estamos ante un hombre agónico que se esfuerza por comprender y aprehender, un
ser humano que necesita razones para vivir y seguir diseñando su existencia, y
que en parte ha perdido la confianza en las posibilidades de la razón. Está a
la deriva y con un futuro problemático, a veces muy oscuro. Sin futuro no hay
vida posible, plenitud vital. Sin porvenir lo único que hacemos es acumular
útiles, cosas, medios que no tienen razón de ser, ni fin alguno, excepto darnos
una aparente seguridad en la posesión.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia
están dictadas y escritas en una situación histórica parecida y en ambiente
intelectual en crisis. Hacia cuarenta años que la Revolución Francesa había
triunfado. Europa estaba asimilando el cambio tras la convulsión que supuso el
fenómeno de Napoleón. Los primeros veinte años del siglo XIX fueron alegres y
relajados, cada uno quería recomponer la situación y situarse en ella. Hegel
mismo comenzó a disfrutar de la ópera, del teatro, del arte. Viajó a París, a
Viena y otros lugares. El europeo vivía bien, el ciclo revolucionario
euroamericano había terminado. Los estudios sobre países lejanos, Oriente y
América florecían. Las expediciones científicas eran un éxito. El ser humano
acumulaba saber y conocimientos para entenderse a sí mimo y proyectarse más
allá de su tiempo presente transmitiendo lo aprendido y asimilado. Todo parecía
nuevo y cambiante, había optimismo y pesimismo a la vez, pero se estaba en la
senda de la integración, de llegar a contemplar la diversidad como algo natural
y superable.
Hegel estaba
feliz en su cátedra de Berlín. Su vida discurría por los caminos de la tranquilidad
y seguridad. Era un buen profesor, un reconocido pensador y un crítico implacable, sarcástico y temido por otros
autores e incluso colegas de la Universidad, actitud que le acarreó alguna que
otra enemistad. En Berlín tomó forma su pasión juvenil por la Historia. En
estos años se propuso recomponer un pensamiento filosófico que había tenido un
pasado glorioso, pero que en su tiempo se encontraba a la deriva. Dentro de ese
plan general estaba la compresión del pasado como realización humana. Esta es una
de las claves para entender por qué Hegel decidió repetidas veces ofrecer un curso
sobre la filosofía de la historia universal.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia
pretendieron ser la guía interpretativa de un pasado cargado de enseñanzas pero
disperso. Es la síntesis en la que todas las piezas diseminadas en el espacio y
en el tiempo alcanzan su unidad y su comprensión superando los momentos
anteriores. Es lo que nos permite entender qué hemos sido, qué somos y hacia
dónde vamos. Y estas son, más o menos, las preguntas radicales que el hombre se
hace en la actualidad.
Hegel filosofó
porque quería dar una salida al momento histórico que vivía. Su preocupación es
la misma que la del hombre actual. Él vivió el final del movimiento romántico en
el que la existencia del hombre estaba desintegrada, falta de unidad, desgarada
interiormente, sin capacidad para entender la conexión entre lo que sucede y
por qué. El romántico vive en el exceso y en la desesperación, en la noche y el
día, en el cielo y en el infierno, está quebrado y dividido entre el
sentimiento y la razón, la necesidad y la libertad… así nace la revolución,
como una forma de buscar nuevos caminos abruptamente. De este modo, el arte, la
música, la literatura, la filosofía y toda la cultura romántica, se mueven en y
entre los opuestos sin llegar a la conciliación. Hegel precisamente intentó
eso: conciliar los contrarios mediante el uso del método dialéctico[2].
Y en este contexto entra de lleno la Historia[3].
El error del
romántico fue considerar los opuestos al mismo tiempo, simultáneamente, de
forma concurrente. Cuando los contrarios se contemplan enfrentados, el
conflicto es inevitable. Pero si en lugar de opuestos se consideran
distribuidos en un proceso, entonces se puede llegar a superar la lucha y la
contraposición, y el resultado será la integración mediante el paso de uno a
otro que es la renovación, la síntesis en el proceso dialéctico. Quizás algunos
conflictos planteados en el siglo XX y, también, en el siglo XXI, podrían superarse
mediante este método. La historia aparece entonces como un proceso de
renovación e innovación que evita el atasco y la contradicción entre los
contrarios. La evolución humana y cada vida se inscribe dentro de un proceso
que se caracteriza por las siguientes fases: nacimiento, desarrollo, plenitud,
madurez, decadencia, muerte y renovación.
Hegel reflexionó
sobre su situación histórica para llegar a ofrecer soluciones estables,
posibles y no simples compromisos[4].
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia
hoy pueden servirnos de espejo para mirarnos en un pasado que tiene luces y sombras,
pero que en todo caso es nuestro pasado y del que tenemos que partir, llegar a
asumir y seguir renovando y creando para otros para que la historia no se
detenga, que sería la muerte. Un lector del siglo XXI casi dos centurias
después puede encontrar en Hegel el compromiso de uno de los más grandes
pensadores de la humanidad por llegar comprender profundamente su tiempo y,
también, el pasado, a la vez que muestra el esfuerzo hercúleo por solucionar
una situación crítica que ofreciera al hombre una salida del atolladero en el
que se encontraba. Hegel trató de superar la crisis mediante la comprensión de
lo más propiamente humano: la fuerza de la razón y del pensamiento. El esfuerzo
late en cada una de las páginas de las Lecciones
sobre la filosofía de la historia, será el lector quien extraiga de ellas
todo el jugo que le pueda servir para entender desde el pasado nuestro
presente, siguiendo la guía de una de las cabezas más poderosas que ha
reflexionado sobre el ser y el destino del hombre en su Historia.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia es más que un producto
condicionado y pegado a unas circunstancias espacio-temporales del Estado
Prusiano de principios del siglo XIX. Hegel no vio publicada la obra, en la que
trabajaba cuando murió. El texto que tenemos es el resultado de sus notas de
clases y también de los apuntes de estudiantes aventajados que oyeron sus
lecciones durante la década de los veinte en la Universidad de Berlín. Sus
alumnos, colegas, discípulos y amigos se sorprendieron por su repentina muerte
en 1831 cuando contaba sólo con 61 años, porque a esta edad todavía estaba muy
activo física e intelectualmente, había llegado a ver y exponer su sistema
filosófico y tenía por delante unos años para seguir haciendo contribuciones
muy valiosas al pensamiento europeo y universal. Las Lecciones sobre la filosofía de la historia nos muestran cómo Hegel
intentó explicar el aparente caos en el que se podía convertir la Historia ante
los ojos de un espectador si se consideraban el devenir de la humanidad como
una sucesión de hechos sin una guía interpretativa; y no como una amplísima
variedad de acontecimientos y sucesos que muestran el progreso racional del
hombre hacia la realización plena de su libertad[5].
Hegel pretendió
llegar a una solución intelectual para sacar a la filosofía, al pensamiento y
también a su tiempo histórico de una situación crítica. En sus Lecciones sobre la filosofía de la historia
no se dedicó a detectar y describir la crisis, como muchos hicieron antes, sino
que se esforzó por mostrar a sus oyentes y lectores que había una solución si
se planteaban los problemas en un nivel intelectual para superar el impasse romántico mediante un
pensamiento, una propuesta filosófica que genere contenidos.
El propósito de
Hegel puede y debe servir, ser útil, a nuestra época ayuna muchas veces de
sentido y también de contenidos que se debate en muchas ocasiones en un
manierismo narcisista que no conduce más que agudizar nuestra crisis. En este
texto Hegel mira y narra el pasado para comprender y analizar el presente y,
finalmente, abrir la puerta de un futuro mejor para todos[6].
2. Cronología, biografía
y contexto histórico de Hegel[7].
En este epígrafe
se ofrecerá una cronología comentada de la vida de Hegel, bastante desconocida
en la actualidad, señalando en cada año los sucesos más importantes que la
conformaron. Básicamente existen siete fases: nacimiento, infancia y juventud
en Stuttgart (1770-1788), los años formación y estudio en la Universidad de
Tubinga (1788-1793); su trabajo como preceptor de dos familias ricas en Berna y
Frankfurt (1793-1800), docente en la Universidad de Jena y redactor del Bamberger Zeitung (1801-1808), profesor
de Gymnasium[8]
en Nüremberg y primera cátedra en la Universidad de Heidelberg (1808-1818), su
traslado a la Universidad de Berlín y primeros viajes al extranjero (1818-1829)
y sus últimos años como Rector de la Universidad y testigo de la revolución
liberal (1829-1831).
Nacimiento y juventud en
Stuttgart 1770-1788.
Georg Wilhelm
Friedrich Hegel nació en Stuttgart el 27 de agosto de 1770. La ciudad era la
capital del Ducado de Wittemberg. Sus padres fueron Georg Ludwig (1733-1799) y
María Magdalena Louisa Fromm (1741-1783). Fue el primero de los tres hijos del
matrimonio. Su padre era secretario de de finanzas del Ducado y más tarde se
convirtió en jefe de la Cancillería. La familia Hegel era original de Carintia
y emigraron en el siglo XVI a Wittemberg durante las persecuciones religiosas.
Hegel pasó dos años (1773-1775) en la escuela elemental (Deutsche Schule) y
otros dos (1775-1777) en llamada Escuela Latina (Lateinische Schule) en
Stuttgart. En 1777 ingresó en el Realgymnasium o Gymnasium Ilustre orientado a
las humanidades y al estudio de la religión donde realizó toda la enseñanza
media y se reveló con un alumno modelo y aventajado. Completó su formación con
lecciones particulares del coronel de artillería C.Fr. Duttenhofer sobre
geometría, astronomía y agrimensura. En el año 1783 murió su madre durante una
epidemia de disentería. Desde entonces la educación de los tres hermanos
–Georg, Ludwig y Christian- dependerá de las orientaciones de su padre. Hegel
escribió un diario en alemán y latín que comenzó en 1785 donde explicó en qué
consistió esta formación: conocimiento de la lengua y cultura clásica Griega y
Romana, lectura de autores como Homero, Sófocles, Eurípides, Sócrates, Platón,
Aristóteles[9],
Tito Livio, Cicerón, Longino, Longo y Epicteto. Estudio y aprendizaje de la
Biblia –Antiguo y Nuevo Testamento- y lectura de autores modernos como
Mendelssohn, Lessing, Goethe, Schiller y novelas populares de la época como las
escritas por T.G. von Hippel.
Años formación y estudio
en la Universidad de Tubinga 1788-1793.
Superados los exámenes de
madurez el 27 de octubre de 1788 se inscribió en la Universidad de Tubinga para
estudiar Teología. Allí vivió en un antiguo monasterio de agustinos que se
conocía con el nombre de Stift, era
la Facultad de Teología donde se formaban tanto los futuros pastores
protestantes, como los docentes de las escuelas del Ducado. En Tubinga recibió
lecciones de famosos profesores como Fr. Schnurrer de Exégesis Bíblica, G.Fr.
Roesler de Historia de la Filosofía, J.Fr.Flatt de Metafísica y Teología
Natural y, sobre todo, de J.C. Store de Teología Dogmática. Hegel no tenía
vocación de pastor, ni le satisfacía la vida intelectual del Stift sumido en una ortodoxia luterana
rígida. Por esta razón se mostró indisciplinado con continuas faltas a clases,
a las oraciones comunitarias y los frecuentes retrasos en la incorporación tras
los períodos de vacaciones, fueron argumentos suficientes para condenarle a
pasar unos días de prisión aislada en la Universidad.
En 1790 compartió
la habitación con Hölderlin y Schelling[10]. Los tres celebraron de
forma muy ostensible el aniversario de la Revolución Francesa[11].
Su interés por la Teología era cada vez menor, pero aprovechó su estancia en
Tubinga para leer a Platón, Aristóteles, Spinoza, Jacobi, Herder y, sobre todo,
Rousseau[12].
El 27 de septiembre consiguió el título de Magister
Philosophiae concluyendo el primer bienio de estudios[13].
El 20 de
septiembre de 1793 terminó su ciclo de formación teológica en el Stift consiguiendo el título de Kandidat que le servía para iniciarse en
la carrera eclesiástica. Hegel renunció a este futuro y en octubre aceptó el
puesto de preceptor de la familia Steiger en Berna, Suiza, donde se marchó.
Preceptor de dos familias
ricas en Berna y Frankfurt 1793-1800.
Los tres primeros
años los pasó en Berna ejerciendo como preceptor de los hijos de la familia
Steiger que vivía en el palacio Tschugg, donde Hegel dispuso de una gran
biblioteca para leer. Entre los meses de mayo y julio de 1795 escribió una Vida de Jesús, publicada póstumamente en
1906. En 1796 comenzó a leer la obra de Kant y escribió otro opúsculo La positividad de la religión cristiana,
también publicado póstumamente en 1907. Durante estos años de estancia en Berna
mantuvo correspondencia con sus antiguos amigos y compañeros de universidad
Hölderlin y Schelling en la que les comentaba que estaba aislado, algo
deprimido y pedía ayuda. Hölderlin atendió la demanda de su compañero de
estudios y le consiguió un puesto de preceptor de la familia del rico comerciante
Gogel de Frankfurt.
1797-1800 son los tres años
que Hegel consumió en Frankfurt del Main donde reanudó las conversaciones y el
trato con sus amigos. En esta época se despertó su interés por los textos
políticos, económicos y, también, leyó frecuentemente los periódicos ingleses,
y reflexionó sobre aspectos como el sentido filosófico y religioso del amor y
de la conciliación.
En 1798 escribió
un comentario, hoy perdido, sobre la Metafísica
de las costumbres de Kant y compuso un texto sobre las leyes y la política
del Ducado de Wittemberg donde se lamentaba de la crisis que sufría su patria y
propuso como solución la elección directa de los magistrados por votación
popular de todos los ciudadanos[14].
Los amigos y camaradas del Stift
publicaron en 1796 el Ältestes
Systemprogram des deutschen Idealismus manifiesto del idealismo alemán.
Poco después, en septiembre, Hölderlin se vio obligado a marcharse de Frankfurt
por el escándalo producido cuando se hizo pública su relación amorosa con
Diótima Susete, madre de su pupilo. Hegel fue el mensajero entre los
enamorados.
El 14 de enero de
1799 murió su padre y recibió una cuantiosa herencia. Cuando se vio con una
cierta cantidad de dinero y patrimonio decidió dar un cambio a su vida. No
obstante permaneció un tiempo más en Frankfurt. En estas fechas leyó la
traducción alemana de la obra del economista inglés James Steuart Inquiry concerning the principles of
Political Economy. En 1800[15]
continuó con sus reflexiones teológicas, y en septiembre escribió el célebre Systemfragment donde anunció el fin de
la religión. Finalmente se trasladó a Jena en cuya Universidad desde hacia dos
años enseñaba Schelling. Jena en aquellos años era el centro de la filosofía
crítica y trascendental, se constituyó en la capital del incipiente
Romanticismo, en cuyas aulas enseñaban o habían enseñado Reinhold (1787-1794) y
Fichte (1794-1798) y brillaba con luz propia Schelling, vivía Novalis y Tick el
traductor al alemán de Shakespeare, y Schlegel. Jena participaba del esplendor
de la corte del Gran Duque Kart August de Weimar que tenía como consejero a
Goethe[16]
y estaba rodeado de autores del relieve de Schiller, Wieland y Herder.
Habilitación y primeros
encargos docentes en la Universidad de Jena. Redactor del Bamberger Zeitung
1801-1808
Durante estos años Hegel
ejerció como docente en la Universidad de Jena. Llegó como invitado de su amigo
Schelling que se convirtió en su protector. Seis meses después de llegar
publicó el texto que le abrió las puertas de la carrera académica La diferencia de los sistemas filosóficos de
Fichte y Schelling. Sin embargo, el 27 de agosto defendió su habilitación
docente con un texto que casi ha pasado desapercibido en la obra de Hegel De orbitis planetarum. En el tribunal
estuvieron Karl Schelling, hermano de su amigo Schelling, y I. Niethammen que
desde entonces se convirtió en uno de sus más leales y cercanos amigos. En el
semestre de invierno de 1801 comenzó a dictar sus lecciones como Privatdozent,
un profesor en espera de destino que recibía su salario directamente de los
alumnos que se apuntaban a sus cursos, Hegel tuvo unos treinta. Gracias a la
ayuda de Schelling conoció a Goethe y a Schiller en Weimar.
En 1802 dejó la
casa de Schelling y se estableció en la residencia Klipsteinischer Garten en la
que estuvo hasta que se marchó de Jena. Durante este tiempo colaboró estrechamente
con Schelling publicando varios trabajos y ensayos, también en alguna iniciativa
cultural. Hegel seguía interesado por la política y publicó un texto sobre la
constitución alemana –Die Verfassung
Deutschlands- donde anticipó el colapso y caída del Imperio. Un año más
tarde, en 1803 terminó de escribir su obra El
sistema de la ética –System der
Sittlichkeitt-. En este período hasta la publicación de la Fenomenología del espíritu Hegel gestará
su sistema filosófico especialmente en los campos de la lógica, la metafísica,
la filosofía de la naturaleza y la filosofía del espíritu. Sus relaciones con Goethe
siguen siendo excelentes, se aprecian y respetaban mutuamente. En las clases
goza de fama porque era un buen orador y magnífico expositor, aunque según
Goethe no era muy interesante en las reuniones sociales.
1806 fue un año con luces y
sombras en la vida de Hegel. Tuvo una aventura amorosa con Christiane Charlotte
Fischer que estaba casada. Al mismo tiempo los sucesos políticos y militares se
precipitaron. El 13 de octubre el ejército francés, que había derrotado el día
anterior al prusiano, entró en Jena. Hegel pudo ver a Napoleón en su máximo
esplendor y poder, relató brevemente su impresión: era un hombre que examinaba
su reino, sus dominios montado a los lomos de su caballo, parecía que estaba
sobre el mundo sometiéndolo a su poder. Era el modelo de héroe que el admiraba
y describió en sus escritos. Hegel se vio obligado a dejar su casa que fue
requisada por el ejército francés y tuvo que alojarse en casa de su amigo G.A.
Gabler. La Universidad de Jena fue clausurada y Hegel perdió su trabajo. En
noviembre tuvo que hacer un viaje a Bamberg para tratar con un editor asuntos relacionados
con la impresión de su próximo libro.
En 1807 Volvió a Jena para
terminar el prefacio de la Fenomenología
del espíritu que se publicó en marzo. El 5 de febrero nació su hijo Ludwig
fruto de la relación con Christiane que le dará pronto y durante toda su vida
muchas preocupaciones[17].
Niethammer lo invitó a establecerse en Bamberg. Allí trabajó como redactor jefe
del Bamberger Zeitung, un periódico
local que informaba de noticias de segunda o tercera mano. En esta ciudad
mejoró su situación económica. La Fenomenología
del espíritu ya estaba publicada, y en noviembre recibió una carta de
Schelling manifestando su total desacuerdo con el libro, la vieja amistad se
rompió. En 1808 gracias a los buenos oficios de leal amigo Niethammer, es
nombrado profesor de filosofía y propedéutica, y al mismo tiempo director del
Aegediumgymnasium de Nüremberg donde se incorporó el 6 de diciembre de 1808.
Profesor de Gymnasium en
Nüremberg y primera Cátedra de Filosofía en Heidelberg 1808-1818
Estos son diez años importantes
en la vida de Hegel. Se podrían dividir en dos períodos. El primero, entre
1808-1816 es profesor en Nüremberg y, el segundo, desde 1816 a 1818 Profesor de
la Universidad de Heidelberg. En los primeros meses de 1809 Hegel desarrolló
sus responsabilidades como docente y director de un Gymnasium. Como docente
escribió un texto, publicado póstumamente en 1840, Propedéutica filósofica –Philosophische
Propedeutik-. En septiembre de 1811 se casó con María von Tucker, que
pertenecía a una de las familias más importantes de la ciudad. Tendrán dos
hijos, Karl (1813-1901) que será uno de los editores de las Lecciones sobre la filosofía de la historia
e Inmanuel (1814-1891). En 1812
escribió el primer tomo de la Ciencia de
Lógica, los otros los concluirá en 1813 y 1816.
En agosto de 1816
es nombrado Profesor de Filosofía de la Universidad de Heidelberg, y el 28 de
octubre comenzó sus clases. En 1817 Hegel consiguió reunir y establecer a toda
la familia en Heidelberg acogiendo a su primer hijo Ludwig cuya madre había
fallecido. Su actividad intelectual es intensa gracias al período de paz,
sosiego y los medios que le ofrece su posición académica. Desarrolló proyectos
e ideas nuevas, por ejemplo, publicó la Enciclopedia
de las ciencias filosóficas. En diciembre de 1817 recibió una oferta del
gobierno de Prusia para incorporarse a la Universidad de Berlín. Aceptó a
finales de enero de 1818.
Los primeros diez años en
Berlín y sus primeros viajes al extranjero 1818-1829.
1818-1829 son los primeros
años de su vida berlinesa. Comenzó sus cursos el 22 de octubre reconociendo en
el estado Prusiano a la nación más importante de Alemania tras el período
napoleónico[18].
Pronto tuvo conflictos con Savigny[19] que estaba considerado el
jurista más importante de su tiempo, y Schleiermacher, el teólogo protestante
con más renombre después de Lutero, por esta razón fue vetada su entrada en la
Academia de Ciencias de Berlín. Hegel fue un profesor modélico, impartió
durante todos los años dos cursos cada semestre, dedicando a las clases entre
ocho y diez horas a la semana. Durante estos años ofrecerá cursos sobre todas
las grandes áreas de la filosofía: lógica, filosofía del derecho, filosofía de
la historia, religión, historia de la filosofía, estética, etc. Las lecciones
de estos años fueron publicadas más tarde como textos[20]
En 1819 diversos sucesos
políticos y algunas intrigas académicas llevaron a Hegel a una situación de
inestabilidad. No obstante logró terminar el manuscrito que más tarde se
publicaría con el título Grundlinien der
Philosophie des Rechts. Un año después, 1820 vio cómo su posición en Berlín
se consolidaba, su prestigio entre los estudiantes aumentaba y sus clases eran
muy populares. En el prefacio de su texto Grundlinien
der Philosophie des Rechts, en 1821, manifestó su adhesión al ordenamiento
político prusiano y su simpatía hacia los principios de la Restauración. Una
año después, en el prefacio de una obra de su discípulo H.F.W. Hinrichs, Die Religión im inneren Verhältnisse zur
Wissenschaft, criticó duramente la teología del sentimiento de
Schleirmacher.
En 1827 se inició la
publicación de la revista Jahrbücher für
wissenschaftliche Kritik que se consideró el órgano oficial de los
hegelianos. En ella se pueden encontrar colaboraciones de Goethe, los hermanos
Alexander y Wilhelm von Humboldt, Boeckh, el arqueólogo Hirt. En agosto viajó a
París invitado por el profesor Víctor Cousin gran admirador de su obra y su
pensamiento.
En una visita al
balneario de Karlsbad en 1829 donde se encontró con Schelling con quien había
roto toda relación desde hacía veintidós años. El encuentro en los antiguos
amigos y camaradas fue cordial. En octubre fue elegido Rector de la Universidad
de Berlín.
Últimos años, Rector de
la Universidad y testigo de la revolución liberal 1829-1831.
Los tres últimos años de la vida de Hegel fueron
intensos. Llegó a ser Rector de la Universidad de Berlín y fue testigo directo
de la revolución liberal en Francia y Bélgica que provocó una agitación
política en la Universidad de Berlín. Hegel como Rector se vio obligado a hacer
frente a las protestas. También fue el encargado de celebrar el tercer
centenario de la Confesión de Augusta, carta constituyente de la Iglesia
Protestante[21].
Su salud se ve quebrantada a finales de verano, pero se recuperó para comenzar
el semestre de invierno.
En 1831 el Allgemaine preussische Staas-Zeitung
–Boletín Oficial del Estado Prusiano- publicó en abril su último texto Über die englische Reformbill sobre la
reforma constitucional inglesa, en el que criticó el constitucionalismo y el
parlamentarismo liberal de las Islas Británicas[22]. El día 7 de noviembre
terminó de revisar el primer tomo de la Ciencia
de la lógica y escribió el prefacio a la segunda edición de la obra. Una
semana más tarde, el 14 de noviembre, murió víctima de una epidemia de cólera
según el certificado médico.
Después de la
muerte de Hegel, Schelling cuya reputación se había visto eclipsada por la fama
de su antiguo amigo y protegido en Jena, fue llamado a ocupar la cátedra de
Filosofía que había dejado vacante Hegel, según se dice porque el gobierno quería
contrarrestar la influencia de la filosofía hegeliana entre los estudiantes.
Schelling había criticado el ‘racionalismo’ de Hegel. Durante el tiempo que
Schelling estuvo en Berlín se desarrollaron importantes reacciones críticas
contra la filosofía hegeliana. Hegel había alentado y ayudado a la tendencia
más progresista de la universidad, pero él nunca se consideró un revolucionario[23].
Sus seguidores se dividieron en dos tendencias conocidas con los nombres de
izquierda y derecha hegeliana[24].
Muchas de las
críticas de Schelling a Hegel fueron aprovechadas por el existencialismo y
encontraron eco en los escritos de Kierkegaard[25] que asistió a las clases de
Schelling.
La influencia de
Hegel fue enorme dentro y fuera de los ámbitos académicos y en todo el mundo[26].
En la bibliografía sobre la filosofía hegeliana se encuentran estudios en todas
las lenguas. En Inglaterra y los Estados Unidos[27] se ha vivido en diversas
ocasiones una revitalización del pensamiento de Hegel y la creación de
sociedades y grupos de seguidores. Se podrían destacar autores como T.H. Green
y F.H. Bradley que desarrollaron las ideas metafísicas de Hegel, pero también
fue el autor más atacado por los iniciadores del movimiento analítico como B.
Russell y G.E. Moore. En el siglo XX los hegelianos se estuvieron alineados con
el marxismo y el existencialismo, y desarrollaron una filosofía política y
social basada en las ideas de Hegel. En el último cuarto del siglo XX en el
mundo anglosajón, especialmente en los Estados Unidos, se ha producido una
recuperación del pensamiento de Hegel con los trabajos de H.S. Harris, Chr.
Taylor, R. Pippin y T. Pinkard[28],
y en concreto la filosofía de la historia hegeliana se deja sentir en F. Fukuyama[29].
En Francia el
hegelianismo influyó en autores como J.P. Sastre, el psicoanálisis de J. Lacan
y en el precursor del movimiento de la postmoderidad A. Kojève. También en los
años finales de la década de los sesenta los filósofos franceses reaccionaron contra
Hegel que había influenciado a sus maestros[30].
En Italia se ha
desarrollado una amplia investigación sobre la influencia y la recepción de la
filosofía hegeliana en el país Transalpino, cuyo representante más importante
es el hegeliano crítico B. Croce, y el pensador marxista Gramsci[31].
En Alemania el
interés por la filosofía de Hegel se inició precisamente de mano de la historia
con autores como W. Dilthey. Posteriormente la Escuela de Frankfurt con Th.
Adorno y más tarde con J. Habermas, incorporó elementos de la filosofía
hegeliana. También la tendencia hermenéutica de H.G. Gadamer recibió su
influencia. En los años sesenta el filósofo alemán K. Hartmann trató de
desarrollar una interpretación “no metafísica” de Hegel, que junto con los
trabajos de D. Henrich y otros autores, tuvo una importancia decisiva en la
recuperación del pensamiento hegeliano en el mundo académico alemán.
En Hungría los
temas tratados por Hegel fueron trabajados por G. Lukács y los autores de la
“Escuela de Budapest”. En otros lugares también se pueden encontrar grupos de
estudiosos de la obra de Hegel.
La filosofía de
Hegel tuvo asiento en España muy pronto entre un grupo de profesores de la
Universidad de Sevilla durante el siglo XIX como José Contero y Ramírez, catedrático
de Metafísica de la Universidad, muy unido al Ateneo; Antonio María Fabié y
Escudero que ocupó importantes cargos en la vida pública y destacó por sus
trabajos en historia y literatura. El más conocido Francisco Pi y Margall se
puede encuadrar en la izquierda hegeliana. También habría que citar al
desconocido Fermín Salvoechea. Asímismo, el orador Emilio Castelar fue
también hegeliano en sus años de
juventud y nunca perdió su interés, pese a su deriva hacia la política, por el
autor alemán. Otro profesor Francisco Fernández y González que explicaba
Estética de la llamada Universidad Central de Madrid sigió las doctrinas de
Hegel. También se ha considerado hegeliano a Isaac Núñez Arenas por la
propuesta que lanzó en su discurso de apertura de curso en la Universidad
Central en 1862 sobre la unidad del espíritu en sí y el fundamento de la
metafísica. En el ámbito de la filosofía del derecho hay que destacar a
Francisco Escudero y Perosso, catedrático la Universidad de Sevilla, fue un
ágrafo pero su influencia se dejó sentir en sus alumnos. En el mismo ámbito
intelectual cabría destacar Antonio Benítez de Lugo que dejó escrita la obra Filosofía del Derecho o estudio fundamental
según la doctrina de Hegel (1872) en la que expone con claridad el sistema
hegeliano. Discípulo de Contero fue
Diego Álvarez de los Corrales, que estuvo influido por la filosofía hegeliana y
por su maestro. Se podrían incluir otros autores que se han sido calificados
como hegelianos: Miguel López Martínez, autor de Armonía del mundo racional en sus tres fases: la humanidad, la sociedad
y la civilización (1851) y a un insigne publicista y poeta sevillano Roque
Barcia[32].
Hegel conoció muy
bien la filosofía de su tiempo, pero también tuvo interés en estudiar con
profundidad a los autores clásicos grecorromanos[33]. Impresionado por muchos de
sus antecesores, siempre se declaró seguidor de Schelling, Spinoza, Rousseau y
Kant entre otros. En su sistema, y más en concreto en su idea de filosofía de
la historia, resuena toda filosofía anterior, pero él reelaboró las ideas y las
insertó dentro de su propio esquema de pensamiento[34].
La filosofía de
Hegel surgió estrechamente vinculada con la situación social, cultural y
filosófica de su tiempo, a la vez que se puede percibir en ella una respuesta
racional a los problemas planteados por esa situación histórico-social en la
que urgía restaurar el primado de la razón y la guía de la libertad, pues según
Hegel, ambas estaban ausentes de la vida social y política-
Hegel conocía la
historia, y sabía que la terrible Guerra de los Treinta Años (1618-1648) dejó
Europa arrasada y dividida. Esta contienda fue especialmente dura para Alemania
que sufrió un tremendo atraso político y económico por esta razón no logró
establecer un Estado Moderno. Alemania carecía de una justicia y una administración
centralizadas, y su organización política se fundamentaba en el despotismo
feudal de los príncipes, los duques y la aristocracia que vivían en la
abundancia. Una sociedad con un campesinado muy numeroso, mínimamente
industrializada y carente de una clase media poderosa que fuese capaz de
transformar esta situación que en muchas ocasiones era insoportable e
insufrible[35].
Alemania se
constituyó como un Estado Moderno tarde, su unificación a la vez que la de
Italia, se produjo a fines del siglo XIX. Hegel vivió en una Alemania en la que
se cercenaban todas las aspiraciones democráticas propias de los Estados
Modernos. Por tanto, también era urgente ofrecer unos fundamentos racionales
para establecer y desarrollar un estado moderno alemán. Esta aspiración era
difícil y se necesitarían años y mucha sangre derramada para conseguir el ideal
que se perseguía.
Es curioso que la
biografía de Hegel se entrecruza con sus ideales políticos y teóricos[36].
El ejemplo que intenta exponer e imitar es la pólis griega que se convierte en un modelo que muestra todas las
carencias de la sociedad política alemana de su tiempo. No es un ideal utópico,
sino una realidad histórica que sirve de ejemplo para constituir el Estado
Moderno. En la pólis se produce la
unión indisoluble entre el individuo y la sociedad. El ciudadano era para la
ciudad, y la ciudad para el ciudadano, toda la existencia humana estaba marcada
y enmarcada en la pólis. Un griego
sin pólis no era nada, su vida
carecía sentido, era la muerte en vida. Su ser era la ciudad y la razón de
vivir su cooperación ciudadana, por eso dice Hegel que en la Antigüedad se
produce la aparición del espíritu puro.
.
El segundo modelo
negativo se produce cuando el espíritu se extraña a sí mismo en la Edad Media
–sobre la que Hegel tenía muy poca información, como se puede ver en sus Lecciones de Historia de la Filosofía-.
Este momento se caracteriza por el surgimiento de la subjetividad y de la
conciencia que serán necesarios para desarrollar el principio de racionalidad y
libertad propias y necesarias para toda la organización social y política que
desarrolla el espíritu en la Historia.
El tercer modelo
positivo es la Revolución Francesa que significó para muchos, también para
Hegel, el triunfo de la razón en la vida de los hombres, y también como
principio rector de la actividad política. Además la Revolución Francesa
realizó plenamente los fines de la libertad individual de los ciudadanos en su
comunidad política. En este proceso hubo puntos negros y uno de ellos lo vivió
Hegel: la época del Terror de Robespierre que mostró lo difícil que era
armonizar la libertad del hombre con la organización político social, y cómo el
fracaso de la libertad es una seria amenaza para la vida del espíritu.
Hegel reflexionó
profundamente sobre la realidad histórica en la que vivió y trató de
comprenderla desde el pasado. Por eso se lanzó a la aventura, quizá no intentada
antes tal como él lo hizo, de hacerse cargo, explicar e interpretar la Historia
Universal desde sus orígenes hasta sus días. Un esfuerzo muy importante que
sólo podía hacer un pensador que quería entender el absoluto como absoluto,
entender todo lo que aparecía ante su mirada e integrarlo dentro de un sistema
filosófico propio.
3. Estructura y
contenido de las Lecciones sobre la
filosofía de la historia Universal.
Lo fundamental
para lector actual son, de un lado, las introducciones donde Hegel fijó sus
tesis y el esquema interpretativo de toda la Historia. De otro, tanto los
capítulos dedicados al Mundo Oriental como lo referente a la Edad Media, son
parte desfasadas y sin un contenido atractivo para el lector actual[37].
Es cierto que cuando Hegel compuso ambas partes de sus Lecciones sobre la filosofía de la historia lo que hacía era ordenar
en un discurso sistemático y comprensible la amplia investigación que se estaba
desarrollando sobre ambos períodos históricos. La originalidad de su trabajo
hoy día aparece como una pieza de museo, sin más valor que las opiniones de un
pensador genial.
Sin embargo, las
partes relativas al mundo grecorromano y a la Revolución Francesa son
importantes porque sobre ellas Hegel reflexionó con frecuencia y llegó a poseer
una posición muy atractiva y fundamental para entender ambos períodos históricos.
Es importante señalar, como se ha dicho al principio, que el mundo antiguo y la
Revolución Francesa aparecen en el horizonte del pensamiento hegeliano como modelos
susceptibles de ser estudiados, y también de ser copiados en todo aquello que
se muestran como valioso. Ambos momentos históricos señalan la recuperación del
espíritu que estaba extrañado –Edad Media- u oculto –Mundo Oriental-.
Lo más sencillo y
recurrente es interpretar el contenido de la obra desde el método hegeliano por
excelencia, el que conocemos con el nombre de dialéctica. Hegel intentó
comprender lo que ha sucedido en la historia y para ello somete y contrasta
toda su armazón doctrinal con los sucesos históricos de cada época. Para Hegel
la reflexión sobre la el pasado histórico exige interpretar esa realidad desde
la posición de cada pensador, por eso no debemos buscar la imparcialidad. Pero
la interpretación de la Historia hay que hacerla desde la racionalidad, hay que
atenderse a los hechos para discernir el proceso racional que se da en la
Historia, dotada de sentido y significado, porque para Hegel es el plan
propuesto por Dios como creador que establece y ordena todo el proceso mediante
el desarrollo de la conciencia de libertad.
La filosofía de
la historia es la consideración reflexiva del espíritu que dirige el devenir de
la historia, por eso el filósofo de la historia tiene que partir del hecho
concreto, e interpretarlo a la luz del desarrollo del espíritu[38].
Las Lecciones sobre la filosofía de la
historia es un trabajo filosófico que considera y necesita los hechos de la
Historia como su material fundamental, pero trata de llegar más allá de ellos[39]
Hegel tiene
una visión racional de la Historia. La razón permite comprender cómo ha
evolucionado el mundo. También la Historia ha transcurrido siguiendo las determinaciones
de unas categorías y de unas leyes que el hombre ha establecido. Por tanto
quien hace historia, el historiador, y quien la interpreta, el filósofo de la
historia, tienen que enfrentarse al objeto de su estudio con los elementos de
que disponer, para llegar a explicar el devenir de la Historia construyendo un
relato de forma convincente y racional.
Las categorías
que Hegel propone en e sus Lecciones
sobre la filosofía de la historia son los siguientes:
1.
Variación. La historia se distingue
por un hecho evidente las variaciones que se producen tanto en el tiempo como
en el espacio. Tal como puso de relieve desde el principio el llamado padre la
historia, Heródoto, mostrando la diversidad de formas que tenían los pueblos
para organizarse, así como la constante sucesión de unos sobre otros, creando
una continuidad que evita el espacio vacío, cuando un pueblo desaparece otro lo
sustituye[40].
2.
Negatividad. El espíritu en su
evolución histórica se transforma constantemente. Unas veces construye, otras
destruye. Todo lo humano tiene un ritmo y un proceso: nacer, florecer, madurar,
decaer y morir para dar paso, como el mito del ave Fénix de la Antigüedad, a
una nueva vida más poderosa, más joven, más fresca. Todo lo que es ahora tiene
un origen en lo que fue, y permitirá el seguir siendo, de la extinción de algo
nace la vida de otros seres. Es más el desaparecer es necesario, para que otros
aparezcan y continúe la vida mejorándose en cada paso[41].
3.
Razón. La Historia es obra del espíritu,
que es al mismo tiempo conciencia del sujeto y del objeto, conciencia en sí,
conciencia de la libertad, autoconciencia que se realiza en el tiempo sin estar
él mismo en el tiempo[42].
4.
Libertad[43].
Es un concepto que está presente continuamente en la obra de Hegel. Se puede
caracterizar como el principio fundamental que hace posible la Historia y que
hay que conocer[44].
La libertad se manifiesta de tres formas: natural, inclinación caprichosa de la
voluntad y elección racional. No es suficiente interiorizar la libertad,
conocerla y apreciarla, sino que es necesario objetivarla, hacerla realidad en
el Estado[45].
Estas
categorías sirven para realizar el propósito fundamental de la filosofía de la
historia, la explicitación del espíritu en el tiempo real. Por ahora bastará
con decir que el espíritu es la fuerza más poderosa de todas las que actúan en
la Historia, no es estático y se realiza siguiendo un proceso que distingue
entre: un espíritu objetivo, que supone
el descubrimiento de sí mismo, la autoconciencia de la existencia, que en la Fenomelogía del Espíritu se sitúa en
Grecia, un espíritu subjetivo que
sería la historia como realización práctica y real del espíritu, y, finalmente,
el espíritu absoluto donde el hombre
se encuentra con la realidad, culmina su proceso, llega a la plenitud de todo y
se unen los contrario, es el momento de la libertad, verdad y pensamiento
máximos. Por esta razón, la Historia para Hegel no es lo que hacen los
historiadores, fijarse solo camino de los acontecimientos histórico, sino el
conocimiento de la meta, el fin que al que se ha llegado a pesar de sufrir una
serie de fenómenos y de sucesos muy desagradables para la humanidad. A pesar de
todo, la historia quiere alcanzar la libertad que se consigue realizando el fin
del espíritu.
4. División
geográfica de la historia universal.
La civilización
nace en Oriente[46],
pero la verdadera historia surgió en el Imperio Persa, que fue la primera forma
de estado y va desarrollándose hasta llegar a Occidente. Su visión es la evolución
de la historia como el proceso de desarrollo de la libertad. La historia
universal es para Hegel un conjunto de fases o épocas históricas que se van sucediendo
temporal y dialécticamente en un progresivo avance hasta el establecimiento del
estado, única forma en la que los individuos viven plenamente en libertad.
Este desarrollo
de la libertad comienza en la costa asiática del Pacífico hasta el Oriente
Medio, Grecia, Roma y el norte de Europa. Son las fases de desarrollo: Oriente,
Mundo Antiguo, Mundo Germánico y Tiempos Contemporáneos. La evolución subsiguiente
es la evolución del espíritu que continua y no es objeto de la historia porque
es el futuro. Hegel mira hacia el pasado y escruta el presente, eso es
suficiente para la filosofía de la historia.
Hegel distingue
cuatro momentos fundamentales en el progreso de la libertad que constituyen la
trama de su obra Lecciones sobre la
filosofía de la historia y también de la misma historia:
A) Oriente. Es el primer período, la
infancia de la humanidad, que se caracteriza por la ausencia de libertad. Los
orientales no lograron tener un conocimiento pleno del espíritu, ni tampoco
fueron conscientes de que el hombre como tal tenía una libertad total y
absoluta, y, por tanto, no lo fueron. Solamente un hombre era libre: el déspota
que gobernaba sobre todos con un poder omnímodo. Su libertad se manifestaba de
forma caprichosa, se mostraba a los súbditos con ferocidad, de forma brutal,
con pasión, dominio, domesticación y, a veces, imprudencia. En esta época el
poder del Estado se concentra en las manos de un individuo. El hombre en
Oriente está confundido y se encuentra absorbido por el estado, él
individualmente no es nada, no tiene conciencia de su personalidad, de sus
derechos y de sus obligaciones. En la relación individuo-sociedad prevalece el
elemento comunidad. Pertenecen a este período China, India, Persia, Asia Menor
y Egipto, que se conocían gracias a los muchos estudios que se publicaron y que
Hegel usó para obtener información y poder escribir sus lecciones universitarias[47].
Hegel consideró que las civilizaciones de China e India estaban estancadas, inmóviles,
por esta razón ambos territorios quedaron fuera del desarrollo de la historia
del mundo, es decir, no formaron parte del proceso de la evolución del espíritu
que es la base fundamental de la filosofía de la historia. La verdadera
historia comenzó en Persia, el primer imperio. La civilización del Lejano
Oriente estaba sujeta a la evolución cíclica y natural del tiempo con gobiernos
despóticos de uno o de unos pocos. Sin embargo, en Persia el emperador ejercía
su poder absoluto basado en la legitimidad que le ofrecía la religión de
Zoroastro y se extendía a todos sus súbditos. Es un gobierno teocrático. Hegel
llamó a este período la infancia del espíritu.
B) Grecia Clásica. Es la adolescencia del
espíritu, en ella se produce la combinación entre la libertad subjetiva y vida
ética de los griegos en la estructura política fundamental: la pólis, donde el hombre participaba,
tenía un status propio, y era
expresión de su libertad. La relación del individuo con el estado se basaba en
la obediencia a las costumbres, el derecho y la tradición. En este momento la
conciencia de libertad afectó sólo a un grupo reducidos de individuos, los
ciudadanos –atenienses, espartanos, tebanos…-, otro grupo de hombres no tenía
derechos y, por tanto, no eran libres, por eso se mantuvo y se fomentó la
esclavitud.
C) El mundo Romano. Es la mayoría de edad
del espíritu. En este momento histórico la libertad afectó a unos pocos, los
ciudadanos romanos, el resto siguió privados de la plenitud de derechos. La
personalidad individual es reconocida en el derecho escrito. El derecho romano
constituye uno de los pilares de la civilización occidental. El estado es una
abstracción sobre los ciudadanos que se tienen sacrificar ante sus severas
exigencias formando una masa de individuos homogénea. En Roma hubo tensiones entre
los dos principios: la individualidad y la universalidad que se manifestaron en
una especie de despotismo político, diferente al Oriental, y en los movimientos
sociales contra él. El aprecio de Hegel hacia los romanos no es tan grande como
el que siente hacia los griegos[48].
D) El mundo Germánico. Este período incluye
no sólo a Alemania, también los países nórdicos, y las naciones europeas más
importantes: Francia, Italia, España y Reino Unido. Representa la ancianidad
del espíritu y de la humanidad. Es un período largo en la historia que va desde
el Cristianismo hasta la época en la que Hegel vivía, el estado Prusiano. Todo
este tiempo se puede caracterizar como el momento de desarrollo de la libertad
subjetiva. Libertad que surgió con el Cristianismo, pero no llegó a tener inmediata
expresión en las leyes y en las instituciones ya que a pesar de que el
cristianismo se impuso, la esclavitud tardó siglos en abolirse y, en el mundo
romano, siempre estuvo presente. Un punto importante en esta fase de desarrollo
de la historia fue la superación de antítesis entre la iglesia y el estado que
se produjo en la Edad Media. Fue necesario un largo proceso de desarrollo de
los pueblos antes de llegar al reconocimiento explícito de la libertad. En este
período se puede comprobar cómo se va llegando a la reconciliación de la
escisión entre el sujeto y el objeto, es decir, entre el binomio individuo-colectividad.
Sólo las naciones de este amplio ámbito geográfico han llegado a la conciencia
de que el hombre es libre como hombre y que todos han nacido para ser libre. En
otras palabras, la libertad forma parte esencial del modo de ser hombre, sin
ella el hombre no es nada, lo proclamaron tanto los reformadores protestantes,
los ilustrados[49]
como, finalmente, los revolucionarios franceses. Es la etapa de madurez de la
historia en la que la libertad es de todos y para todos. Todos los hombres se
sienten y son libres, se producen movimientos para abolir la esclavitud, y
todos los individuos pueden y deben realizar su libertad a través del estado[50].
¿Qué medios
utiliza el espíritu para realizar este fin? La respuesta desde el punto de vista
filosófico es la dialéctica[51].
El método dialéctico no fue inventado por Hegel, pero fue él quien lo utilizó
de forma más hábil para llegar a resolver y superar los problemas que planteaba
la confrontación de los contrarios. El espíritu en el proceso de desarrollo de
la historia se convierte gradualmente en su forma más pura, reconociendo su
propia libertad esencial, pues la Historia Universal es la revelación del
espíritu en un tiempo y en un lugar determinado, concreto, que adquiere la
forma de Estado.
Hegel construyó
un sistema filosófico absolutamente omnincomprensivo en el cada elemento tiene
sentido y ocupa un lugar determinado dentro de la totalidad. Se ha dicho muchas
veces que la filosofía hegeliana ha sido el último gran intento racional por llegar
a aprehende, comprender y explicar todo lo existente y situarlo dentro de un conocimiento
sistemático. En ese todo está la Historia que lucha para que cada suceso, cada
acontecimiento, cada vida humana no se pierda y, además, tenga sentido. La historia
dota de sentido y referencia a la existencia humana, a las realizaciones de los
pueblos y de las naciones que se conservan en la razón y en el espíritu: “Estos
hechos no quedan, simplemente, encerrados en el templo del recuerdo como
imágenes del pasado, sino que siguen siendo, hoy, tan presentes, tan vivos, tan
actuales como en el momento mismo en que surgieron. Son resultados y obras no
destruidos y superados por otros posteriores, sino en los que debemos vernos
presentes todavía nosotros mismos. No se conservan en lienzos, ni en mármoles,
en el papel, en la representación o en la memoria; el elemento en que se
perpetúan no es ninguno de éstos (es decir, no es ningún elemento perecedero de
suyo o que pertenezca al mundo de lo perecedero), sino que es el pensamiento,
el concepto, la esencia imperecedera del espíritu, a la que no llegan ni las
polillas ni los rateros”[52]
En cada momento de la evolución Hegel consideró que se
daban estadios. Antes que él, Fichte ya había usado la terminología tesis,
antítesis y síntesis. Hegel tomando como punto de partida a su antecesor,
propuso otro modelo: la dialéctica propiamente hegeliana. Esta se podría
definir como la unidad abstracta, un estadio de escisión, y un estadio de
superación de la escisión en una unidad que no niega las diferencias particulares.
La dialéctica es la forma de entender e interpretar la realidad mediante un
proceso innovador, recuperador y englobador de todos los sucesos anteriores a
él.
Pero también
podemos completar la respuesta a esta pregunta desde un punto de vista político
e histórico. La institución que asegura la consecución del fin al que se dirige
la Historia es el Estado, lugar donde se realiza la Historia y llega a su fin
último el espíritu. El Estado es la institución donde alcanza su plenitud la
libertad, la unión de la voluntad universal del espíritu y de la voluntad
subjetiva del individuo. Sólo obedeciendo al Estado el hombre se convierte en
un ser verdaderamente libre. Por eso los héroes, como seres históricos
excepcionales, han sido los creadores de los grandes imperios, Alejandro Magno,
Julio César, Augusto, Carlomagno, Carlos I, Napoleón, etc. Estos hombres
extraordinarios fueron portadores de una fuerza especial para lograr que unos
ideales abstractos y personales se impusieron a otros y se realizaron. En este
caso actúan como instrumentos del espíritu en el tiempo histórico. Son
individuos dotados de voluntad, pasión y determinación excepcionales que actúan
y tuvieron éxito en sus propósitos y proyectos.
En suma para
Hegel el Estado Moderno es la manifestación de una personalidad y de una
autoconciencia inherente a sus fines y a su naturaleza, que puede y debe actuar
de acuerdo con su propia racionalidad y su misma conciencia. El estado moderno
es un espíritu histórico individual porque actualiza el nivel de realización de
su propia conciencia. El desarrollo de un estado nacional perfecto es el fin de
la Historia, porque le proporciona un alto nivel de realización de
autoconciencia, de la libertad más elevada y completa que cualquier otra forma
de organización humana puede llegar a ofrecer[53].
5. Los diferentes tipos
de escribir o hacer historia.
Los comentaristas
de esta obra de Hegel han centrado muchas veces la atención en la descripción
de los tipos de historia que llevan a cabo los historiadores. Para Hegel la
distinción es muy importante, está en las primeras páginas, porque con ella se
puede adentrar en el terreno que deseaba desarrollar: una filosofía de la
historia que fuera resumen de los planteamientos anteriores y se proyectara
hacia nuevos horizontes y abrir otros caminos a la compresión del pasado. Pero
también tiene interés para saber qué han hecho otros en otro tiempo, con otros
medios, y con el mismo deseo de entender un pasado que sirviera para explicar
el presente. De esta forma Hegel podía exponer primero a sus oyentes en la
Universidad y, más tarde, a sus lectores, cuál era su punto de partida y por
qué no otro que antes había mostrado su viabilidad.
Hegel distingue
tres tipos diferentes para escribir y hacer historia:
A.
Historia original.
B.
Historia reflexiva.
C.
Filosofía de la historia.
A) La historia original es la narración de
acontecimientos y de situaciones vividas y atestiguadas por el propio
historiador. Se usan una serie de fuentes primarias, de relatos orales, o de
antiguos documentos para componer el relato y darle sentido. La narración
depende fundamentalmente del propio testimonio del historiador que actúa como
testigo y narrador a la vez. Hegel cita a Heródoto y Tucídides, cuando en
realidad ambos son bastantes diferentes en su forma de entender la historia,
pero para lo que Hegel quería tenían similitudes innegables. La tarea
fundamental de este tipo de historia se puede resumir en la representación
interna, mental, de los acontecimientos externos, de los que han pasado ante la
mirada del historiador, y los que han sido contados por otros testigos y el
historiador hace suyos. Es un proceso que va desde lo externo a lo interno. De
fuera hacia dentro. Fuera están los datos que sirven para componer el texto.
Dentro queda la capacidad del historiador para ordenar y dar sentido a esos
datos que él selecciona y describe. Se llama historia original porque está en
el origen, en el hontanar donde surge el oficio de historiador, y a la vez allí
donde nacen los hechos que son observados directamente por el autor que al
mismo tiempo es actor que vive en ese momento histórico.
La historia
original tiene límites. En ella no se pueden incluir los relatos míticos, las
leyendas de los héroes, las narraciones fantásticas sobre el origen del mundo y
muchas tradiciones orales que solo sirven para explicar algo que sucedió
mediante una narración de un pasado que está en las tinieblas, en la fase en la
que los pueblos son muy primitivos, analfabetos. La historia original tiene que
ser racional, debe narrar la realidad observada y observable, de unas personas
que eran conscientes de su existencia y que tenían unas aspiraciones y unos
proyectos concretos que realizaron o que fracasaron en el intento de llevarlos
a cabo.
Todavía más, la historia original no puede pretender
tener un gran alcance porque es un punto de vista personal, limitado en el
tiempo, es como si fuera una foto fija de la realidad que comparece ante la
mirada del historiador, trata de ser una especie de "retrato del
tiempo". Por eso el historiador en este caso no ofrece una reflexión, ni
elabora una teoría sobre los acontecimientos y situaciones que él relata,
porque muchas veces no puede superarlos. Para Hegel, el espíritu en el cual el
historiador escribe la historia original es el mismo con el que él se enfrenta
a las acciones, a la realidad en la que está presente y tiene que describir y
escribir él mismo.
Hegel pone de relieve que los discursos registrados en los
relatos históricos, los acontecimientos narrados, no son reflexiones al margen
de la historia, son sucesos que suceden en la misma historia y que el
historiador ha seleccionado para mostrar que eso fue lo que pasó y merece la
pena ser conocido. El historiador es como el altavoz que cuenta aquello que
considera relevante para las generaciones posteriores.
Se pueden
distinguir tres etapas dentro de la historia original. Primera la Antigüedad,
se restringe a los hombres de Estado que mandaron escribir una historia, tomando
como ejemplo el pasado glorioso y su tiempo presente. Segunda, la Edad Media,
los monjes eran los historiadores, Hegel calificó este trabajo de crónicas
ingenuas. Y, finalmente, en tercer lugar, la Historia que se narra en el propio
tiempo de Hegel, en el que todos los acontecimientos se transforman en informes
para una mejor compresión intelectual. Estas historias contemporáneas
originales aspiran a tener amplitud y exactitud, procurando relatar los hechos
con la mayor precisión posible para que los lectores puedan entenderlos y, si
quieren, interpretarlos. Hegel escribe que sólo un grupo reducido puede llegar
a desarrollar esta clase de historia, aquellos que tienen una posición superior
a los demás y pueden contemplar los acontecimientos desde una perspectiva más
amplia, es decir, ven más o lo ven todo, porque tienen más datos y más
información. ¿Es esto diferente a los historiadores antiguos? No, ellos
narraban los acontecimientos porque habían recogido la información, tenían
formación suficiente que les situaba en una atalaya desde la que podían ver la
realidad de una forma más amplia y más intensa que los demás seres humanos.
B) El segundo
tipo es la historia crítica reflexiva
que se asemeja a una investigación dentro de la propia Historia. Es una historia
de la historia que busca probar la exactitud del relato y plantea otras
posibilidades, el historiador no es testigo de su propio tiempo, ni relata lo
que ocurre, como el anterior, sino que a diferencia del historiador original,
el historiador reflexivo no participa en los acontecimientos. La historia reflexiva
se divide en cuatro subtipos:
a.
Historia universal
b.
Historia pragmática
c.
Historia crítica
d.
Historia especializada
a) La historia reflexiva universal trata de
relatar la historia completa de un pueblo, de unas personas, incluso de todo el
mundo. Pero esta historia está escrita por un autor que actúa como un extraño
ante los acontecimientos, por eso en ella se encuentran las huellas, las
influencias y las preferencias del propio historiador. Cuando se acomete el
loable esfuerzo de hacer una historia mundial, se advierte que acontecimientos
locales y particulares importantes pasan casi desapercibidos en el texto, por
la necesidad de resumir todo en breves declaraciones, que tienen como guía
principal las ideas del propio autor. El espíritu con el que se escribe esta
historia, no es el mismo que el tiempo sobre el que se está escribiendo, sino
que la intención es otra. Para hacer historia universal se necesita comprender
profundamente una amplia complejidad de sucesos y hacer una síntesis, un
resumen de todos ellos. Lo más importante en esta historia es la idea del historiador:
él trabaja para dar un sentido coherente al proceso histórico, y su relato será
el elemento que lo muestre. El fin de este tipo de historia es ofrecer una
visión de toda la historia de los pueblos e incluso una visión de la evolución
del mundo.
b) La historia reflexiva pragmática tiene
una teoría o la ideología detrás que la sustenta y le da sentido. Los acontecimientos
relatados se conectan entre sí en un modelo dotado de significado universal e
interior que el propio historiador desarrolla y ofrece. El relato es en
realidad una serie de reflexiones sobre la historia, en lugar del relato de la
misma historia. Hegel admite en este punto, como si fuera una nota marginal,
que la historia debería servirnos como si fueran lecciones morales, una función
que sería propia de la otra categoría de historia, la historia pragmática. Pero
tampoco está convencido del todo, porque piensa que si la historia nos ha
enseñado algo es que las naciones y los gobiernos nunca han mirado al pasado
para aprender, o por lo menos para evitar caer en los errores anteriores. Por
eso muchos piensan que la historia no es más que imaginar un pasado irreal que
tiene o se le busca una cierta relación con el presente. Los acontecimientos
pasados, su relato no sirve para deducir de ellos principios generales de
actuación, el presente siempre será más fuerte, más vital, más vigoroso y más
libre que cualquier relato del pasado aunque sea muy exacto.
c) La historia crítica reflexiva es la
forma de investigación histórica que reflexiona y trabaja sobre el mismo relato
histórico tratando de mostrar la exactitud del relato y planteando posibles
alternativas. El peligro de esta historia es, según Hegel, tratar de cambiar
los acontecimientos, los hechos objetivos, por ideas, opiniones subjetivas y
darles valor de realidad.
d) El último tipo
es la historia reflexiva especializada
consiste en una historia adjetiva, o sobre algo, historia del arte, del
derecho, de la religión, o de la ciencia. La elección del historiador es libre
y él pretende relatar la historia desde un concepto universal. Si el
historiador desarrolla bien el relato será exacto y preciso con la idea fundamental
que dirigió los acontecimientos y las acciones narradas. Esta historia se fija
en el hilo conductor de la historia y representa la transición a la filosofía
de la historia porque parte de un punto de vista universal, global que sirve de
guía racional para entender e interpretar la historia.
C) Si la idea
dirige la historia de las naciones y las historias particulares, es el espíritu
quien dirige y guía la historia global o total. Y aquí entra la tercera clase
de historia, la filosofía de la historia.
Esta se caracteriza porque prioriza el pensamiento más que los hechos, aunque
las ideas están enredadas y condicionadas por hechos. Los pensamientos
organizan “la materia prima” de acontecimientos históricos en la filosofía de
la historia, son a priori y pueden
considerarse solos. Sobre la filosofía de la historia escribe poco en la
introducción porque todo lo que viene a partir de ahí será mostrar cómo el
espíritu se desarrolla en el tiempo y se concreta en el espacio, en los
territorios y las civilizaciones que se han dado en la historia. La filosofía
de la historia sirve para conocer y entender cuál es el proyecto que gobierna y
ordena la historia del mundo.
Hegel dispone
estas tres divisiones principales de hacer historia para mostrar la importancia
de la filosofía de la historia que va a desarrollar como culminación de una
larga tradición de entender y explicar filosóficamente el desarrollo de la
existencia humana y sus realizaciones en el tiempo histórico.
6. Elementos para construir
una Filosofía de la Historia
Cuando en el Semestre de
invierno del Curso Académico 1822-23 en la Universidad de Berlín, el famoso
Profesor Georg Wilhlem Friedrich Hegel comenzó a impartir el curso titulado Lecciones sobre la filosofía de la historia
universal (Vorlesungen über die
Philosophie der Weltgeschichte)[54] estaba, por un lado, dando
culmen a una línea de pensamiento que había comenzado con Voltaire –como se
verá en el capítulo siguiente-, la Filosofía de la Historia, no era extraño,
por tanto, que un filósofo de su altura y preocupado por todo, por el absoluto,
pretendiera ante sus alumnos desarrollar esta parte de su sistema filósofico
donde la historia era fundamental y no sólo una ciencia auxiliar, a pesar de
que no era un historiador profesional[55]. Por otro, concluía una
parte importante de su sistema filosófico que había comenzado a barruntar y a
trabajar desde sus primeros escritos[56], que tenía como punto
central de sus reflexiones la historia, una rama del saber humano que se había
asentado como actividad científica independiente y también consolidado
académicamente.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia
nunca pretendieron convertirse en un libro de Historia, ni en un manual para su
estudio. La intención de Hegel fue intentar aprehender y explicar el devenir de
la historia de la humanidad dentro de un sistema de pensamiento propio, recoger
la herencia completa de otros autores anteriores, reelaborándola desde su
propia perspectiva.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia no
constituyen un tratado sobre historia tal como se entendía la historia en el
primer tercio del siglo XIX, una parte de la actividad científica humana que
trataba de reconstruir a través de los documentos y testimonios del pasado, una
realidad que fue y que no existe pero que podía ser presentificada mediante la narración de los hechos basados en unas
pruebas documentales. Un pasado que se quería conocer porque servía para
explicar el presente. Por esta razón, los historiadores del siglo XIX quisieron
sacudirse el dominio de las concepciones filosóficas que habían florecido en el
siglo XVIII durante la Ilustración, y trataron de centrar su atención en la
historia entendida, no como una colección de ejemplos más o menos completa,
sino como las experiencias vitales de unos territorios, unas naciones, unas
personas. Para construir un saber que tenía como fin y como razón de ser
encontrar los principios que explicaran de forma satisfactoria la situación
presente y, al mismo tiempo, que justificaran el pasado[57].
La situación
histórica en la que Hegel se desenvolvió sufrió un proceso continuo de cambio y
revoluciones. Los ochenta años que van desde 1750 a 1830 consolidaron la
moderna Filosofía de Historia en Europa. No es casualidad que tanto una, la
Historia como oficio propio del historiador, y la Filosofía de la Historia,
como ocupación propia del filosófo que trabaja en el tiempo y con la Historia,
surgieran al mismo tiempo, pues ambas proceden de una misma motivación, como ha
señalado J. Ortega y Gasset, la insatisfacción ante algo, cuando no la
repugnancia hacia la forma tosca como se había tratado la fina materia de la
vida humana[58].
La ‘rudeza’ de los historiadores estaba provocada unas veces por un exceso de
erudición, una acumulación inmensa de datos, documentos, citas, relatos muchas
veces sin orden concreto. Otras, por el contrario en un exceso de fantasía para
explicar el pasado. Ambos extremos estaban reñidos con el intento de convertir
la historia en una actividad intelectual que se pretendía plena y rigurosa.
En el caso de los
filósofos molestaba que la erudición y también la fantasía manipularan los
datos de forma irracional para conseguir el mismo fin: tergiversar la realidad
histórica, el pasado, y, por tanto, impedían llegar a entender la evolución de
la sociedad y también la del propio hombre.
Pero durante
estos ochenta años se puede decir que todos los continentes Europa, América,
Asia, Oceanía y, en parte, África también, entraron a formar parte de la
historia de forma autónoma e independiente pues se habían separados o estaban
en proceso de separación de las metrópolis. Son los años que marcan el paso de
la Ilustración al Romanticismo, del ciclo revolucionario americano y europeo[59],
la Restauración y, finalmente, la primera revolución industrial. Un período
histórico denso, compacto, en el que el mundo se fue formando unas veces de
forma suave, otras con mucha dificultad y traumáticamente.
Este largo
período de inestabilidad está jalonado por una gran cantidad de acontecimientos
importantes, de personalidades relevantes que contribuyeron a desarrollar y
consolidar las naciones de Europa y del mundo. Una situación de cambio e
inestabilidad impulsa normalmente a los hombres a intentar entender, hacer
cargo de lo que sucede, es decir, preguntarse y responderse por la razón de ser
y el sentido o destino de lo que aparece ante la mirada y se escapa pronto,
aunque se sufra con ello, o se lea en unas pocas líneas de un libro[60].
Estas cuestiones y sus respuestas marcan el inicio de la filosofía de la historia,
porque la pregunta versa sobre una realidad que se nos va, que ha sido, pero
que queremos conocer para aprender de ella y llegar a entender la nuestra
actual.
La filosofía de
la historia procura comprender la naturaleza histórica del hombre en su más
amplia y radical dimensión. En dicho ámbito de indagación el problema de la
temporalidad, la historicidad o el sentido de la historia se plantean como
cuestiones fundamentales que requieren un tratamiento específico. La filosofía
de la historia, desde un punto de vista antropológico, tenderá a interpretar
las estructuras creadas y desarrolladas –también las destruidas- como algo que,
en todo caso, habrá de ir constituyéndose a lo largo del mismo proceso
histórico, pero no como algo que pudiera considerarse previo a la historia o al
margen de ella. Las formulaciones de este conflicto son muy diversas y entre
otras se pueden señalar las que cristalizan en famosas polémicas que pueden ser
interpretadas a la luz del conflicto gnoseológico entre Antropología e Historia,
por ejemplo para lo que aquí nos interesa[61], como epígono de las Lecciones sobre la filosofía de la historia
de Hegel, la polémica sobre la Naturaleza e Historia en el hombre (Dilthey,
Ortega, Toynbee) que alcanzó su clímax antes de la Primera Guerra Mundial.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia
giraron en torno a tres conceptos fundamentales: la razón[62], la libertad[63]
y el espíritu. La razón existe en la mente del hombre, pero también trabaja
fuera de ella, actúa trabajando por construir el mundo humano: los estados, las
leyes, la cultura, el arte, etc., por tanto el destino de la historia del mundo
es cognoscible por el hombre y comprensible por él. La razón es la guía de la
humanidad.
Ya se ha dicho
que Hegel trató de pensar el pasado y su tiempo histórico de forma radical. Él
mantuvo la racionalidad intrínseca de la historia del mundo. El filósofo si se
lo propone puede comprender e interpretar el desarrollo del hombre y devenir
del mundo y de la historia, utilizando su propia razón como instrumento. La
historia del mundo es pues, la historia del progreso de la razón humana que
contrasta significativamente con otras historias de otros seres del mundo.
Hegel defendió
que la razón domina la historia. La razón es totalmente libre, autosuficiente y
no depende de ninguna ley, norma, ni poder externo a ella. Es todopoderosa y
busca naturalmente actualizar sus leyes en el mundo. Hegel argumentó en un sentido
muy real, que la sustancia o el contenido de la historia del mundo es nada más
que razón, porque toda la historia tiene como causa y guía un proceso racional.
Esta idea es diferente del plan divino incognoscible para el hombre, que planea
y diseña el desarrollo de la historia[64]. La idea de que la razón
mande sobre la historia del mundo hay que asumirla, dice Hegel, para poder
constituir y desarrollar la filosofía de historia.
El espíritu se
despliega en el desarrollo histórico y al final de él alcanza su plena
realización. Es él quien dirige la historia del mundo. Mientras que la razón
dirige el progreso de los individuos, el espíritu supervisa el desarrollo de
los pueblos y de los estados. Por eso el espíritu es el destino final de la
historia del mundo[65].
El espíritu
dirige la historia y, al mismo tiempo, la razón construye la realización
concreta. Los seres humanos actúan pensando y dando forma libremente al mundo
en el que viven. La actividad de la humanidad es la fuerza impulsora de la
historia, aunque muchas veces los individuos no sean conscientes de la parte
que les toca realizar. Los pueblos constituyen los estados porque son
manifestación objetiva y concreta de su libertad subjetiva. El desarrollo de
los estados y de las distintas formas de gobierno muestra qué conciencia tiene
el ser humano de la libertad; hasta llegar al convencimiento radical de que
todo hombre tiene que ser, es libre.
No obstante, la
autoconciencia de la libertad no está siempre completamente formada, de ahí los
diferentes tipos de formas de estado y de gobierno que se han sucedido en la
historia. Esta es la razón por la que Hegel ofreció un esquema interpretativo
que conectaba la conciencia individual de libertad de un pueblo con la forma de
estado y de gobierno que se establece como consecuencia de su desarrollo y de
la concreción de esa conciencia de libertad. Estas formas políticas básicamente
son cuatro: despotismo (Oriente), democracia (Grecia), aristocracia (Roma) y
monarquía (Mundo Germánico)[66].
Por otro lado, el
estado y sus leyes, cualquiera que sea su consideración y forma (despótica,
tiránica, benevolente, justa o injusta) son la representación objetiva de la
conciencia de libertad de un pueblo. La ley de un estado crea las condiciones
para la cooperación política, el establecimiento de las instituciones políticas
y el desarrollo de la cultura.
En el proceso
histórico existen momentos de quiebras y revoluciones que se producen para
mantener la idea de libertad de un pueblo en una forma política y de gobierno
concreta. El progreso de la historia se manifiesta en que los pueblos comienzan
a comprender y hacerse conscientes de su libertad, crean sus formas
organización política, establecen las leyes que estiman necesarias, mantienen
el orden social y político creado, y comienza el intercambio económico y
cultural con otros. Pero este mismo progreso ha mostrado que la fuerza y el
poder de unos se puede imponer violentamente a otros, aniquilando a los
enemigos, iniciando guerras, provocando el caos, la destrucción, extinguiendo
los estados, desapareciendo naciones, sometiendo a los hombres y a las culturas
a un poder superior y colapsando el intercambio comercial y cultural. Pero
siempre, aun en los momentos más oscuros de la humanidad, la razón ayuda al
hombre a tener conciencia de su libertad y el espíritu prepara el camino para
que la humanidad tenga éxito en la última fase de su desarrollo: la unidad de
toda la humanidad y el fin de la historia, del mundo y del género humano. Y
siempre el espíritu conducirá la historia de la humanidad hacia el fin absoluto
que es la realización de la libertad racional, el espíritu en sí mismo, en su
completa autoconciencia.
Este período de
ochenta años significó el comienzo de la expansión del conocimiento científico
y su aplicación práctica a la vida humana. Una de las ciencias que más avanzó
fue la geografía que desde el primer atlas del mundo de Abraham Ortelio había
evolucionado hasta llegar ofrecer una imagen real de la faz de la tierra. Es
cierto que se sabía que la tierra era redonda, se habían surcado los mares y
abiertos nuevas rutas terrestres. El hombre vivía asombrado por lo que aparecía
ante sus ojos: nuevas razas de animales, una inmensa flora que había que
clasificar para conocer. La geografía se unió a la antropología y estudió las
costumbres de los pueblos. El asombro inicial, teñido no pocas veces de
perplejidad, dio paso a la racionalidad: dibujó sobre un plano el mundo, señaló
dónde estaba cada cosa, es decir, las situó en un lugar y describió lo que
tenía sobre la mesa para hacerse cargo de ello, para entenderlo y enseñarlo a
otros. Así nacieron los mapas modernos, las taxonomías de plantas y animales.
La geografía que era un saber antiguo ahora se torna imprescindible para
ordenar los datos que el afán de aventura de los hombres proporcionaba
continuamente.
La geografía como
ciencia buscó rigor, coherencia y método para evitar las fantasías que antaño
la imaginación del hombre había creado. Este debate se desarrolló en parte
entre los muros de la Universidad de Berlín, donde Hegel enseñaba. Por un lado,
las tesis defendidas por un científico ilustrado Alexander von Humboldt, que
consideró a la geografía como una ciencia natural más; y, por otro, las ideas
de Carl Ritter, cuyo concepto de geografía se aproximaba a una disciplina
histórica que tenía por objeto estudiar el desarrollo y la evolución de los
pueblos en conexión con su entorno natural[67]. Hegel se identificó más
con la segunda en cuanto que sus teorías encajaban con la idea de que la
sociedad humana entra a formar parte del mundo histórico cuando esta se consolida
en un territorio concreto. Geografía e historia se unen para dar, o intentar
ofrecer, una interpretación del progreso humano en una dimensión terrestre y
también temporal, que era justo lo que Hegel necesitaba en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia.
La geografía proporcionó
otro elemento fundamental para entender las Lecciones
sobre la filosofía de la historia de Hegel: el eurocentrismo que considera
a Europa el fin y el destino de la historia universal, excluyendo de la
historia a Asia, África –el sur bárbaro, inmaduro, antropófago y bestial- y
América Latina[68].
Europa se consideró el centro del mundo Occidental que nada tenía que aprender
de otros mundos, de otras culturas, aunque en ella no había nacido la historia,
pero es en Occidente donde alcanza su plenitud y sus realizaciones más
perfectas y constituye el fin de la misma[69].
Por tanto tenemos
los elementos que van a servir para darle forma a las Lecciones sobre la filosofía de la historia: la historia como
ciencia, la filosofía de la historia como disciplina académica, la geografía
como ciencia aplicada al conocimiento humano y el eurocentrismo, lugar donde
alcanza su punto culminante la historia. Todo ello dentro de un sistema
filosófico que trató de entender y reflexionar sobre el absoluto de forma
absoluta, y esta reflexión se encontró con la historia. Veamos cómo se componen
estos elementos dentro de un libro realmente apasionante y que ha tenido muchos
críticos de cada una de las ramas del saber humano implicadas en él, lo que
muestra claramente que la obra no deja indiferente a nadie, y que todavía tiene
algo que decir un lector del siglo XXI, como entusiasmó a los asistentes a los
cursos que dictó Hegel. En las Lecciones
sobre la filosofía de la historia nos comparece el Hegel más dinámico, el
pensador más cercano y el filósofo que trató de transmitir a su auditorio que
es todo el mundo, unas ideas sobre las que había reflexionado y había llegado a
conclusiones definitivas. Es el Hegel más humano, pero a la vez más sugerente,
sugestivo, ocurrente y agudo.
7. El desarrollo de la
Filosofía de la Historia.
Antes se ha dicho
que la filosofía de la historia se constituyó en los años precedentes y
contemporáneos de Hegel. Ahora convendría brevemente demostrar tal afirmación[70].
Normalmente se señala que los padres de la moderna filosofía de la historia son
Voltaire[71]
y Condocert[72]
que concibieron la historia como un crecimiento de la humanidad social y
políticamente progresivo en el que había siempre una mezcla de racionalidad e
irraconalidad que se modula y adquiere caracteres distintos en cada nación y en
cada territorio, sin excluir el desarrollo de las facultades y capacidades
propias del hombre. Rousseau dentro de esta línea de pensamiento concibió la
historia como el desarrollo de la voluntad humana, como el progreso de la
humanidad que a pesar de los avances producidos y los logros alcanzados en el
ámbito científico, considera que es decadente desde un punto de vista moral y
social, reivindicando la vuelta a una edad dorada: el estado de naturaleza,
donde el hombre fue feliz, vivía sin preocupaciones, plenamente su vida y
realizaba sin problemas su existencia. Otros dos autores intervinieron en este
nacimiento. Primero, Montesquieu que en su Espíritu
de las leyes afirmó que la constitución de una nación es producto de su
historia, pero también de otros accidentes como su evolución económica,
circunstancias geográficas, climáticas, así como las tradiciones, la religión y
el carácter de la gente. Segundo, uno menos conocido pero también importante,
James Steuart que en su libro Inquiry
concerning the Principles of Political Economy, explicó la evolución y el
desarrollo de la sociedad tomando como principio básico y fundamental los
elementos económicos.
Después de estos
pensadores asistimos a la consolidación del Romanticismo como movimiento
intelectual, político y vital[73].
Para ellos la historia servía para entender las instituciones y la vida de los
hombres, pero también para justificar la existencia de un estado nacional
independiente, autónomo con caracteres propios y diferenciales que se justifica
como tal y ofrece una identidad propia. Estos elementos tienen que ser
convergentes y recíprocamente coherentes para configurar la unidad interna de
cada territorio. La historia es un progreso y supone el desarrollo de la razón
humana y de la educación, por eso las etapas pasadas por un estado, por una
civilización, son necesarias para el presente y no se puede entender la
realidad actual sin el proceso anterior, sin el pasado[74]. En el proceso el
romántico, como se ha dicho, ve la contrariedad, la oposición, el choque y los
cambios que son difíciles de explicar e integrar.
Los pensadores
alemanes que precedieron a Hegel en la consideración de la filosofía de la
historia fueron, entre otros, Herder, Kant, Schiller, Fichte y Schelling[75]
que vamos a tratar de exponer, de forma breve aunque las ideas de cada uno de
ellos merecen una consideración detallada, y no un ligero boceto como el que se
hace a continuación.
Para Herder las
manifestaciones religiosas, literarias, e incluso la filosofía, de un pueblo
son un producto histórico característico y exclusivo de un territorio que forma
lo que podemos llamar la cultura nacional[76]. Herder fue un
eurocentrista, es decir, el lugar propio y genuino donde se ha desarrollado la
historia es Europa, a pesar de reconocer las diversas manifestaciones del modo
de ser humano que expresan la peculiaridad de cada territorio y la adaptación
de los hombres a ellos. Esa es precisamente la particularidad de cada nación.
Herder pasa por ser el padre de la antropología, y consideró la naturaleza
humana no como un dato, sino como un problema del que hay que hacerse cargo y
tomar en toda su extensión y no se puede llegar a una unificación[77],
porque el hombre es un ser en continua lucha, está escindido, contrariado, sin
posibilidad de llegar a la conciliación o a la unidad de los contrarios.
Kant dentro de su
breve ensayo Idee zu einer allgemeinen
Geschichte in weltbürgelicher Absicht de 1784[78], ofreció, por un lado, su
visión de la historia como un proceso necesario para que el hombre pudiera
desarrollar todas sus capacidades, en ella el ser humano se realiza plenamente
junto a otros seres, es un hacerse con otros y para otros de modo racional, por
esta razón se ha dicho que la historia para Kant es “la historia de un progreso
hacia la consecución de la racionalidad, que es a la vez un avance en la
racionalidad”[79].
De otro lado, influido sin duda por el Cándido
de Voltaire y las ideas de Rousseau, manifestó un punto de vista pesimista de
la historia como una manifestación, un espectáculo del modo de ser del hombre,
o más en concreto, de la locura humana. De este modo, la historia sería un plan
preexistente que el hombre gracias a su racionalidad puede llevarlo a término,
de ahí que se pueda hablar de un progreso dentro de la existencia humana.
Schiller es más
conocido como poeta, pero durante un tiempo fue profesor de historia en la
Universidad de Jena y ejerció como historiador. En sus reflexiones sobre la
realidad histórica aparece un punto importante: para conocer y trabajar sobre
la historia universal es necesario combinar dos mentalidades: la de un filósofo
y la un historiador. El trató de hacer algo así en su ensayo Was heisst und zu welchem Ende studiert man
Universalgeschichte?[80]
Para él pasado y presente son dos términos que se unen en la historia, por esta
razón la historia evidencia cómo el presente ha llegado a ser lo que es. De ahí
que la historia sea más que una evolución social y política del hombre, es la
evolución de su capacidad para crear, para realizar y concretar actividades y
proyectos como el arte, la religión y todas las manifestaciones del espíritu.
Dos de los
autores que más influyeron en Hegel fueron Fichte[81] y Schelling, su compañero y
amigo de estudios y protector en Jena. Ambos partieron de los supuestos de la
filosofía kantiana, pero los dos desarrollaron su pensamiento de forma
autónoma. Los historiadores no suelen tenerlos en cuenta, pero los tres
–Fichte, Shelling y Hegel- expusieron ideas, intuiciones y sugerencias muy interesantes,
que ayudan a comprender mejor la existencia del hombre en su historia. Y todos
ellos muestran claramente que la unión que preconizó Schiller hoy día se
muestra cada vez más acertada y necesaria.
Por esta razón es
conveniente volver la mirada hacia estos tres grandes pensadores que intentaron
entender algo tan complicado como el desarrollo histórico del hombre en un
espacio estático y dotado de una naturaleza que sus predecesores consideraron
inmutable y constante en el tiempo. Los tres se enfrentaron a un mismo
problema: la naturaleza es la que realiza la historia en un tiempo. Fueron
conscientes de esta cuestión que estudiaron de forma diferente y alcanzaron
conclusiones distintas. Dicho de una forma heideggeriana, es el probleama de
unir el ser y el tiempo, que aplicado a este contexto, es la comparecencia en
presente del pasado.
En esta línea Fichte trazó un programa ambicioso y sugerente en su
obra Grundzüge des gegenwärtigen
Zeitalters[82]
mantuvo que el fin del historiador al escribir y reconstruir la historia no
debe ser otro que entender el presente, el tiempo en el que él vive.
El historiador tiene una misión fundamental e irrenunciable:
trabajar sobre el pasado para presentarlo en su tiempo explicando la realidad
presente que cambia y adquiere unas características propias en cada momento, en
cada período histórico. ¿Qué estudian los historiadores? El desarrollo de la
libertad humana –la huella de Kant es patente- y este concepto dará la clave
para entender todo el desarrollo posterior del hombre y de la historia.
Fichte vivió en
el centro de una época llena de cambios y de revoluciones. Las circunstancias
vitales ofrecieron un material importante para trabajar y reflexionar. La
revolución en sí misma es un hecho histórico, como otros muchos. Los hombres no
pueden destruir el pasado, los hechos acontecidos, porque están allí y hay que
enfrentarse a ellos, estudiarlos, analizarlos y llegar a comprenderlos. Sus
consecuencias también aparecen nítidas ante la mirada del historiador, sin que
él pueda alterar nada: el pasado está cerrado y no podemos más que estudiarlo u
olvidarlo, pero no cambiarlo. Y también se pregunta ¿cuál es el sentido, el fin
y la determinación de la sucesión histórica? O mejor dicho ¿Existe una
determinación a priori que sea capaz
de ordenar la sucesión histórica? El historiador actua desde esta perspectiva
de forma distinta, no está involucrado en los hechos que estudia, pero está
determinado por lo que sucedió. Mira al pasado desde el presente, estudia
civilizaciones, países, personajes, sucesos, manifestaciones artísticas, etc.
desde su propio punto de vista. Existe por tanto una coincidencia desde esta
perspectiva entre lo que fue, es y debe ser, entre pasado, presente e ideal
conectados de una forma racional que permita hablar de historia en términos
comprensibles para todos mostrando desde el presente cómo sucedió algo que es
la relación dinámica entre el individuo y su entorno[83].
Schelling centró
sus reflexiones en el desarrollo de una idea: la historia del yo. Para él existen
dos realidades cognoscibles: la historia y la naturaleza. La naturaleza no es
más que la distribución de las cosas en el espacio; la historia son los
pensamientos y las acciones de los hombres que no sólo tienen capacidad para
conocer, sin también pueden y deben conocerse. La actividad intelectual se
desarrolla en el tiempo, pero el fundamento y el fin de la historia es la
realización total y completa de la existencia humana, por eso el absoluto es el
elemento que mueve y realiza la historia[84].
Este proceso
culmina con las Lecciones sobre la
filosofía de la historia de Hegel. La corriente de pensamiento que arrancó
con Herder cuarenta años antes logró su cristalización en una filosofía de la
historia que trató de asumir los puntos más importantes de la tradición
inmediatamente anterior, pero en la que resuenan todos los elementos que el
mismo Hegel expuso en sus Lecciones sobre
Historia de la Filosofía. Desde el modo sapiencial mítico que explica la
génesis del mundo y el origen del hombre, hasta los historiadores
contemporáneos pasando por Heródoto, Tucídides, Polibio, Tito Livio, Tácito,
los autores cristianos antiguos y medievales, Maquiavelo, Bacon, Descartes,
Vico, Locke, Berkeley, Hume, la Ilustración, etc. Todos pasan por las páginas
de las Lecciones sobre la filosofía de la
historia, todos son citados y los conoce, todos aportan algo a la
construcción de la filosofía de la historia que se estaba convirtiendo en un
materia fundamental en el estudio de la historia y de la filosofía, aunque
mirada, como veremos, con recelo por los historiadores[85].
Hegel fue
consciente de la necesidad de la historia y de la filosofía de la historia para
construir su sistema de pensamiento. Era una pieza fundamental para completarlo
y sin la cual todo quedaba en el aire, sería una aventura intelectual más o
menos importante pero sin soporte alguno. La realidad es dura, y sus Lecciones sobre la filosofía de la historia,
sus opiniones, sus ideas y sugerencias provocaron el mayor rechazo que uno
puede imaginar entre los historiadores profesionales de su propio entorno y de
toda Alemania. Por ejemplo, L. Ranke[86] , Gervinus[87]
y J. Burckhardt[88]
despreciaron las ideas de Hegel afirmando que era una historia hecha a priori sin consultar y contrastar
datos, una especulación en el vacío propia de filósofos que pasan por encima de
los hechos, los documentos, los testimonios, sin tocarlos ni considerarlos.
Otros criticaron su interés por encontrar un modelo que no existe, y
finalmente, en nuestros días, se dice que Hegel intentó construir una
metanarración de la historia que es falsa, inútil y muy peligrosa[89].
Sin embargo,
otros consideran que el esfuerzo de Hegel es digno de consideración y elogio
pues era necesario tratar de interpretar la historia como él lo hizo y además
merecía la pena intentarlo porque ofreció una visión de la historia nueva que
abría nuevas posibilidades hasta ahora no imaginadas[90]. Hegel nunca deja
indiferente al lector, y en esta ocasión mucho menos, pues unos consideraron
que asaltó como un bandido el huerto de Klío, mientras otros dijeron que había
conseguido entender qué había en el huerto y por qué unos hechos, unos sucesos
históricos estaban recogidos allí, y no en otro lugar o ignorados para siempre,
como otros muchos. Este rechazo a las ideas y las propuestas de Hegel por parte
de los historiadores explica por qué los libros sobre historiografía no dedican
a Hegel un capítulo fundamental e importante. Se sigue pensando, como en el
siglo XIX, que en las Lecciones sobre la
filosofía de la historia se usa un método incompatible con la Historia, la
verdadera Historia como ciencia, y que no es más que una abstracción
intelectual, filosófica destinada a satisfacer el ansia de explicación de un
sistema de pensamiento[91].
Una de las críticas más fuertes fue la insistencia en que no existe, como decía
Hegel, una necesidad, un destino necesario en la historia, que es tanto como
afirmar que hay un a priori que
explica todos los fenómenos y sucesos históricos de una forma clara y precisa.
Para un historiador la filosofía en este caso distorsiona la realidad, la
desordenada y la vuelve incomprensible, cuando lo que Hegel pretendió con su
filosofía de la historia era explicar la conciliación como el progreso, el
desarrollo, de los contrarios, que no serían tales, sino complementarios y
necesarios.
En este ambiente
se gestaron y se impartieron las Lecciones
sobre la filosofía de la historia de Hegel, que supusieron una revolución
en el campo de la historia y de la reflexión sobre ella, consolidando como
materia y disciplina académica la Filosofía de la Historia que había comenzado
su andadura en la época de la Ilustración con Voltaire y había tenido éxito
entre los más destacados pensadores europeos[92].
8. La herencia recibida
y asimilada.
Hegel es la
culminación de casi cincuenta años de filosofía de historia[93]. El lector de las Lecciones sobre la filosofía de la historia
parece que se encuentra ante un texto muy original y revolucionario, que trata
de desarrollar en medio del empirismo y positivismo historicista una interpretación
filosófica de la historia. Hegel integró en su sistema las ideas y los avances
de los pensadores anteriores, así como los descubrimientos y contribuciones de
algunos historiadores importantes, sobre todo en lo referente al mundo oriental
–tan de moda en aquella época- y a la antigüedad grecorromana. Por eso Hegel,
contra lo que muchos han afirmado, no es un autor que especula en el vacío,
pues conoció y asimiló los antecedentes y trató de ofrecer algo novedoso y
original desde su punto de vista que siempre apunta hacia otras dianas.
La herencia
recibida y asimilada[94]
va desde la expresión volteriana “filosofía de la historia”, hasta el conjunto
de ideas que manejó para componer sus Lecciones
sobre la filosofía de la historia. De este modo, cuando afirma que toda la
filosofía de la historia tiene que aspirar a convertirse en una historia
universal de la humanidad en la que se muestre cómo se ha desarrollado la
libertad desde los primeros tiempos hasta nuestros días, está siguiendo las
ideas de Herder. Dentro de esa evolución se pregunta por las formas de estado y
de gobierno que han ido sucediéndose en el tiempo hasta llegar a formar la
actual organización estatal que es el resultado de dicha evolución, fue la
tesis mantenida por Kant. Por su parte, Schiller aportó otro dato fundamental:
el historiador no construye el futuro, por eso la historia culmina en el
presente, de lo contrario sería una utopía. La evolución histórica es un
proceso del pensamiento humano que actúa con lógica, en el que cada fin se
alcanza de forma sucesiva, es la tesis fundamental de Fichte. El progreso
humano no se detiene en la realidad que vemos y dominamos en nuestro entorno,
es un progreso que va más allá de nosotros mismo, es un progreso cósmico en la
evolución del todo hasta realizar el autoconocimiento del espíritu, que es la
parte que intentó explicar Schelling.
Con estas
influencias fundamentales, y otras que sería largo citar, Hegel asume un pasado
valioso y, va a desarrollar la aventura del espíritu desde sus primeros
momentos, los orígenes que se sitúan en el Imperio Persa, hasta los días en que
él dictaba sus lecciones en Berlín.
La vida es un
proceso, es evolución, desarrollo constante que busca nuevas y más perfectas
realizaciones. El hombre es naturaleza e historia, ser y devenir. En esta
situación también está el cosmos, la realidad que nos circunda que se están
haciendo, construyendo, destruyendo y volviendo a nacer, es la semilla que se
descompone en el interior de la tierra para formar un nuevo y frondoso árbol
que dé cada año, cada estación reglada y conocida nuevos y vigorosos frutos. El
orden natural –las llamadas leyes físicas- es dinámico dentro de un proceso
repetitivo y continuado siempre igual. El orden social, el que hombre en el uso
de su libertad construye y mantiene, con sus leyes morales y jurídicas, es
también dinámico y cambiante según el lugar y el tiempo. La historia está ahí,
donde sociedad y naturaleza física conviven en un movimiento continúo. La
naturaleza acoge a la sociedad, es su soporte material, le da el lugar dónde
asentarse, es la tierra donde se enraízan los proyectos humanos que sin ella no
tendrían un lugar de referencia y destino[95].
Naturaleza y
sociedad evolucionan conjuntamente, pero no de la misma manera, ni al mismo
tiempo. Las leyes físico-naturales son siempre las mismas, con ligerísimas
variaciones bajo circunstancias parecidas se produce el mismo efecto. En la
naturaleza reina la ley de la causalidad: toda causa provoca un efecto que
siempre es el mismo y que a su vez puede ser, o es, causa de otro efecto
distinto. La naturaleza no puede escapar a esta determinación que desde siempre
y por siempre ha sido así. El punto de vista de la historia es distinto, no es
exactamente así. Los acontecimientos de la naturaleza constituyen una
repetición cíclica e igual de una serie concatenada de sucesos.
En cambio la
historia funciona de otra forma, por tanto también la evolución humana social
tampoco. El desarrollo de la historia excluye la repetición exacta de un
acontecimiento. La reacción de los sujetos, los actores, no es previsible. Ante
circunstancias parecidas los hombres han reaccionado de formas muy distintas.
La historia es innovación, revolución, cambio constante sobre sí misma, sobre
los hechos, sobre los acontecimientos. La historia no es más que la descripción
del despliegue existencial del hombre. El historiador conoce y trabaja sobre
los hechos, los sucesos, los eventos, pero si quiere hacer historia completa,
tiene que relatar cómo ha evolucionado la vida de los hombres guiada por la
razón y dirigida por el espíritu, sus ideas, su pensamiento. Aquí nos situamos
en el ámbito más íntimo del hombre, en el lugar de la libertad, de la
racionalidad, de los proyectos. Por eso Hegel trató de mostrar que el fin del
historiador tiene que ser más elevado que la mera construcción de un relato de
lo que el hombre hizo, tiene que entender qué pensaron y por qué eligieron
entre varias opciones y posibilidades una concreta y determinada que estimaron
como la mejor y la más conveniente. La historia es el relato que se articula
desde el hecho incontrovertible, hasta la razón que lo explica e interpreta. Es
la narración que va del qué y cómo, al por qué.
La historia así
entendida es la historia de la determinación de la voluntad humana, de las
acciones ejecutadas porque el hombre así lo ha querido y se ha inclinado por
una opción entre varias, después de haberlo pensado y ponderado de una manera
determinada. Es cierto, que en la historia hay pasión e irracionalidad, no se
puede negar, pero eso también es parte de la actividad humana: actuar sin
razones que expliquen aparentemente un hecho, que una vez culminadas se
conviertan en racionales, es decir, hechos que el historiador puede explicar
desde su origen dando una razón de ellas.
La historia es
historia del pensamiento, de la acción y de la voluntad humana, por tanto,
Hegel afirma que se puede decir que es un proceso lógico y racional. Esta
racionalidad no es determinación absoluta, es una racionalidad deducida a posteriori, por quien da forma y
contenido a la historia, por eso la intervención del historiador es fundamental
en todo el tiempo y en todas las épocas: explica cómo y por qué han
evolucionado las formas humanas de asociación, la vida del hombre sobre la
tierra.
El desarrollo histórico
tiene un límite que marca el presente, no se puede pasar de esa frontera. La
historia no se ocupa ni puede ocuparse del futuro, ni tiene que averiguar qué
va a pasar. Lo histórico no es prospectivo, es la descripción de un pasado que
está cerrado y concluido, que ha sucedido, explicación por qué algo ha sido
así. La historia abarca tanto el inicio como el final, el principio y el
desenlace. Todo lo sucedido y lo que está sucediendo es materia de la historia,
lo que pasará todavía no. La historia no es previsible, tenemos que mirar
continuamente hacia atrás para avanzar hacia delante. El futuro es el reino de
la libertad sin concretar. El presente se proyecta hacia el porvenir desde la
experiencia de un pasado valioso y rico.
Hegel hizo un
gran despliegue intelectual en sus Lecciones
sobre la filosofía de la historia con una clara intención: comprender al
hombre en su desarrollo completo, conocer su pensamiento a través de sus
opciones, decisiones y también de sus realizaciones. Y el fin es describir qué
ha hecho desde la perspectiva de la filosofía y a través de la acción. Por esta
razón Hegel se concentra en lo que es más evidente en la vida de los hombres:
la historia política, la evolución de las formas de estado y de gobierno a lo
largo del tiempo y en un espacio concreto[96]. La verdadera filosofía de
la historia muestra las relaciones más acabadas y perfectas de los hombres que
son las formas de organizarse políticamente. Quizá las Lecciones sobre la filosofía de la historia se podrían calificar como
una historia abreviada de la política, porque en ella Hegel muestra algo
fundamental que hemos aludido al principio: la libertad se realiza en el
espíritu objetivo, que es donde concluye la conciencia de libertad. Pero es
necesario que se den unas condiciones objetivas que hagan posible el ejercicio
de la libertad. Estas condiciones son el derecho, la moralidad y la eticidad
que estudió ampliamente en otra obra Filosofía
del Derecho, por tanto, aquí no se van a desarrollar. Todas ellas
constituyen el citado espíritu objetivo[97].
El Estado es la
perfecta expresión de la racionalidad y de la libertad, y, por tanto,
representa la forma más alta del espíritu objetivo tiene un cierto nivel de
autonomía y ejerce una autoridad real sobre los súbditos. El estado es la forma
externa de la voluntad y de la libertad humanas, en él la voluntad subjetiva y
la idea se actualiza de forma del espíritu y los principios políticos se
convierten y son el reflejo de la idea en él. En suma, el estado es el efecto
de dos causas o elementos: la voluntad subjetiva humana y la idea. De esta
forma se constituye en el auténtico sujeto de la historia, porque sin él, o
fuera de él –aquí se ve la influencia del modelo de la pólis griega- no existe ninguna libertad verdadera. Sin el estado
los hombres se unen mediante la fuerza arbitraria de uno, o sus propios deseos[98].
Para Hegel el
estado representó la única realidad capaz de lograr y realizar plenamente la
libertad. En el estado se inserta plenamente lo individual y lo universal. El capricho
individual no es libertad. Sólo en el estado el hombre tiene existencia
racional. Estas ideas de Hegel han motivado que algunos lo acusaran de
totalitarista. Hegel dice que pensar que el estado no hace más que coartar la
libertad de los individuos es pensar de forma negativa pues sólo el estado
garantiza la existencia de la libertad de los individuos y su vida libre. Lo
demás sería pensar que el capricho individual puede ser elevado al rango de
libertad. Esto provocó que Hegel criticase algunas de las teorías sobre el
estado anteriores como el estado de naturaleza tan extendido en la Ilustración
como el lugar donde los hombres vivían libres y felices[99], o el otro extremo, el
estado que cercena la libertad de los individuos y los hace infelices o la concepción
del estado protector y patriarcal que no deja ámbito de realización al hombre,
sino que todo se lo da hecho, es el despotismo.
Esta idea tuvo
gran fortuna posteriormente, porque no pocos hemos sido formados en un tipo de
historia que relataba la transformación social y política de los hombres dentro
de los acontecimientos que ellos mismos provocaban, para mi generación la
historia era fundamentalmente política, con unas manifestaciones económicas,
pero olvidando otros aspectos fundamentales como la religión, el arte, etc.,
que eran precisamente, para Hegel, historias parciales necesarias para
comprender y hacer la historia total o global, que es la auténtica filosofía de
la historia que interpreta estos hechos fundamentales.
9. La revolución hegeliana.
No se trata de
insistir en la originalidad del pensamiento de Hegel, ni en mostrar como otros
han hecho de forma más precisa, qué influencias tuvo y cómo este gran filósofo
asumió una herencia que venía desde Tales de Mileto hasta sus días, y propuso
un sistema de pensamiento que tras dos siglos todavía no ha dado sus
rendimientos más granados, porque se ha inclinado excesivamente hacia una
línea, el marxismo. Hegel es más que predecesor de Marx, es un pensador capaz
de enfrentarse y encarar cualquier problema y ofrecer de él una explicación
para entenderlo mejor e integrarlo en su pensamiento.
Nada es ajeno a
la curiosidad –en el sentido más positivo del término- intelectual de Hegel. Es
cierto que él conocía mejor el mundo clásico, el grecorromano. También tuvo una
buena información sobre la historia de la teología y el pensamiento
contemporáneo. Había leído y conocía muy bien y de primera mano las fuentes del
pensamiento filosófico, que manejaba de excelentemente. Su conocimiento es
sistemático, pero también histórico. Para él el sistema es resultado de la
decantación del pensamiento en la historia. El sistema no se hace, se va
haciendo, se va componiendo, por eso la tarea no tiene fin, es un proceso sin
término.
La historia es
fundamental en este proceso la acumulación de conocimientos, y sirve
precisamente para ordenarlos y clarificarlso. La historia forma parte esencial
del sistema hegeliano desde que comenzó a trabajarla en su Enciclopedia y culminó con una interpretación global en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia
donde se demuestra que la filosofía hegeliana es histórica, se explica mediante
propuestas, principios y problemas en términos y con una visión histórica. El
método hegeliano no trabaja con un a
priori sobre un problema, sino que se estudia y analiza desde una
perspectiva histórica. Esta postura supuso una revolución en el pensamiento
filosófico: la filosofía es posible sólo si se estudia desde la historia,
porque el filósofo tiene que prestar atención a los orígenes, considerar el
contexto donde se desarrolla y produce una idea y también debe seguir la
evolución de las doctrinas. No tuvo otro propósito en sus Historia de la Filosofía donde expuso temas clásicos como Dios, su
providencia, el hombre, la sociedad, etc. siguiendo un método de análisis
histórico. Por eso se puede decir que Hegel rompe con la herencia de Descartes
que crea un sistema o trata de crearlo, desde presupuestos fijos, para él la
filosofía es posible y debe explicarse en términos históricos. La metafísica y
toda la filosofía no puede ser una especulación sobre la realidad, sino que
tiene que ser una reflexión sobre una realidad humana que cambia, se
transforma. Por eso explicar algo supone definirlo en términos históricos que
abarca el pasado, el presente y se proyecta hacia el futuro.
La pregunta que
surge ahora es: ¿qué es en realidad la historia? La respuesta más inmediata es
que no es sólo un método, un instrumento para conocer y explorar la realidad
pasada. Es algo más que se concreta en cómo el hombre ha sido, es y será en el
futuro. La historia no la hace un hombre genial, excepcional con sus grandes
hazañas y excelentes ideas que lleva a la práctica, como Pericles, Alejandro
Magno, Julio César, Augusto, Carlomagno, Carlos I de España, Napoleón, etc.,
sino que es un proceso, un esfuerzo continuado, una determinación llena de
pasión muchas veces, de una o más generaciones, cuyo resultado final lo encarna
una persona o un grupo reducido, pero no podemos pensar nunca que son los
únicos y los últimos autores. Las realizaciones de cada generación, de cada
nación, son las concreciones del fin de la historia que no es otro que la
realización plena en cada momento de la autoconciencia de la libertad del
espíritu que se concreta en cada cultura, en cada tiempo histórico[100].
La percepción de esta realidad es la que nos muestra cómo han escrito sobre
historia los propios historiadores y, por tanto, nos muestra cómo han
considerado el oficio de historiar, el deber de hacer historia para otras
generaciones cada autor. Estas formas son las que Hegel calificó como tipos o
clases de historia que ahora vamos a explicar.
La historia es el
tribunal del mundo, por tanto, sobre los estados y las naciones hay una mente o
espíritu del mundo –Weltgeist- que
pronuncia su veredicto que se manifiesta en el desarrollo de la historia misma.
La historia del espíritu es el desarrollo de la historia misma a través del
tiempo, de su propia conciencia que se manifiesta en los individuos, en los
pueblos, en los estados y en todos los actores de la historia, quienes mientras
están envueltos en sus propios asuntos, son instrumentos inconscientes del
propósito del espíritu. Las acciones de un gran hombre se producen gracias a la
determinación de su voluntad y su pasión, es la imagen que percibió Hegel
cuando vio a Napoleón montando su caballo, victorioso tras la batalla entrando
triunfante en Jena. Los hechos están relacionados con el espíritu del mundo,
por ejemplo, la fundación de estados o las actuaciones extraordinarias de los héroes.
Hegel afirmó que
en la historia del mundo podemos distinguir importantes realizaciones de la
autoconcencia del espíritu en el proceso de desarrollo y que se corresponde con
cada uno de los cuatro momentos importantes de la historia que antes se ha visto.
10. La razón y el
espíritu en la historia.
Ya se han
explicitado los diferentes tipos de historia y cómo estas culminan en la
filosofía de la historia que sería el logro más importante tanto de filósofos e
historiadores pues comprende los procesos, todos los acontecimientos,
instituciones que están el un continuo proceso de desarrollo. Nada es eterno
excepto el cambio en sí mismo, así pues el desafío más importante de los
historiadores es la capacidad para comprender la interconexión temporal y lógica
entre los acontecimientos, los individuos y las instituciones. En definitiva,
se trata de conocer porqué ocurren los acontecimientos y llegar a tener una
idea completa del proceso histórico.
La filosofía de
la historia revela los principios universales del desarrollo humano en el
tiempo, como la única que comprende el espíritu en su evolución y realización
de su naturaleza que es la libertad en el tiempo, y finalmente, es la que
explicita los sucesos de la historia.
La historia está
ordenada por la razón porque ella misma es un proceso racional. Este es un
principio fundamental en el método histórico hegeliano, que demuestra a lo
largo de sus Lecciones sobre la filosofía
de la historia. La razón tiene tres características fundamentales: es la
esencia o la sustancia de la historia del mundo; tiene un poder infinito y toda
la realidad se configura gracias a la razón por eso todo suceso puede ser
entendido racionalmente.
La razón es un
poder absoluto que actualiza, hace existir a todo. Tiene un contenido total
porque no necesita de nada para ser completa y manifiesta en el mundo toda su
acción y todo su poder. Para Hegel nada es más relevante en el mundo excepto la
idea de la razón. Hay dos ideas de razón. La que defendió Anaxágoras que fue el
primero que afirmó que toda la naturaleza es racional en el sentido de que
opera sobre leyes inmutables. Esta idea no le sirvió a Hegel porque el filósofo
presocrático griego se refería a unas leyes física y no de la razón humana.
Esta no es la razón que domina el mundo, porque no explica cómo se conectan las
leyes físicas con la razón abstracta o ideal.
La segunda es la
idea religiosa que afirmaba que los sucesos están determinados por la
providencia divina, pero esta tampoco puede ser una razón que gobierne el mundo
porque la razón divina es incognoscible.
La historia es un
proceso racional que se fundamentaba en ella y era capaz de realizar y producir
todo en la historia por ella, sin ninguna otra asistencia, por tanto, todo debe
ser estudiado desde una idea: la historia tiene una razón intrínseca que la
guía, no sólo como una forma de justificación, sino también como algo esencial
que existe en virtud de la razón y su justificación está en la razón misma.
El espíritu es el
concepto más conocido y probablemente más complicado de todo el sistema
filosófico hegeliano. La idea básica es que toda la historia humana se dirige
mediante un proceso racional de autoreconocimiento en el que los hombres están
orientados para conseguir una mayor autoconciencia de sí y libertad externa. El
espíritu no es Dios, sino la fuerza más poderosa de la conciencia individual,
que es a la vez el mismo principio de la verdadera libertad. Por tanto, la
historia del conocimiento de la libertad es la fuerza motriz. Cada tipo de
historia que Hegel señala participa en el proceso de desarrollo del espíritu en
el tiempo y en la historia que es la parte fundamental de su filosofía de la
historia. La esencia del espíritu es su dependencia de los principios internos.
El espíritu es un concepto abstracto que no existe en un lugar determinado,
excepto en todo el mundo, en el que llega a ser una realidad concreta. A veces,
el espíritu parece Dios, o se asimila a él, gracias a ciertas similitudes
abstractas.
En la Fenomenología del espíritu Hegel admitió
dos formas de pensamiento. La primera sería la representación física de los
objetos en el sujeto y la segunda sería la representación conceptual de los
objetos en la mente del hombre. Estas formas de pensamiento están relacionadas
con dos formas diferentes de ser del sujeto. La primera muestra al sujeto como
un ser fijo, que permanece ligado a la naturaleza, un ser que no cambia, sería
semejante al hypokeimenon de
Aristóteles[101].
La segunda forma se define por el contrario a lo que una vez pensado se mueve y
llega a ser. Son el ser en la mente y
fuera de ella y que se presenta ante el sujeto de una manera determinada.
La característica
fundamental del espíritu es su dinamicidad, se hace y se muestra en el tiempo,
pero no está en el tiempo, permite y facilita que las cosas aparezcan. El
significado de los conceptos se revelan en la historia y el espíritu es el
espíritu en la historia, por esta razón la historia ocupa un lugar central en
el sistema hegeliano, ofreciendo a la filosofía los medios necesarios para
centrarse en sus propios objetos y asuntos.
Antes hemos
citado las formas de hacer historia que muestran la diferencia entre la
historia que hacen los historiadores, llamada historiografía, y la historia
desde el punto de vista de la filosofía que es la filosofía de la historia que
profundiza en la relación entre lo que se hace, se está haciendo, y lo que
permanece en el tiempo. Por eso la filosofía de la historia necesita y se
centra en la interpretación del contenido mismo de la historia[102]
con el fin de explicar y conocer cómo la razón gobierna el mundo[103].
Conocer las
reglas de la historia global significa admitir que el espíritu se mueve de un
punto a otro, en este movimiento los hombres llegan a conocer sus
manifestaciones concreta en un tiempo y en un lugar determinado, así la
historia es la historia del espíritu o, mejor dicho, de las manifestaciones del
espíritu.
El fin de la
filosofía de la historia es aprehender el curso del espíritu, que no está
esperando al final del viaje, sino que se mueve por un camino, y ese movimiento
es del espíritu absoluto que es un ser en la historia que ofrece un
conocimiento total de la realidad. La filosofía de la historia de Hegel se
puede llamar ontoteología de la historia.
La relación entre
las obras de Hegel Fenomenología del
espíritu y Lecciones sobre la
filosofía de la historia es muy clara[104]. Hegel afirmó en la
primera que la historia muestra el plan de la providencia en tres fases del
espíritu: verdadero, extrañado de sí mismo y cierto en sí mismo que se
corresponden con otras tantas fases de la historia de la humanidad: antigüedad
grecorromana, la edad media y la edad moderna desde la Revolución Francesa. De
este modo la división de la historia podría quedar de la siguiente manera:
1.
El espíritu verdadero que se
manifiesta en la antigüedad grecorromana. Las manifestaciones más importantes
fueron el desarrollo de una teoría ética en Grecia y el sistema de derecho
romano.
2.
El espíritu extrañado de sí
mismo en la edad media hasta Revolución Francesa.
3.
El espíritu cierto en sí
mismo que provoca el domino de la razón en la Ilustración, el Romanticismo y la
Revolución Francesa.
Un esquema
parecido se encuentra en su obra La
ciencia de la lógica donde se afirma que lo primero que tiene mostrar
cualquier ciencia, cualquier forma de conocimiento humano es su dimensión
histórica, así una secuencia histórica de cualquier sistema filosófico es la
misma que la derivación lógica de las determinaciones conceptuales de la idea.
¿Existe conexión
entre la división cronológica en períodos y la fenomenología de la historia? La
respuesta está en la historia conceptual que muestra la estructura, el sentido,
el significado y el propósito de la historia. Por su parte, la cronología es
una ordenación simple de los sucesos en el tiempo que nos ofrece de forma
seriada un conjunto de acontecimientos que se organizan siguiendo un esquema
triádico: antes de, después de y simultáneamente. La cronología no puede
explicar nunca las intenciones, los propósitos, las necesidades del espíritu en
una época, porque la cronología es el resultado de esa necesidad. Un ejemplo,
las Res gestae se escribieron para
ofrecer ejemplos de comportamiento humano ante una serie de circunstancias. La
cronología con su acumulación necesaria de datos, fechas, etc., no puede
explicar de ninguna forma la plenitud y la concreción del tiempo en el
espíritu, del movimiento del espíritu en el tiempo. Sólo la historia conceptual
puede llegar a mostrar y explicar por qué existen las relaciones esenciales en
la historia, el sentido y el significado del mundo en su devenir histórico.
Por tanto, puede
volver a preguntarse por el ser del espíritu en el tiempo. El espíritu no está
en el tiempo. Como estructura total y globalizante, el espíritu es el tiempo.
El tiempo es la estructura de la unidad de la dimensión estática y temporal del
ser. Cuando el pasado, el presente y el futuro se consideran de una forma
integral, y se entienden como tales, el proceso de temporalización se completa.
De ahí que cuando Hegel usa la palabra sustancia está significando ser en el
tiempo, algo temporal que se desarrolla. Por el contrario, el espíritu es lo
absoluto y es el tiempo mismo. De este modo, se puede afirmar que Hegel usa la
noción de tiempo primario, que sería la historia absoluta, y un tiempo
secundario, que sería la historia. Sólo la historia totalmente aprehendida
puede considerarse historia absoluta. Esta es la filosofía de la historia que
se ocupa de las realizaciones del espíritu libre y de la razón en el tiempo
11. El vuelo de la
lechuza de Minerva.
Este texto tiene
como primer objetivo ser útil para el lector actual que se enfrenta a una obra
tan compleja y tan interesante como Las
Lecciones sobre filosofía de la historia Universal, en la que a cada paso
se encuentra una idea, una reflexión, un pensamiento de un filósofo genial. En
él se procura conducir al lector a través de los problemas más importante que
abordará Hegel en su obra. Quedan muchos aspectos por tratar, pero en unas
líneas preliminares no se pueden agotar todos los temas que el pensador
despliega en su trabajo.
El esfuerzo
filosófico de Hegel es muy ambicioso porque quiere ofrecer una salida a la
situación agudamente crítica de su tiempo. Él mostró un camino que tiene mucho
que ver con la restauración del pensamiento filosófico. Los intentos anteriores
a él no fueron comprendidos en su totalidad, o fallaron en algún punto, por eso
Hegel volvió a intentarlo y una muestra son sus Lecciones sobre la filosofía de la historia Universal.
La historia
comparece en su texto, en su discurso, como un saber propio del sujeto que
quiere conocer cuál es su origen y su destino. El proceso es la historia que se
puede aprehender, esta ciencia es la historiología. Hegel pensó que la historia
termina en el presente, y admitió que en su época estaba muy cercana al fin de
la historia. Será el final de la dialéctica, del proceso en que no habrá
negación, ni innovación, sino unidad total. Esto sucederá cuando el espíritu
haya retornado a sí mismo después de su viaje y haya completado el proceso de
autoconocimiento.
La filosofía de
la historia para Hegel supuso juzgar toda la historia desde su posición. La
filosofía de la historia trata de reconstruir el contenido total de la historia
universal desde categorías filosóficas, que es, como se ha dicho, la forma más
elevada de hacer historia, pues exige un conocimiento exhaustivo del pasado y
una capacidad de especulativa sobre el orden intrínseco y final que se puede
atribuir a la existencia humana. Por eso, cuando llegó a Berlín afirmó que la
plenitud de la historia había llegado con el Estado Prusiano, sin tener en
cuenta que era una determinación más, una construcción humana histórica como
las que él repasó en sus lecciones, y no podía considerarse definitiva. Sin
embargo, Hegel pensó que la lechuza de Minerva levantaba su vuelo, es decir, la
lechuza que es el símbolo de la sabiduría, cuando se marcha es porque hemos
llegado al saber absoluto, la dialéctica se ha detenido porque ya ha dado to su
fruto y no hay más que hacer. Eso fue lo que Hegel quiso mostrar una y otra vez
en sus cursos de filosofía de la historia, como su presente es la presencia
definitiva y clausura el proceso de existencia y evolución. No hay más saltos
hacia occidente, el espíritu se ha detenido en la realización más perfecta y
sublime del hombre que es, políticamente el estado prusiano, filosóficamente su
sistema, socialmente la superación del romanticismo y la ilustración. Por
tanto, para qué pensar más, hemos llegado a la clave de la existencia.
El desarrollo
histórico de la humanidad es lineal, no es un proceso decadente y regenerativo
contínuo, sino un proceso en el que se puede encontrar todo aunque el presente
será siempre un momento superior a los anteriores. La historia se constituyó en
el sistema de Hegel como un proceso interno en el cual la fuerza del espíritu y
la razón llegarán a realizar la libertad. La historia pues es la realización en
el mundo de la idea suprema que es Dios, la máxima expresión de la racionalidad[105].
Es cierto que su
método dialéctico dio una clave para superar la crisis contemporánea. Sin
embargo, la realidad mostró a Hegel que sí se podía ir más allá. Y esta es
precisamente la crisis de la filosofía hegeliana: que el proceso continua y
continuará a pesar de los muchos intentos que se han hecho por clausurarlo.
¿Por qué fracasó Hegel? Sus críticos, Kierkegaard, Marx, Heidegger, etc.,
dijeron que su método servía para pensar el pasado, que es lo dado, no el
futuro que es lo que se tiene que realizar en el tiempo. El pasado no genera
contenidos, ni se genera desde el presente, se puede contar, narrar, pero no
generarlo. Por tanto, el pasado no servía para cerrar el presente.
Como se ve la
solución de Hegel dejó muchas dudas y un buen número de interrogantes abiertos.
Pero él fue un pensador que intentó reflexionar sobre los problemas
profundamente humanos. Y es precisamente este su gran valor: el haber estudiado
y pensado con profundidad, rigor y coherencia las constantes que afectan al
modo de ser hombre para llegar a darle una solución, o al menos intentar
comprenderlas mejor. Como todo gran pensador, Hegel se encontró ante una
situación acuciante: la filosofía estaba en crisis y no gozaba de buena salud
porque se había aislado al prescindir de no pocos ámbitos del conocimiento de
la realidad, el hombre no superaba sus contradicciones y su desgarro, el
romanticismo no daba respuesta a las cuestiones que se planteaba. Hegel
intentó, y lo logró, hacer filosofía por todo lo alto, pensar los problemas
desde un punto de vista auténticamente filosófico. En sus Lecciones sobre la filosofía de la historia Universal trató de
explicar y solucionar problemas teóricos y, en parte, prácticos que tenía
planteados, no olvidemos que fue testigo de no pocos cambios políticos y
sociales.
La lectura de
esta obra nos puede llevar a plantearnos preguntas similares a las que el autor
se hizo en su momento, pero dudo que nuestro bagaje intelectual, el nivel de la
filosofía actual, el conjunto completo de preocupaciones en el que se mueve el
hombre, constituyan el lugar adecuado para responderla. No obstante como seres
humanos tenemos que seguir pensando y explicando nuestra realidad, nuestro
mundo, porque sin hacernos cargo de él vamos a la deriva. Hay que volver a
centrar la atención en el protagonista de la historia: el hombre sin
absolutizar ninguna de sus capacidades operativas.
El proceso
histórico está abierto esencialmente hacia el futuro. Lo que llegamos a conocer
de él es un pasado que no se puede mover, está cerrado, ordenado y clausurado
para ser estudiado y un presente que se nos escapa como el agua entre las manos
-la imagen es del poeta Marcial-. El pasado revela la contingencia de las
formas políticas, económicas, culturales y espirituales del ser humano que
aparecen con fuerza y desaparecen con tiempo, en la evolución histórica. Ese es
el destino del hombre: construir y volver a construir, en un proceso cuyo final
no conocemos, pero que podemos llegar a intuir, siempre que no perdamos nuestra
capacidad de apertura hacia un tiempo que se va y que viene y que en nosotros
se hace presente y que apunta hacia ese futuro constante y vitalmente.
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Eleusis, Studies In Political Thought, Princeton University Press,
Princeton, 1978; M. Mitias, Moral
Foundation of the State in Hegel's Philosophy of Right. Rodopi, Amsterdam, 1984.
“La sustancia
del espíritu es la libertad. Su fin en el proceso histórico queda indicado con
esto: es la libertad del sujeto; es que este tenga su conciencia moral y su
moralidad, que se proponga fines universales y los haga valer; que el sujeto
tenga un valor infinito y llegue a la conciencia de este extremo. Este fin
sustantivo del espíritu universal se alcanza mediante la libertad de cada uno.
Los espíritus de los pueblos son los miembros del proceso en que el espíritu
llega al libre conocimiento de sí mismo. Pero los pueblos son existencias por
sí -no estamos aquí tratando del espíritu en sí- y como tales tienen una
existencia natural. Son naciones, y, por tanto, su principio es un principio
natural. Y como los principios son distintos, también los pueblos son
naturalmente distintos. Cada uno tiene su propio principio, al cual tiende como
a su fin. Alcanzado este fin, ya no tiene nada que hacer en el mundo. Hay que
considerar, por tanto, el espíritu de un pueblo como el desarrollo del
principio, que está encubierto en la forma de un oscuro impulso, que se
expansiona y tiende a hacerse objeto. Este espíritu del pueblo es un espíritu determinado,
un todo concreto, que debe ser conocido en su determinación. Siendo espíritu,
solo puede ser aprehendido espiritualmente, mediante el pensamiento; y nosotros
somos quienes concebimos el pensamiento. Pero además el espíritu del pueblo se
aprehende a sí mismo con el pensamiento”. G.W.F. Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia, p.
Véase S. Dellavalle en la edición Filosofia
della storia universale, cit., pp. XVIII-XLVI.
Para el tema
del espíritu y del fin de la historia, hay mucha bibliografía, se pueden
consultar, a mode de ejemplos, los siguientes trabajos: G. Dulckeit, Die idee Gottes im Geiste der Philosophie
Hegels, München, Hermann Rinn, 1947; L. Walentik, Der Begriff des Endzwecks der Weltgeschichte bei Hegel, Wien, 1960.
(Tesis-Universidad de Viena); B. Cooper, The End of History. An Essay on Modern
Hegelianism, Toronto, University of Toronto Press, 1984; VV.AA., Hegel, l'esprit objectif, l'unité de l'histoire.
Actes du IIIème Congrès International de l'Association Internationale pour
l'Etude de la Philosophie de Hegel (Lille, 8-10 avril 1968), Association
des Publications de la Faculté des Lettres et Sciences Humaines de Lille, Lille, 1970; G. Bataille, M. Ciampa y F. Di
Stefano, Sulla Fine della storia, saggi
su Hegel, Liguori, Napoli,
1985; A.T. Pepperzak, Autoconoscenza
dell'assoluto: lineamenti della filosofia dello spirito hegeliana,
Bibliopolis, Napoli,1988; Ph.T.
Grier, "The End of History, and the Return of History",The Owl of Minerva 21/2, 1990, pp. 131-144; L. Pompa, “Philosophical
History and the End of History”, Bulletin
of Hegel Society of Great Britain 23/24, 1991, pp. 24-28; R. Bubner,
“Hegel and the End of History”, Bulletin
of Hegel Society of Great Britain 23/24, 1991, pp. 15-23; H.S. Harris,
“The End of History in Hegel”, Bulletin
of Hegel Society of Great Britain 23/24, 1991, pp. 1-14; F. Chiereghin,
“Tempo e Storia in Hegel”, Verifiche
23, 1994, pp. 17-56; J. Walker, History,
Spirit and Experience. Hegel’s Conception of the History task of Philosophy in
his Age, P. Lang Verlag, Frankfurt a. M., 1995; K. Gley, “Hegel und das
Ende der Geschichte und kein Ende”, Hegel-Jahrbuch,
1996, 21-32; H. von Erp, “Hegel’s Philosophy and the End of History”, Hegel-Jahrbuch, 1997, pp. 165-169.
Sobre el tema del desarrollo de la filosofía de la historia y su
desarrollo tras Hegel pueden versea modo de ejemplo, el libro clásico de J.
Thyssen, Geschichte der
Geschichtesphilosophie, Bouvier, Bonn, 1954; A. Sabatti, Hegel e il problema della filosofia como
Storia, Glaux, Napoli, 1957; P.E. Tillinghast, Approaches to history, selections in the philosophy of history from the
Greeks to Hegel, Prentice-Hall, Englewoods Cliffs, 1963; B. Croce, Saggio
sullo Hegel: seguito da altri scritti di storia della filosofia, Laterza
& Figli, Bari,1967; E. Cassirer, The Problem of Knowledge. Philosophy, Science and
History since Hegel, Yale University Press, New
Haven, 1969; M. Murray, Modern Philosophy
of History. Its Origin and Destination, The Hague, M. Nijhoff, 1970; E.
Rivera de Ventosa, Tres visiones de la
historia: Joaquín de Fiore, San Buenaventura y Hegel, estudio comparativo,
Editrice Miscellanea Francescana, Roma,
1975; K. Brose, Kritische Geschichte:
Studien zur Geschichtsphilosophie Nietzsches und Hegels, Peter Lang,
Frankfurt am Main, 1978; R. Sánchez Puentes, “Hegel y la historia como devenir
absoluto”, Revista de Filosofía 12,
1979, pp. 55-76; R.J. Siebert, Hegel's
philosophy of history: theological, humanistic and scientific elements,
University Press of America, Washington,1979;
Ch. Taylor, Hegel and Modern Society,
Cambridge University Press, New York-London,
1979; M. Haar, “Structures hégéliennes dans la pensée heideggérienne de
l’Histoire”, Revue de Métaphysique et
Morale 85, 1980, pp. 48-59; G. Andrássy, Marx’s Philosophy of History and Hegel Logic (parallels),
Universitatis Pécs Publicata, Pécs, 1983; F.C. Beiser, “Hegel’s Historicism”, Beiser, F.C. (ed.), The Cambridge Companion to Hegel,
Cambridge University Press, Cambridge, 1983, pp. 270-300; M.A. Gillespie, Hegel,
Heidegger, and the Ground of History. University of Chicago Press, Chicago, 1984; L. Polo, Hegel y el poshegelianismo, Universidad de Piura, Piura, 1985; J.
Ferrater Mora, Cuatro visiones de la
historia universal San Agustin, Vico, Voltaire, Hegel, Alianza, Madrid,1988; W. Weier, Die Grundlegung der Neuzeit Typologie der Philsophiegeschichte,
Wissenschaft Buchges., Darmstadt, 1988;
J.E. Grumley, History and totality:
radical historicism from Hegel to Foucault, Routledge, London,1989; ; G. Fessard, Hegel, le christianisme et l'histoire;
textes et documents inédits, PUF, Paris,1990;
R. Stern (ed.), G.W.F. Hegel: Critical
Assessments, 4 vols., Routledge, London, 1990, “Hegel and the New
Historicism”, Bulletin of Hegel Society
of Great Britain 21/22, 1990, pp. 55-70; L. Pompla, Human nature and historical knowledge, Hume, Hegel and Vico, University Press, Cambridge, 1990; E. Matassi, Eredità hegeliane. Da Cierzkowski e Gans a Ritter, Morano Editore,
Napoli, 1991; H. Williams, “Political Philosophy and World History. The
Exemples of Hegel and Kant”, Bulletin of
Hegel Society of Great Britain 23/24, 1991, pp. 51-60; W. Cristaudo, The metaphysics of science and freedom: from
Descartes to Kant to Hegel, Gower,
Avebury, 1991; M. Gans, Das Subjekt der
Geschichte, Studien zu Vico, Hegel und Foucault, Georg Olms Verlag,
Hildesheim, 1993; T. Rockmore, Before and
after Hegel. A historical introduction to Hegel's thought, Univ. of Calif.
Press, Berkeley, 1993; A. von Werder, Philosophie
und Geschichte: Das historische Selbstverständnis des objektiven Idealismus bei
Hegel und bei Hösle / Vorgelegt von Annette von Werder, Philosophischen
Fakultät der Rheinisch-Westfälischen Technischen Hochschule Aachen, Aachen,1993; E. Cruz Vergara, La Concepción del conocimiento histórico en
Hegel, ensayo sobre su influencia y actualidad, Decanato de Estudios,
Graduados e Investigación, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, Puerto Rico,1997; F. Chiereghin, Tempo e Storia. Aristotele, Hegel, Heidegger, Il Poligrafo, Padova, 2000; S. Dellavalle, “Introduzione”, en G.W.F.
Hegel, Filosofia della storia universale,
Einaudi, Torino, 2001, pp. VI-LXX; J.C. Monod, La querelle de la sécularisation: théologie
politique et philosophies de l'histoire de Hegel à Blumenberg, Librairie
philosophique J. Vrin, Paris, 2002.
Salvador Rus Rufino
UNIVERSIDAD DE LEÓN
En una
intervención como esta no se puede pretender explicar todo el denso contenido
de la obra de G.W.F. Hegel Lecciones
sobre la Filosofía de la Historia Universal que contiene una gran cantidad
de problemas que merecen ser comentados y tratados con más profundidad. Mi
intención hoy es otra: tratar de explicar por qué tras casi dos siglos de
pensamiento, de desarrollo de la filosofía de la historia y de la historia este
texto usado para dar unas clases en diversos semestres en la Universidad de
Berlín sigue ofreciendo al lector actual respuestas a interrogantes vitales
como cuál es el fundamento de su existencia y el destino del mismo. Hegel
responde a estas cuestiones desde su propio sistema filosófico muy maduro
cuando comenzó a explicar filosofía de la historia ante sus alumnos, algo que
no había hecho en los años anteriores en las universidades de Jena, Heidelberg
y los primeros cinco años de Berlín. Las Lecciones
sobre Filosofía de la Historia Universal tienen la frescura de un texto
clásico no sólo para la filosofía de la historia, también para los
historiadores que pueden ver en él palpitar el esfuerzo de un pensador genial
por superar la situación agudamente crítica que vivía la filosofía, la sociedad
y la cultura de su tiempo, sumida en la división y desgarro interior que
producía el movimiento Romántico que estaba en sus últimos momentos. Esta fase
de evolución del pensamiento exigía una nueva filosofía que fuera capaz de responder
a las exigencias del nuevo hombre que surge tras las crisis y las revoluciones
que el mundo vivió en los años que Hegel desarrolló su pensamiento.
1. ¿Qué sentido tienen
las Lecciones sobre la Filosofía de la
Historia en el siglo XXI?
En un breve libro sobre la
filosofía de Hegel, Peter Singer afirma que la historia es fundamental en la
construcción del sistema filosófico hegeliano, es un elemento que que está en
centro mismo del sistema, no en una esquina, por tanto, para entender su sistema
filosófico hay que comenzar por la historia[1]. Esta afirmación sería
suficiente para justificar por qué hay que volver la mirada a esta obra cuando
todavía no hemos consumido la primera década del siglo XXI, en el que viviremos
intensos cambios, como ha sucedido siempre en la historia del mundo, de la
humanidad.
Cuando terminaba
el siglo XX muchos pensadores dijeron que brindaban para que se extinguiera la
época más oscura y violenta de la humanidad. Un siglo que había traído un
sinnúmero de guerras, una multitud de catástrofes, un sin fin de conflictos y
tantos reajustes políticos que podría decirse que quien conoció la tierra y su
distribución en 1900, en el último año del siglo no podría reconocerla. No
faltaba razón a los que así opinaban. Tenían la esperanza que tras doblar la
centuria todo sería un poco distinto. La esperanza no se pierde, pero la
realidad es muy parecida. A nivel de conflictos, de cambios, de situaciones
antihumanas, seguimos igual, o peor.
Los últimos
sesenta años de historia han supuesto para el hombre un proceso de cambio
acelerado ante el que muchas veces ha sentido vértigo y se ha visto desbordado.
La reconstrucción del mundo tras el largo período bélico, la guerra fría, la
división en bloques, la creación de la Comunidad Económica Europea, y sus
ampliaciones hasta llegar a la Unión Europea de 25 miembros, las diferentes
crisis bélicas: Vietnam, Oriente Medio, los Balcanes, Afganistán, los Grandes
Lagos, las Guerras del Golfo I y II, y una larga lista de conflictos ‘menores’
-si es que un conflicto puede calificarse en algún caso como menor- políticos,
sociales, económicos y culturales, han provocado que el hombre viva a la
intemperie. Hoy día el ser humano busca hacerse cargo de una realidad vital que
le es extraña y le ataca por doquier, pero tiene que vivir con ella y a pesar
de ella. Son los fantasmas que se hacen realidad, a lo largo de nuestra vida y
que no podemos pasar sin ellos, pero tenemos que saber convivir con ellos y
superarlos mediante el poder de nuestra razón, con ideas y no la violencia
física, con las armas y con los ejércitos, pues la fuerza separa, quiebra la
armonía, no integra ni une a las personas, las distancia, las separa en
compartimientos estancos e incomunicados. El odio genera odio, la violencia más
violencia y la injusticia mayores injusticias.
Intentamos
hacernos cargo de nuestro presente, luchamos por planear el futuro. Los hombres
tenemos la tendencia a reducir el mundo a un horizonte propio marcado por el
momento histórico. Cada uno de nosotros enfoca y analiza el entorno a partir de
sus propios intereses y actúa sobre él bajo los factores que le son impuestos
por su tiempo. Nuestro mundo cambia, nosotros también. El hombre es historia,
en el devenir se hace, se construye. Cada generación tiene una misión que
determina su existencia y marca su biografía. Existe una herencia que recibimos
y que entregamos a otra generación. Vivimos de lo acumulado, somos enanos a
hombros del gigante de la Historia, como escribió Bernardo de Chartres. La vida
del hombre es dinámica, no estática, en el hacer y construir, también a veces
en la destrucción, se fragua el ser y la realidad de lo que somos y seremos.
Hegel admitió esta evidencia: las condiciones de la existencia humana se
transforman de una época a otra, en el proceso de cambio y evolución se realiza
la Historia.
En este devenir
que es la vida de cada uno se llega siempre a un final que será el principio de
una larga y fecunda singladura. Vivimos en un mundo que una y otra vez ha
surgido rejuvenecido tras la ruina. La humanidad lucha y seguirá luchando por
no ver morir a su civilización mediante la petrificación de sus creencias.
Estamos ante un hombre agónico que se esfuerza por comprender y aprehender, un
ser humano que necesita razones para vivir y seguir diseñando su existencia, y
que en parte ha perdido la confianza en las posibilidades de la razón. Está a
la deriva y con un futuro problemático, a veces muy oscuro. Sin futuro no hay
vida posible, plenitud vital. Sin porvenir lo único que hacemos es acumular
útiles, cosas, medios que no tienen razón de ser, ni fin alguno, excepto darnos
una aparente seguridad en la posesión.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia
están dictadas y escritas en una situación histórica parecida y en ambiente
intelectual en crisis. Hacia cuarenta años que la Revolución Francesa había
triunfado. Europa estaba asimilando el cambio tras la convulsión que supuso el
fenómeno de Napoleón. Los primeros veinte años del siglo XIX fueron alegres y
relajados, cada uno quería recomponer la situación y situarse en ella. Hegel
mismo comenzó a disfrutar de la ópera, del teatro, del arte. Viajó a París, a
Viena y otros lugares. El europeo vivía bien, el ciclo revolucionario
euroamericano había terminado. Los estudios sobre países lejanos, Oriente y
América florecían. Las expediciones científicas eran un éxito. El ser humano
acumulaba saber y conocimientos para entenderse a sí mimo y proyectarse más
allá de su tiempo presente transmitiendo lo aprendido y asimilado. Todo parecía
nuevo y cambiante, había optimismo y pesimismo a la vez, pero se estaba en la
senda de la integración, de llegar a contemplar la diversidad como algo natural
y superable.
Hegel estaba
feliz en su cátedra de Berlín. Su vida discurría por los caminos de la tranquilidad
y seguridad. Era un buen profesor, un reconocido pensador y un crítico implacable, sarcástico y temido por otros
autores e incluso colegas de la Universidad, actitud que le acarreó alguna que
otra enemistad. En Berlín tomó forma su pasión juvenil por la Historia. En
estos años se propuso recomponer un pensamiento filosófico que había tenido un
pasado glorioso, pero que en su tiempo se encontraba a la deriva. Dentro de ese
plan general estaba la compresión del pasado como realización humana. Esta es una
de las claves para entender por qué Hegel decidió repetidas veces ofrecer un curso
sobre la filosofía de la historia universal.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia
pretendieron ser la guía interpretativa de un pasado cargado de enseñanzas pero
disperso. Es la síntesis en la que todas las piezas diseminadas en el espacio y
en el tiempo alcanzan su unidad y su comprensión superando los momentos
anteriores. Es lo que nos permite entender qué hemos sido, qué somos y hacia
dónde vamos. Y estas son, más o menos, las preguntas radicales que el hombre se
hace en la actualidad.
Hegel filosofó
porque quería dar una salida al momento histórico que vivía. Su preocupación es
la misma que la del hombre actual. Él vivió el final del movimiento romántico en
el que la existencia del hombre estaba desintegrada, falta de unidad, desgarada
interiormente, sin capacidad para entender la conexión entre lo que sucede y
por qué. El romántico vive en el exceso y en la desesperación, en la noche y el
día, en el cielo y en el infierno, está quebrado y dividido entre el
sentimiento y la razón, la necesidad y la libertad… así nace la revolución,
como una forma de buscar nuevos caminos abruptamente. De este modo, el arte, la
música, la literatura, la filosofía y toda la cultura romántica, se mueven en y
entre los opuestos sin llegar a la conciliación. Hegel precisamente intentó
eso: conciliar los contrarios mediante el uso del método dialéctico[2].
Y en este contexto entra de lleno la Historia[3].
El error del
romántico fue considerar los opuestos al mismo tiempo, simultáneamente, de
forma concurrente. Cuando los contrarios se contemplan enfrentados, el
conflicto es inevitable. Pero si en lugar de opuestos se consideran
distribuidos en un proceso, entonces se puede llegar a superar la lucha y la
contraposición, y el resultado será la integración mediante el paso de uno a
otro que es la renovación, la síntesis en el proceso dialéctico. Quizás algunos
conflictos planteados en el siglo XX y, también, en el siglo XXI, podrían superarse
mediante este método. La historia aparece entonces como un proceso de
renovación e innovación que evita el atasco y la contradicción entre los
contrarios. La evolución humana y cada vida se inscribe dentro de un proceso
que se caracteriza por las siguientes fases: nacimiento, desarrollo, plenitud,
madurez, decadencia, muerte y renovación.
Hegel reflexionó
sobre su situación histórica para llegar a ofrecer soluciones estables,
posibles y no simples compromisos[4].
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia
hoy pueden servirnos de espejo para mirarnos en un pasado que tiene luces y sombras,
pero que en todo caso es nuestro pasado y del que tenemos que partir, llegar a
asumir y seguir renovando y creando para otros para que la historia no se
detenga, que sería la muerte. Un lector del siglo XXI casi dos centurias
después puede encontrar en Hegel el compromiso de uno de los más grandes
pensadores de la humanidad por llegar comprender profundamente su tiempo y,
también, el pasado, a la vez que muestra el esfuerzo hercúleo por solucionar
una situación crítica que ofreciera al hombre una salida del atolladero en el
que se encontraba. Hegel trató de superar la crisis mediante la comprensión de
lo más propiamente humano: la fuerza de la razón y del pensamiento. El esfuerzo
late en cada una de las páginas de las Lecciones
sobre la filosofía de la historia, será el lector quien extraiga de ellas
todo el jugo que le pueda servir para entender desde el pasado nuestro
presente, siguiendo la guía de una de las cabezas más poderosas que ha
reflexionado sobre el ser y el destino del hombre en su Historia.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia es más que un producto
condicionado y pegado a unas circunstancias espacio-temporales del Estado
Prusiano de principios del siglo XIX. Hegel no vio publicada la obra, en la que
trabajaba cuando murió. El texto que tenemos es el resultado de sus notas de
clases y también de los apuntes de estudiantes aventajados que oyeron sus
lecciones durante la década de los veinte en la Universidad de Berlín. Sus
alumnos, colegas, discípulos y amigos se sorprendieron por su repentina muerte
en 1831 cuando contaba sólo con 61 años, porque a esta edad todavía estaba muy
activo física e intelectualmente, había llegado a ver y exponer su sistema
filosófico y tenía por delante unos años para seguir haciendo contribuciones
muy valiosas al pensamiento europeo y universal. Las Lecciones sobre la filosofía de la historia nos muestran cómo Hegel
intentó explicar el aparente caos en el que se podía convertir la Historia ante
los ojos de un espectador si se consideraban el devenir de la humanidad como
una sucesión de hechos sin una guía interpretativa; y no como una amplísima
variedad de acontecimientos y sucesos que muestran el progreso racional del
hombre hacia la realización plena de su libertad[5].
Hegel pretendió
llegar a una solución intelectual para sacar a la filosofía, al pensamiento y
también a su tiempo histórico de una situación crítica. En sus Lecciones sobre la filosofía de la historia
no se dedicó a detectar y describir la crisis, como muchos hicieron antes, sino
que se esforzó por mostrar a sus oyentes y lectores que había una solución si
se planteaban los problemas en un nivel intelectual para superar el impasse romántico mediante un
pensamiento, una propuesta filosófica que genere contenidos.
El propósito de
Hegel puede y debe servir, ser útil, a nuestra época ayuna muchas veces de
sentido y también de contenidos que se debate en muchas ocasiones en un
manierismo narcisista que no conduce más que agudizar nuestra crisis. En este
texto Hegel mira y narra el pasado para comprender y analizar el presente y,
finalmente, abrir la puerta de un futuro mejor para todos[6].
2. Cronología, biografía
y contexto histórico de Hegel[7].
En este epígrafe
se ofrecerá una cronología comentada de la vida de Hegel, bastante desconocida
en la actualidad, señalando en cada año los sucesos más importantes que la
conformaron. Básicamente existen siete fases: nacimiento, infancia y juventud
en Stuttgart (1770-1788), los años formación y estudio en la Universidad de
Tubinga (1788-1793); su trabajo como preceptor de dos familias ricas en Berna y
Frankfurt (1793-1800), docente en la Universidad de Jena y redactor del Bamberger Zeitung (1801-1808), profesor
de Gymnasium[8]
en Nüremberg y primera cátedra en la Universidad de Heidelberg (1808-1818), su
traslado a la Universidad de Berlín y primeros viajes al extranjero (1818-1829)
y sus últimos años como Rector de la Universidad y testigo de la revolución
liberal (1829-1831).
Nacimiento y juventud en
Stuttgart 1770-1788.
Georg Wilhelm
Friedrich Hegel nació en Stuttgart el 27 de agosto de 1770. La ciudad era la
capital del Ducado de Wittemberg. Sus padres fueron Georg Ludwig (1733-1799) y
María Magdalena Louisa Fromm (1741-1783). Fue el primero de los tres hijos del
matrimonio. Su padre era secretario de de finanzas del Ducado y más tarde se
convirtió en jefe de la Cancillería. La familia Hegel era original de Carintia
y emigraron en el siglo XVI a Wittemberg durante las persecuciones religiosas.
Hegel pasó dos años (1773-1775) en la escuela elemental (Deutsche Schule) y
otros dos (1775-1777) en llamada Escuela Latina (Lateinische Schule) en
Stuttgart. En 1777 ingresó en el Realgymnasium o Gymnasium Ilustre orientado a
las humanidades y al estudio de la religión donde realizó toda la enseñanza
media y se reveló con un alumno modelo y aventajado. Completó su formación con
lecciones particulares del coronel de artillería C.Fr. Duttenhofer sobre
geometría, astronomía y agrimensura. En el año 1783 murió su madre durante una
epidemia de disentería. Desde entonces la educación de los tres hermanos
–Georg, Ludwig y Christian- dependerá de las orientaciones de su padre. Hegel
escribió un diario en alemán y latín que comenzó en 1785 donde explicó en qué
consistió esta formación: conocimiento de la lengua y cultura clásica Griega y
Romana, lectura de autores como Homero, Sófocles, Eurípides, Sócrates, Platón,
Aristóteles[9],
Tito Livio, Cicerón, Longino, Longo y Epicteto. Estudio y aprendizaje de la
Biblia –Antiguo y Nuevo Testamento- y lectura de autores modernos como
Mendelssohn, Lessing, Goethe, Schiller y novelas populares de la época como las
escritas por T.G. von Hippel.
Años formación y estudio
en la Universidad de Tubinga 1788-1793.
Superados los exámenes de
madurez el 27 de octubre de 1788 se inscribió en la Universidad de Tubinga para
estudiar Teología. Allí vivió en un antiguo monasterio de agustinos que se
conocía con el nombre de Stift, era
la Facultad de Teología donde se formaban tanto los futuros pastores
protestantes, como los docentes de las escuelas del Ducado. En Tubinga recibió
lecciones de famosos profesores como Fr. Schnurrer de Exégesis Bíblica, G.Fr.
Roesler de Historia de la Filosofía, J.Fr.Flatt de Metafísica y Teología
Natural y, sobre todo, de J.C. Store de Teología Dogmática. Hegel no tenía
vocación de pastor, ni le satisfacía la vida intelectual del Stift sumido en una ortodoxia luterana
rígida. Por esta razón se mostró indisciplinado con continuas faltas a clases,
a las oraciones comunitarias y los frecuentes retrasos en la incorporación tras
los períodos de vacaciones, fueron argumentos suficientes para condenarle a
pasar unos días de prisión aislada en la Universidad.
En 1790 compartió
la habitación con Hölderlin y Schelling[10]. Los tres celebraron de
forma muy ostensible el aniversario de la Revolución Francesa[11].
Su interés por la Teología era cada vez menor, pero aprovechó su estancia en
Tubinga para leer a Platón, Aristóteles, Spinoza, Jacobi, Herder y, sobre todo,
Rousseau[12].
El 27 de septiembre consiguió el título de Magister
Philosophiae concluyendo el primer bienio de estudios[13].
El 20 de
septiembre de 1793 terminó su ciclo de formación teológica en el Stift consiguiendo el título de Kandidat que le servía para iniciarse en
la carrera eclesiástica. Hegel renunció a este futuro y en octubre aceptó el
puesto de preceptor de la familia Steiger en Berna, Suiza, donde se marchó.
Preceptor de dos familias
ricas en Berna y Frankfurt 1793-1800.
Los tres primeros
años los pasó en Berna ejerciendo como preceptor de los hijos de la familia
Steiger que vivía en el palacio Tschugg, donde Hegel dispuso de una gran
biblioteca para leer. Entre los meses de mayo y julio de 1795 escribió una Vida de Jesús, publicada póstumamente en
1906. En 1796 comenzó a leer la obra de Kant y escribió otro opúsculo La positividad de la religión cristiana,
también publicado póstumamente en 1907. Durante estos años de estancia en Berna
mantuvo correspondencia con sus antiguos amigos y compañeros de universidad
Hölderlin y Schelling en la que les comentaba que estaba aislado, algo
deprimido y pedía ayuda. Hölderlin atendió la demanda de su compañero de
estudios y le consiguió un puesto de preceptor de la familia del rico comerciante
Gogel de Frankfurt.
1797-1800 son los tres años
que Hegel consumió en Frankfurt del Main donde reanudó las conversaciones y el
trato con sus amigos. En esta época se despertó su interés por los textos
políticos, económicos y, también, leyó frecuentemente los periódicos ingleses,
y reflexionó sobre aspectos como el sentido filosófico y religioso del amor y
de la conciliación.
En 1798 escribió
un comentario, hoy perdido, sobre la Metafísica
de las costumbres de Kant y compuso un texto sobre las leyes y la política
del Ducado de Wittemberg donde se lamentaba de la crisis que sufría su patria y
propuso como solución la elección directa de los magistrados por votación
popular de todos los ciudadanos[14].
Los amigos y camaradas del Stift
publicaron en 1796 el Ältestes
Systemprogram des deutschen Idealismus manifiesto del idealismo alemán.
Poco después, en septiembre, Hölderlin se vio obligado a marcharse de Frankfurt
por el escándalo producido cuando se hizo pública su relación amorosa con
Diótima Susete, madre de su pupilo. Hegel fue el mensajero entre los
enamorados.
El 14 de enero de
1799 murió su padre y recibió una cuantiosa herencia. Cuando se vio con una
cierta cantidad de dinero y patrimonio decidió dar un cambio a su vida. No
obstante permaneció un tiempo más en Frankfurt. En estas fechas leyó la
traducción alemana de la obra del economista inglés James Steuart Inquiry concerning the principles of
Political Economy. En 1800[15]
continuó con sus reflexiones teológicas, y en septiembre escribió el célebre Systemfragment donde anunció el fin de
la religión. Finalmente se trasladó a Jena en cuya Universidad desde hacia dos
años enseñaba Schelling. Jena en aquellos años era el centro de la filosofía
crítica y trascendental, se constituyó en la capital del incipiente
Romanticismo, en cuyas aulas enseñaban o habían enseñado Reinhold (1787-1794) y
Fichte (1794-1798) y brillaba con luz propia Schelling, vivía Novalis y Tick el
traductor al alemán de Shakespeare, y Schlegel. Jena participaba del esplendor
de la corte del Gran Duque Kart August de Weimar que tenía como consejero a
Goethe[16]
y estaba rodeado de autores del relieve de Schiller, Wieland y Herder.
Habilitación y primeros
encargos docentes en la Universidad de Jena. Redactor del Bamberger Zeitung
1801-1808
Durante estos años Hegel
ejerció como docente en la Universidad de Jena. Llegó como invitado de su amigo
Schelling que se convirtió en su protector. Seis meses después de llegar
publicó el texto que le abrió las puertas de la carrera académica La diferencia de los sistemas filosóficos de
Fichte y Schelling. Sin embargo, el 27 de agosto defendió su habilitación
docente con un texto que casi ha pasado desapercibido en la obra de Hegel De orbitis planetarum. En el tribunal
estuvieron Karl Schelling, hermano de su amigo Schelling, y I. Niethammen que
desde entonces se convirtió en uno de sus más leales y cercanos amigos. En el
semestre de invierno de 1801 comenzó a dictar sus lecciones como Privatdozent,
un profesor en espera de destino que recibía su salario directamente de los
alumnos que se apuntaban a sus cursos, Hegel tuvo unos treinta. Gracias a la
ayuda de Schelling conoció a Goethe y a Schiller en Weimar.
En 1802 dejó la
casa de Schelling y se estableció en la residencia Klipsteinischer Garten en la
que estuvo hasta que se marchó de Jena. Durante este tiempo colaboró estrechamente
con Schelling publicando varios trabajos y ensayos, también en alguna iniciativa
cultural. Hegel seguía interesado por la política y publicó un texto sobre la
constitución alemana –Die Verfassung
Deutschlands- donde anticipó el colapso y caída del Imperio. Un año más
tarde, en 1803 terminó de escribir su obra El
sistema de la ética –System der
Sittlichkeitt-. En este período hasta la publicación de la Fenomenología del espíritu Hegel gestará
su sistema filosófico especialmente en los campos de la lógica, la metafísica,
la filosofía de la naturaleza y la filosofía del espíritu. Sus relaciones con Goethe
siguen siendo excelentes, se aprecian y respetaban mutuamente. En las clases
goza de fama porque era un buen orador y magnífico expositor, aunque según
Goethe no era muy interesante en las reuniones sociales.
1806 fue un año con luces y
sombras en la vida de Hegel. Tuvo una aventura amorosa con Christiane Charlotte
Fischer que estaba casada. Al mismo tiempo los sucesos políticos y militares se
precipitaron. El 13 de octubre el ejército francés, que había derrotado el día
anterior al prusiano, entró en Jena. Hegel pudo ver a Napoleón en su máximo
esplendor y poder, relató brevemente su impresión: era un hombre que examinaba
su reino, sus dominios montado a los lomos de su caballo, parecía que estaba
sobre el mundo sometiéndolo a su poder. Era el modelo de héroe que el admiraba
y describió en sus escritos. Hegel se vio obligado a dejar su casa que fue
requisada por el ejército francés y tuvo que alojarse en casa de su amigo G.A.
Gabler. La Universidad de Jena fue clausurada y Hegel perdió su trabajo. En
noviembre tuvo que hacer un viaje a Bamberg para tratar con un editor asuntos relacionados
con la impresión de su próximo libro.
En 1807 Volvió a Jena para
terminar el prefacio de la Fenomenología
del espíritu que se publicó en marzo. El 5 de febrero nació su hijo Ludwig
fruto de la relación con Christiane que le dará pronto y durante toda su vida
muchas preocupaciones[17].
Niethammer lo invitó a establecerse en Bamberg. Allí trabajó como redactor jefe
del Bamberger Zeitung, un periódico
local que informaba de noticias de segunda o tercera mano. En esta ciudad
mejoró su situación económica. La Fenomenología
del espíritu ya estaba publicada, y en noviembre recibió una carta de
Schelling manifestando su total desacuerdo con el libro, la vieja amistad se
rompió. En 1808 gracias a los buenos oficios de leal amigo Niethammer, es
nombrado profesor de filosofía y propedéutica, y al mismo tiempo director del
Aegediumgymnasium de Nüremberg donde se incorporó el 6 de diciembre de 1808.
Profesor de Gymnasium en
Nüremberg y primera Cátedra de Filosofía en Heidelberg 1808-1818
Estos son diez años importantes
en la vida de Hegel. Se podrían dividir en dos períodos. El primero, entre
1808-1816 es profesor en Nüremberg y, el segundo, desde 1816 a 1818 Profesor de
la Universidad de Heidelberg. En los primeros meses de 1809 Hegel desarrolló
sus responsabilidades como docente y director de un Gymnasium. Como docente
escribió un texto, publicado póstumamente en 1840, Propedéutica filósofica –Philosophische
Propedeutik-. En septiembre de 1811 se casó con María von Tucker, que
pertenecía a una de las familias más importantes de la ciudad. Tendrán dos
hijos, Karl (1813-1901) que será uno de los editores de las Lecciones sobre la filosofía de la historia
e Inmanuel (1814-1891). En 1812
escribió el primer tomo de la Ciencia de
Lógica, los otros los concluirá en 1813 y 1816.
En agosto de 1816
es nombrado Profesor de Filosofía de la Universidad de Heidelberg, y el 28 de
octubre comenzó sus clases. En 1817 Hegel consiguió reunir y establecer a toda
la familia en Heidelberg acogiendo a su primer hijo Ludwig cuya madre había
fallecido. Su actividad intelectual es intensa gracias al período de paz,
sosiego y los medios que le ofrece su posición académica. Desarrolló proyectos
e ideas nuevas, por ejemplo, publicó la Enciclopedia
de las ciencias filosóficas. En diciembre de 1817 recibió una oferta del
gobierno de Prusia para incorporarse a la Universidad de Berlín. Aceptó a
finales de enero de 1818.
Los primeros diez años en
Berlín y sus primeros viajes al extranjero 1818-1829.
1818-1829 son los primeros
años de su vida berlinesa. Comenzó sus cursos el 22 de octubre reconociendo en
el estado Prusiano a la nación más importante de Alemania tras el período
napoleónico[18].
Pronto tuvo conflictos con Savigny[19] que estaba considerado el
jurista más importante de su tiempo, y Schleiermacher, el teólogo protestante
con más renombre después de Lutero, por esta razón fue vetada su entrada en la
Academia de Ciencias de Berlín. Hegel fue un profesor modélico, impartió
durante todos los años dos cursos cada semestre, dedicando a las clases entre
ocho y diez horas a la semana. Durante estos años ofrecerá cursos sobre todas
las grandes áreas de la filosofía: lógica, filosofía del derecho, filosofía de
la historia, religión, historia de la filosofía, estética, etc. Las lecciones
de estos años fueron publicadas más tarde como textos[20]
En 1819 diversos sucesos
políticos y algunas intrigas académicas llevaron a Hegel a una situación de
inestabilidad. No obstante logró terminar el manuscrito que más tarde se
publicaría con el título Grundlinien der
Philosophie des Rechts. Un año después, 1820 vio cómo su posición en Berlín
se consolidaba, su prestigio entre los estudiantes aumentaba y sus clases eran
muy populares. En el prefacio de su texto Grundlinien
der Philosophie des Rechts, en 1821, manifestó su adhesión al ordenamiento
político prusiano y su simpatía hacia los principios de la Restauración. Una
año después, en el prefacio de una obra de su discípulo H.F.W. Hinrichs, Die Religión im inneren Verhältnisse zur
Wissenschaft, criticó duramente la teología del sentimiento de
Schleirmacher.
En 1827 se inició la
publicación de la revista Jahrbücher für
wissenschaftliche Kritik que se consideró el órgano oficial de los
hegelianos. En ella se pueden encontrar colaboraciones de Goethe, los hermanos
Alexander y Wilhelm von Humboldt, Boeckh, el arqueólogo Hirt. En agosto viajó a
París invitado por el profesor Víctor Cousin gran admirador de su obra y su
pensamiento.
En una visita al
balneario de Karlsbad en 1829 donde se encontró con Schelling con quien había
roto toda relación desde hacía veintidós años. El encuentro en los antiguos
amigos y camaradas fue cordial. En octubre fue elegido Rector de la Universidad
de Berlín.
Últimos años, Rector de
la Universidad y testigo de la revolución liberal 1829-1831.
Los tres últimos años de la vida de Hegel fueron
intensos. Llegó a ser Rector de la Universidad de Berlín y fue testigo directo
de la revolución liberal en Francia y Bélgica que provocó una agitación
política en la Universidad de Berlín. Hegel como Rector se vio obligado a hacer
frente a las protestas. También fue el encargado de celebrar el tercer
centenario de la Confesión de Augusta, carta constituyente de la Iglesia
Protestante[21].
Su salud se ve quebrantada a finales de verano, pero se recuperó para comenzar
el semestre de invierno.
En 1831 el Allgemaine preussische Staas-Zeitung
–Boletín Oficial del Estado Prusiano- publicó en abril su último texto Über die englische Reformbill sobre la
reforma constitucional inglesa, en el que criticó el constitucionalismo y el
parlamentarismo liberal de las Islas Británicas[22]. El día 7 de noviembre
terminó de revisar el primer tomo de la Ciencia
de la lógica y escribió el prefacio a la segunda edición de la obra. Una
semana más tarde, el 14 de noviembre, murió víctima de una epidemia de cólera
según el certificado médico.
Después de la
muerte de Hegel, Schelling cuya reputación se había visto eclipsada por la fama
de su antiguo amigo y protegido en Jena, fue llamado a ocupar la cátedra de
Filosofía que había dejado vacante Hegel, según se dice porque el gobierno quería
contrarrestar la influencia de la filosofía hegeliana entre los estudiantes.
Schelling había criticado el ‘racionalismo’ de Hegel. Durante el tiempo que
Schelling estuvo en Berlín se desarrollaron importantes reacciones críticas
contra la filosofía hegeliana. Hegel había alentado y ayudado a la tendencia
más progresista de la universidad, pero él nunca se consideró un revolucionario[23].
Sus seguidores se dividieron en dos tendencias conocidas con los nombres de
izquierda y derecha hegeliana[24].
Muchas de las
críticas de Schelling a Hegel fueron aprovechadas por el existencialismo y
encontraron eco en los escritos de Kierkegaard[25] que asistió a las clases de
Schelling.
La influencia de
Hegel fue enorme dentro y fuera de los ámbitos académicos y en todo el mundo[26].
En la bibliografía sobre la filosofía hegeliana se encuentran estudios en todas
las lenguas. En Inglaterra y los Estados Unidos[27] se ha vivido en diversas
ocasiones una revitalización del pensamiento de Hegel y la creación de
sociedades y grupos de seguidores. Se podrían destacar autores como T.H. Green
y F.H. Bradley que desarrollaron las ideas metafísicas de Hegel, pero también
fue el autor más atacado por los iniciadores del movimiento analítico como B.
Russell y G.E. Moore. En el siglo XX los hegelianos se estuvieron alineados con
el marxismo y el existencialismo, y desarrollaron una filosofía política y
social basada en las ideas de Hegel. En el último cuarto del siglo XX en el
mundo anglosajón, especialmente en los Estados Unidos, se ha producido una
recuperación del pensamiento de Hegel con los trabajos de H.S. Harris, Chr.
Taylor, R. Pippin y T. Pinkard[28],
y en concreto la filosofía de la historia hegeliana se deja sentir en F. Fukuyama[29].
En Francia el
hegelianismo influyó en autores como J.P. Sastre, el psicoanálisis de J. Lacan
y en el precursor del movimiento de la postmoderidad A. Kojève. También en los
años finales de la década de los sesenta los filósofos franceses reaccionaron contra
Hegel que había influenciado a sus maestros[30].
En Italia se ha
desarrollado una amplia investigación sobre la influencia y la recepción de la
filosofía hegeliana en el país Transalpino, cuyo representante más importante
es el hegeliano crítico B. Croce, y el pensador marxista Gramsci[31].
En Alemania el
interés por la filosofía de Hegel se inició precisamente de mano de la historia
con autores como W. Dilthey. Posteriormente la Escuela de Frankfurt con Th.
Adorno y más tarde con J. Habermas, incorporó elementos de la filosofía
hegeliana. También la tendencia hermenéutica de H.G. Gadamer recibió su
influencia. En los años sesenta el filósofo alemán K. Hartmann trató de
desarrollar una interpretación “no metafísica” de Hegel, que junto con los
trabajos de D. Henrich y otros autores, tuvo una importancia decisiva en la
recuperación del pensamiento hegeliano en el mundo académico alemán.
En Hungría los
temas tratados por Hegel fueron trabajados por G. Lukács y los autores de la
“Escuela de Budapest”. En otros lugares también se pueden encontrar grupos de
estudiosos de la obra de Hegel.
La filosofía de
Hegel tuvo asiento en España muy pronto entre un grupo de profesores de la
Universidad de Sevilla durante el siglo XIX como José Contero y Ramírez, catedrático
de Metafísica de la Universidad, muy unido al Ateneo; Antonio María Fabié y
Escudero que ocupó importantes cargos en la vida pública y destacó por sus
trabajos en historia y literatura. El más conocido Francisco Pi y Margall se
puede encuadrar en la izquierda hegeliana. También habría que citar al
desconocido Fermín Salvoechea. Asímismo, el orador Emilio Castelar fue
también hegeliano en sus años de
juventud y nunca perdió su interés, pese a su deriva hacia la política, por el
autor alemán. Otro profesor Francisco Fernández y González que explicaba
Estética de la llamada Universidad Central de Madrid sigió las doctrinas de
Hegel. También se ha considerado hegeliano a Isaac Núñez Arenas por la
propuesta que lanzó en su discurso de apertura de curso en la Universidad
Central en 1862 sobre la unidad del espíritu en sí y el fundamento de la
metafísica. En el ámbito de la filosofía del derecho hay que destacar a
Francisco Escudero y Perosso, catedrático la Universidad de Sevilla, fue un
ágrafo pero su influencia se dejó sentir en sus alumnos. En el mismo ámbito
intelectual cabría destacar Antonio Benítez de Lugo que dejó escrita la obra Filosofía del Derecho o estudio fundamental
según la doctrina de Hegel (1872) en la que expone con claridad el sistema
hegeliano. Discípulo de Contero fue
Diego Álvarez de los Corrales, que estuvo influido por la filosofía hegeliana y
por su maestro. Se podrían incluir otros autores que se han sido calificados
como hegelianos: Miguel López Martínez, autor de Armonía del mundo racional en sus tres fases: la humanidad, la sociedad
y la civilización (1851) y a un insigne publicista y poeta sevillano Roque
Barcia[32].
Hegel conoció muy
bien la filosofía de su tiempo, pero también tuvo interés en estudiar con
profundidad a los autores clásicos grecorromanos[33]. Impresionado por muchos de
sus antecesores, siempre se declaró seguidor de Schelling, Spinoza, Rousseau y
Kant entre otros. En su sistema, y más en concreto en su idea de filosofía de
la historia, resuena toda filosofía anterior, pero él reelaboró las ideas y las
insertó dentro de su propio esquema de pensamiento[34].
La filosofía de
Hegel surgió estrechamente vinculada con la situación social, cultural y
filosófica de su tiempo, a la vez que se puede percibir en ella una respuesta
racional a los problemas planteados por esa situación histórico-social en la
que urgía restaurar el primado de la razón y la guía de la libertad, pues según
Hegel, ambas estaban ausentes de la vida social y política-
Hegel conocía la
historia, y sabía que la terrible Guerra de los Treinta Años (1618-1648) dejó
Europa arrasada y dividida. Esta contienda fue especialmente dura para Alemania
que sufrió un tremendo atraso político y económico por esta razón no logró
establecer un Estado Moderno. Alemania carecía de una justicia y una administración
centralizadas, y su organización política se fundamentaba en el despotismo
feudal de los príncipes, los duques y la aristocracia que vivían en la
abundancia. Una sociedad con un campesinado muy numeroso, mínimamente
industrializada y carente de una clase media poderosa que fuese capaz de
transformar esta situación que en muchas ocasiones era insoportable e
insufrible[35].
Alemania se
constituyó como un Estado Moderno tarde, su unificación a la vez que la de
Italia, se produjo a fines del siglo XIX. Hegel vivió en una Alemania en la que
se cercenaban todas las aspiraciones democráticas propias de los Estados
Modernos. Por tanto, también era urgente ofrecer unos fundamentos racionales
para establecer y desarrollar un estado moderno alemán. Esta aspiración era
difícil y se necesitarían años y mucha sangre derramada para conseguir el ideal
que se perseguía.
Es curioso que la
biografía de Hegel se entrecruza con sus ideales políticos y teóricos[36].
El ejemplo que intenta exponer e imitar es la pólis griega que se convierte en un modelo que muestra todas las
carencias de la sociedad política alemana de su tiempo. No es un ideal utópico,
sino una realidad histórica que sirve de ejemplo para constituir el Estado
Moderno. En la pólis se produce la
unión indisoluble entre el individuo y la sociedad. El ciudadano era para la
ciudad, y la ciudad para el ciudadano, toda la existencia humana estaba marcada
y enmarcada en la pólis. Un griego
sin pólis no era nada, su vida
carecía sentido, era la muerte en vida. Su ser era la ciudad y la razón de
vivir su cooperación ciudadana, por eso dice Hegel que en la Antigüedad se
produce la aparición del espíritu puro.
.
El segundo modelo
negativo se produce cuando el espíritu se extraña a sí mismo en la Edad Media
–sobre la que Hegel tenía muy poca información, como se puede ver en sus Lecciones de Historia de la Filosofía-.
Este momento se caracteriza por el surgimiento de la subjetividad y de la
conciencia que serán necesarios para desarrollar el principio de racionalidad y
libertad propias y necesarias para toda la organización social y política que
desarrolla el espíritu en la Historia.
El tercer modelo
positivo es la Revolución Francesa que significó para muchos, también para
Hegel, el triunfo de la razón en la vida de los hombres, y también como
principio rector de la actividad política. Además la Revolución Francesa
realizó plenamente los fines de la libertad individual de los ciudadanos en su
comunidad política. En este proceso hubo puntos negros y uno de ellos lo vivió
Hegel: la época del Terror de Robespierre que mostró lo difícil que era
armonizar la libertad del hombre con la organización político social, y cómo el
fracaso de la libertad es una seria amenaza para la vida del espíritu.
Hegel reflexionó
profundamente sobre la realidad histórica en la que vivió y trató de
comprenderla desde el pasado. Por eso se lanzó a la aventura, quizá no intentada
antes tal como él lo hizo, de hacerse cargo, explicar e interpretar la Historia
Universal desde sus orígenes hasta sus días. Un esfuerzo muy importante que
sólo podía hacer un pensador que quería entender el absoluto como absoluto,
entender todo lo que aparecía ante su mirada e integrarlo dentro de un sistema
filosófico propio.
3. Estructura y
contenido de las Lecciones sobre la
filosofía de la historia Universal.
Lo fundamental
para lector actual son, de un lado, las introducciones donde Hegel fijó sus
tesis y el esquema interpretativo de toda la Historia. De otro, tanto los
capítulos dedicados al Mundo Oriental como lo referente a la Edad Media, son
parte desfasadas y sin un contenido atractivo para el lector actual[37].
Es cierto que cuando Hegel compuso ambas partes de sus Lecciones sobre la filosofía de la historia lo que hacía era ordenar
en un discurso sistemático y comprensible la amplia investigación que se estaba
desarrollando sobre ambos períodos históricos. La originalidad de su trabajo
hoy día aparece como una pieza de museo, sin más valor que las opiniones de un
pensador genial.
Sin embargo, las
partes relativas al mundo grecorromano y a la Revolución Francesa son
importantes porque sobre ellas Hegel reflexionó con frecuencia y llegó a poseer
una posición muy atractiva y fundamental para entender ambos períodos históricos.
Es importante señalar, como se ha dicho al principio, que el mundo antiguo y la
Revolución Francesa aparecen en el horizonte del pensamiento hegeliano como modelos
susceptibles de ser estudiados, y también de ser copiados en todo aquello que
se muestran como valioso. Ambos momentos históricos señalan la recuperación del
espíritu que estaba extrañado –Edad Media- u oculto –Mundo Oriental-.
Lo más sencillo y
recurrente es interpretar el contenido de la obra desde el método hegeliano por
excelencia, el que conocemos con el nombre de dialéctica. Hegel intentó
comprender lo que ha sucedido en la historia y para ello somete y contrasta
toda su armazón doctrinal con los sucesos históricos de cada época. Para Hegel
la reflexión sobre la el pasado histórico exige interpretar esa realidad desde
la posición de cada pensador, por eso no debemos buscar la imparcialidad. Pero
la interpretación de la Historia hay que hacerla desde la racionalidad, hay que
atenderse a los hechos para discernir el proceso racional que se da en la
Historia, dotada de sentido y significado, porque para Hegel es el plan
propuesto por Dios como creador que establece y ordena todo el proceso mediante
el desarrollo de la conciencia de libertad.
La filosofía de
la historia es la consideración reflexiva del espíritu que dirige el devenir de
la historia, por eso el filósofo de la historia tiene que partir del hecho
concreto, e interpretarlo a la luz del desarrollo del espíritu[38].
Las Lecciones sobre la filosofía de la
historia es un trabajo filosófico que considera y necesita los hechos de la
Historia como su material fundamental, pero trata de llegar más allá de ellos[39]
Hegel tiene
una visión racional de la Historia. La razón permite comprender cómo ha
evolucionado el mundo. También la Historia ha transcurrido siguiendo las determinaciones
de unas categorías y de unas leyes que el hombre ha establecido. Por tanto
quien hace historia, el historiador, y quien la interpreta, el filósofo de la
historia, tienen que enfrentarse al objeto de su estudio con los elementos de
que disponer, para llegar a explicar el devenir de la Historia construyendo un
relato de forma convincente y racional.
Las categorías
que Hegel propone en e sus Lecciones
sobre la filosofía de la historia son los siguientes:
1.
Variación. La historia se distingue
por un hecho evidente las variaciones que se producen tanto en el tiempo como
en el espacio. Tal como puso de relieve desde el principio el llamado padre la
historia, Heródoto, mostrando la diversidad de formas que tenían los pueblos
para organizarse, así como la constante sucesión de unos sobre otros, creando
una continuidad que evita el espacio vacío, cuando un pueblo desaparece otro lo
sustituye[40].
2.
Negatividad. El espíritu en su
evolución histórica se transforma constantemente. Unas veces construye, otras
destruye. Todo lo humano tiene un ritmo y un proceso: nacer, florecer, madurar,
decaer y morir para dar paso, como el mito del ave Fénix de la Antigüedad, a
una nueva vida más poderosa, más joven, más fresca. Todo lo que es ahora tiene
un origen en lo que fue, y permitirá el seguir siendo, de la extinción de algo
nace la vida de otros seres. Es más el desaparecer es necesario, para que otros
aparezcan y continúe la vida mejorándose en cada paso[41].
3.
Razón. La Historia es obra del espíritu,
que es al mismo tiempo conciencia del sujeto y del objeto, conciencia en sí,
conciencia de la libertad, autoconciencia que se realiza en el tiempo sin estar
él mismo en el tiempo[42].
4.
Libertad[43].
Es un concepto que está presente continuamente en la obra de Hegel. Se puede
caracterizar como el principio fundamental que hace posible la Historia y que
hay que conocer[44].
La libertad se manifiesta de tres formas: natural, inclinación caprichosa de la
voluntad y elección racional. No es suficiente interiorizar la libertad,
conocerla y apreciarla, sino que es necesario objetivarla, hacerla realidad en
el Estado[45].
Estas
categorías sirven para realizar el propósito fundamental de la filosofía de la
historia, la explicitación del espíritu en el tiempo real. Por ahora bastará
con decir que el espíritu es la fuerza más poderosa de todas las que actúan en
la Historia, no es estático y se realiza siguiendo un proceso que distingue
entre: un espíritu objetivo, que supone
el descubrimiento de sí mismo, la autoconciencia de la existencia, que en la Fenomelogía del Espíritu se sitúa en
Grecia, un espíritu subjetivo que
sería la historia como realización práctica y real del espíritu, y, finalmente,
el espíritu absoluto donde el hombre
se encuentra con la realidad, culmina su proceso, llega a la plenitud de todo y
se unen los contrario, es el momento de la libertad, verdad y pensamiento
máximos. Por esta razón, la Historia para Hegel no es lo que hacen los
historiadores, fijarse solo camino de los acontecimientos histórico, sino el
conocimiento de la meta, el fin que al que se ha llegado a pesar de sufrir una
serie de fenómenos y de sucesos muy desagradables para la humanidad. A pesar de
todo, la historia quiere alcanzar la libertad que se consigue realizando el fin
del espíritu.
4. División
geográfica de la historia universal.
La civilización
nace en Oriente[46],
pero la verdadera historia surgió en el Imperio Persa, que fue la primera forma
de estado y va desarrollándose hasta llegar a Occidente. Su visión es la evolución
de la historia como el proceso de desarrollo de la libertad. La historia
universal es para Hegel un conjunto de fases o épocas históricas que se van sucediendo
temporal y dialécticamente en un progresivo avance hasta el establecimiento del
estado, única forma en la que los individuos viven plenamente en libertad.
Este desarrollo
de la libertad comienza en la costa asiática del Pacífico hasta el Oriente
Medio, Grecia, Roma y el norte de Europa. Son las fases de desarrollo: Oriente,
Mundo Antiguo, Mundo Germánico y Tiempos Contemporáneos. La evolución subsiguiente
es la evolución del espíritu que continua y no es objeto de la historia porque
es el futuro. Hegel mira hacia el pasado y escruta el presente, eso es
suficiente para la filosofía de la historia.
Hegel distingue
cuatro momentos fundamentales en el progreso de la libertad que constituyen la
trama de su obra Lecciones sobre la
filosofía de la historia y también de la misma historia:
A) Oriente. Es el primer período, la
infancia de la humanidad, que se caracteriza por la ausencia de libertad. Los
orientales no lograron tener un conocimiento pleno del espíritu, ni tampoco
fueron conscientes de que el hombre como tal tenía una libertad total y
absoluta, y, por tanto, no lo fueron. Solamente un hombre era libre: el déspota
que gobernaba sobre todos con un poder omnímodo. Su libertad se manifestaba de
forma caprichosa, se mostraba a los súbditos con ferocidad, de forma brutal,
con pasión, dominio, domesticación y, a veces, imprudencia. En esta época el
poder del Estado se concentra en las manos de un individuo. El hombre en
Oriente está confundido y se encuentra absorbido por el estado, él
individualmente no es nada, no tiene conciencia de su personalidad, de sus
derechos y de sus obligaciones. En la relación individuo-sociedad prevalece el
elemento comunidad. Pertenecen a este período China, India, Persia, Asia Menor
y Egipto, que se conocían gracias a los muchos estudios que se publicaron y que
Hegel usó para obtener información y poder escribir sus lecciones universitarias[47].
Hegel consideró que las civilizaciones de China e India estaban estancadas, inmóviles,
por esta razón ambos territorios quedaron fuera del desarrollo de la historia
del mundo, es decir, no formaron parte del proceso de la evolución del espíritu
que es la base fundamental de la filosofía de la historia. La verdadera
historia comenzó en Persia, el primer imperio. La civilización del Lejano
Oriente estaba sujeta a la evolución cíclica y natural del tiempo con gobiernos
despóticos de uno o de unos pocos. Sin embargo, en Persia el emperador ejercía
su poder absoluto basado en la legitimidad que le ofrecía la religión de
Zoroastro y se extendía a todos sus súbditos. Es un gobierno teocrático. Hegel
llamó a este período la infancia del espíritu.
B) Grecia Clásica. Es la adolescencia del
espíritu, en ella se produce la combinación entre la libertad subjetiva y vida
ética de los griegos en la estructura política fundamental: la pólis, donde el hombre participaba,
tenía un status propio, y era
expresión de su libertad. La relación del individuo con el estado se basaba en
la obediencia a las costumbres, el derecho y la tradición. En este momento la
conciencia de libertad afectó sólo a un grupo reducidos de individuos, los
ciudadanos –atenienses, espartanos, tebanos…-, otro grupo de hombres no tenía
derechos y, por tanto, no eran libres, por eso se mantuvo y se fomentó la
esclavitud.
C) El mundo Romano. Es la mayoría de edad
del espíritu. En este momento histórico la libertad afectó a unos pocos, los
ciudadanos romanos, el resto siguió privados de la plenitud de derechos. La
personalidad individual es reconocida en el derecho escrito. El derecho romano
constituye uno de los pilares de la civilización occidental. El estado es una
abstracción sobre los ciudadanos que se tienen sacrificar ante sus severas
exigencias formando una masa de individuos homogénea. En Roma hubo tensiones entre
los dos principios: la individualidad y la universalidad que se manifestaron en
una especie de despotismo político, diferente al Oriental, y en los movimientos
sociales contra él. El aprecio de Hegel hacia los romanos no es tan grande como
el que siente hacia los griegos[48].
D) El mundo Germánico. Este período incluye
no sólo a Alemania, también los países nórdicos, y las naciones europeas más
importantes: Francia, Italia, España y Reino Unido. Representa la ancianidad
del espíritu y de la humanidad. Es un período largo en la historia que va desde
el Cristianismo hasta la época en la que Hegel vivía, el estado Prusiano. Todo
este tiempo se puede caracterizar como el momento de desarrollo de la libertad
subjetiva. Libertad que surgió con el Cristianismo, pero no llegó a tener inmediata
expresión en las leyes y en las instituciones ya que a pesar de que el
cristianismo se impuso, la esclavitud tardó siglos en abolirse y, en el mundo
romano, siempre estuvo presente. Un punto importante en esta fase de desarrollo
de la historia fue la superación de antítesis entre la iglesia y el estado que
se produjo en la Edad Media. Fue necesario un largo proceso de desarrollo de
los pueblos antes de llegar al reconocimiento explícito de la libertad. En este
período se puede comprobar cómo se va llegando a la reconciliación de la
escisión entre el sujeto y el objeto, es decir, entre el binomio individuo-colectividad.
Sólo las naciones de este amplio ámbito geográfico han llegado a la conciencia
de que el hombre es libre como hombre y que todos han nacido para ser libre. En
otras palabras, la libertad forma parte esencial del modo de ser hombre, sin
ella el hombre no es nada, lo proclamaron tanto los reformadores protestantes,
los ilustrados[49]
como, finalmente, los revolucionarios franceses. Es la etapa de madurez de la
historia en la que la libertad es de todos y para todos. Todos los hombres se
sienten y son libres, se producen movimientos para abolir la esclavitud, y
todos los individuos pueden y deben realizar su libertad a través del estado[50].
¿Qué medios
utiliza el espíritu para realizar este fin? La respuesta desde el punto de vista
filosófico es la dialéctica[51].
El método dialéctico no fue inventado por Hegel, pero fue él quien lo utilizó
de forma más hábil para llegar a resolver y superar los problemas que planteaba
la confrontación de los contrarios. El espíritu en el proceso de desarrollo de
la historia se convierte gradualmente en su forma más pura, reconociendo su
propia libertad esencial, pues la Historia Universal es la revelación del
espíritu en un tiempo y en un lugar determinado, concreto, que adquiere la
forma de Estado.
Hegel construyó
un sistema filosófico absolutamente omnincomprensivo en el cada elemento tiene
sentido y ocupa un lugar determinado dentro de la totalidad. Se ha dicho muchas
veces que la filosofía hegeliana ha sido el último gran intento racional por llegar
a aprehende, comprender y explicar todo lo existente y situarlo dentro de un conocimiento
sistemático. En ese todo está la Historia que lucha para que cada suceso, cada
acontecimiento, cada vida humana no se pierda y, además, tenga sentido. La historia
dota de sentido y referencia a la existencia humana, a las realizaciones de los
pueblos y de las naciones que se conservan en la razón y en el espíritu: “Estos
hechos no quedan, simplemente, encerrados en el templo del recuerdo como
imágenes del pasado, sino que siguen siendo, hoy, tan presentes, tan vivos, tan
actuales como en el momento mismo en que surgieron. Son resultados y obras no
destruidos y superados por otros posteriores, sino en los que debemos vernos
presentes todavía nosotros mismos. No se conservan en lienzos, ni en mármoles,
en el papel, en la representación o en la memoria; el elemento en que se
perpetúan no es ninguno de éstos (es decir, no es ningún elemento perecedero de
suyo o que pertenezca al mundo de lo perecedero), sino que es el pensamiento,
el concepto, la esencia imperecedera del espíritu, a la que no llegan ni las
polillas ni los rateros”[52]
En cada momento de la evolución Hegel consideró que se
daban estadios. Antes que él, Fichte ya había usado la terminología tesis,
antítesis y síntesis. Hegel tomando como punto de partida a su antecesor,
propuso otro modelo: la dialéctica propiamente hegeliana. Esta se podría
definir como la unidad abstracta, un estadio de escisión, y un estadio de
superación de la escisión en una unidad que no niega las diferencias particulares.
La dialéctica es la forma de entender e interpretar la realidad mediante un
proceso innovador, recuperador y englobador de todos los sucesos anteriores a
él.
Pero también
podemos completar la respuesta a esta pregunta desde un punto de vista político
e histórico. La institución que asegura la consecución del fin al que se dirige
la Historia es el Estado, lugar donde se realiza la Historia y llega a su fin
último el espíritu. El Estado es la institución donde alcanza su plenitud la
libertad, la unión de la voluntad universal del espíritu y de la voluntad
subjetiva del individuo. Sólo obedeciendo al Estado el hombre se convierte en
un ser verdaderamente libre. Por eso los héroes, como seres históricos
excepcionales, han sido los creadores de los grandes imperios, Alejandro Magno,
Julio César, Augusto, Carlomagno, Carlos I, Napoleón, etc. Estos hombres
extraordinarios fueron portadores de una fuerza especial para lograr que unos
ideales abstractos y personales se impusieron a otros y se realizaron. En este
caso actúan como instrumentos del espíritu en el tiempo histórico. Son
individuos dotados de voluntad, pasión y determinación excepcionales que actúan
y tuvieron éxito en sus propósitos y proyectos.
En suma para
Hegel el Estado Moderno es la manifestación de una personalidad y de una
autoconciencia inherente a sus fines y a su naturaleza, que puede y debe actuar
de acuerdo con su propia racionalidad y su misma conciencia. El estado moderno
es un espíritu histórico individual porque actualiza el nivel de realización de
su propia conciencia. El desarrollo de un estado nacional perfecto es el fin de
la Historia, porque le proporciona un alto nivel de realización de
autoconciencia, de la libertad más elevada y completa que cualquier otra forma
de organización humana puede llegar a ofrecer[53].
5. Los diferentes tipos
de escribir o hacer historia.
Los comentaristas
de esta obra de Hegel han centrado muchas veces la atención en la descripción
de los tipos de historia que llevan a cabo los historiadores. Para Hegel la
distinción es muy importante, está en las primeras páginas, porque con ella se
puede adentrar en el terreno que deseaba desarrollar: una filosofía de la
historia que fuera resumen de los planteamientos anteriores y se proyectara
hacia nuevos horizontes y abrir otros caminos a la compresión del pasado. Pero
también tiene interés para saber qué han hecho otros en otro tiempo, con otros
medios, y con el mismo deseo de entender un pasado que sirviera para explicar
el presente. De esta forma Hegel podía exponer primero a sus oyentes en la
Universidad y, más tarde, a sus lectores, cuál era su punto de partida y por
qué no otro que antes había mostrado su viabilidad.
Hegel distingue
tres tipos diferentes para escribir y hacer historia:
A.
Historia original.
B.
Historia reflexiva.
C.
Filosofía de la historia.
A) La historia original es la narración de
acontecimientos y de situaciones vividas y atestiguadas por el propio
historiador. Se usan una serie de fuentes primarias, de relatos orales, o de
antiguos documentos para componer el relato y darle sentido. La narración
depende fundamentalmente del propio testimonio del historiador que actúa como
testigo y narrador a la vez. Hegel cita a Heródoto y Tucídides, cuando en
realidad ambos son bastantes diferentes en su forma de entender la historia,
pero para lo que Hegel quería tenían similitudes innegables. La tarea
fundamental de este tipo de historia se puede resumir en la representación
interna, mental, de los acontecimientos externos, de los que han pasado ante la
mirada del historiador, y los que han sido contados por otros testigos y el
historiador hace suyos. Es un proceso que va desde lo externo a lo interno. De
fuera hacia dentro. Fuera están los datos que sirven para componer el texto.
Dentro queda la capacidad del historiador para ordenar y dar sentido a esos
datos que él selecciona y describe. Se llama historia original porque está en
el origen, en el hontanar donde surge el oficio de historiador, y a la vez allí
donde nacen los hechos que son observados directamente por el autor que al
mismo tiempo es actor que vive en ese momento histórico.
La historia
original tiene límites. En ella no se pueden incluir los relatos míticos, las
leyendas de los héroes, las narraciones fantásticas sobre el origen del mundo y
muchas tradiciones orales que solo sirven para explicar algo que sucedió
mediante una narración de un pasado que está en las tinieblas, en la fase en la
que los pueblos son muy primitivos, analfabetos. La historia original tiene que
ser racional, debe narrar la realidad observada y observable, de unas personas
que eran conscientes de su existencia y que tenían unas aspiraciones y unos
proyectos concretos que realizaron o que fracasaron en el intento de llevarlos
a cabo.
Todavía más, la historia original no puede pretender
tener un gran alcance porque es un punto de vista personal, limitado en el
tiempo, es como si fuera una foto fija de la realidad que comparece ante la
mirada del historiador, trata de ser una especie de "retrato del
tiempo". Por eso el historiador en este caso no ofrece una reflexión, ni
elabora una teoría sobre los acontecimientos y situaciones que él relata,
porque muchas veces no puede superarlos. Para Hegel, el espíritu en el cual el
historiador escribe la historia original es el mismo con el que él se enfrenta
a las acciones, a la realidad en la que está presente y tiene que describir y
escribir él mismo.
Hegel pone de relieve que los discursos registrados en los
relatos históricos, los acontecimientos narrados, no son reflexiones al margen
de la historia, son sucesos que suceden en la misma historia y que el
historiador ha seleccionado para mostrar que eso fue lo que pasó y merece la
pena ser conocido. El historiador es como el altavoz que cuenta aquello que
considera relevante para las generaciones posteriores.
Se pueden
distinguir tres etapas dentro de la historia original. Primera la Antigüedad,
se restringe a los hombres de Estado que mandaron escribir una historia, tomando
como ejemplo el pasado glorioso y su tiempo presente. Segunda, la Edad Media,
los monjes eran los historiadores, Hegel calificó este trabajo de crónicas
ingenuas. Y, finalmente, en tercer lugar, la Historia que se narra en el propio
tiempo de Hegel, en el que todos los acontecimientos se transforman en informes
para una mejor compresión intelectual. Estas historias contemporáneas
originales aspiran a tener amplitud y exactitud, procurando relatar los hechos
con la mayor precisión posible para que los lectores puedan entenderlos y, si
quieren, interpretarlos. Hegel escribe que sólo un grupo reducido puede llegar
a desarrollar esta clase de historia, aquellos que tienen una posición superior
a los demás y pueden contemplar los acontecimientos desde una perspectiva más
amplia, es decir, ven más o lo ven todo, porque tienen más datos y más
información. ¿Es esto diferente a los historiadores antiguos? No, ellos
narraban los acontecimientos porque habían recogido la información, tenían
formación suficiente que les situaba en una atalaya desde la que podían ver la
realidad de una forma más amplia y más intensa que los demás seres humanos.
B) El segundo
tipo es la historia crítica reflexiva
que se asemeja a una investigación dentro de la propia Historia. Es una historia
de la historia que busca probar la exactitud del relato y plantea otras
posibilidades, el historiador no es testigo de su propio tiempo, ni relata lo
que ocurre, como el anterior, sino que a diferencia del historiador original,
el historiador reflexivo no participa en los acontecimientos. La historia reflexiva
se divide en cuatro subtipos:
a.
Historia universal
b.
Historia pragmática
c.
Historia crítica
d.
Historia especializada
a) La historia reflexiva universal trata de
relatar la historia completa de un pueblo, de unas personas, incluso de todo el
mundo. Pero esta historia está escrita por un autor que actúa como un extraño
ante los acontecimientos, por eso en ella se encuentran las huellas, las
influencias y las preferencias del propio historiador. Cuando se acomete el
loable esfuerzo de hacer una historia mundial, se advierte que acontecimientos
locales y particulares importantes pasan casi desapercibidos en el texto, por
la necesidad de resumir todo en breves declaraciones, que tienen como guía
principal las ideas del propio autor. El espíritu con el que se escribe esta
historia, no es el mismo que el tiempo sobre el que se está escribiendo, sino
que la intención es otra. Para hacer historia universal se necesita comprender
profundamente una amplia complejidad de sucesos y hacer una síntesis, un
resumen de todos ellos. Lo más importante en esta historia es la idea del historiador:
él trabaja para dar un sentido coherente al proceso histórico, y su relato será
el elemento que lo muestre. El fin de este tipo de historia es ofrecer una
visión de toda la historia de los pueblos e incluso una visión de la evolución
del mundo.
b) La historia reflexiva pragmática tiene
una teoría o la ideología detrás que la sustenta y le da sentido. Los acontecimientos
relatados se conectan entre sí en un modelo dotado de significado universal e
interior que el propio historiador desarrolla y ofrece. El relato es en
realidad una serie de reflexiones sobre la historia, en lugar del relato de la
misma historia. Hegel admite en este punto, como si fuera una nota marginal,
que la historia debería servirnos como si fueran lecciones morales, una función
que sería propia de la otra categoría de historia, la historia pragmática. Pero
tampoco está convencido del todo, porque piensa que si la historia nos ha
enseñado algo es que las naciones y los gobiernos nunca han mirado al pasado
para aprender, o por lo menos para evitar caer en los errores anteriores. Por
eso muchos piensan que la historia no es más que imaginar un pasado irreal que
tiene o se le busca una cierta relación con el presente. Los acontecimientos
pasados, su relato no sirve para deducir de ellos principios generales de
actuación, el presente siempre será más fuerte, más vital, más vigoroso y más
libre que cualquier relato del pasado aunque sea muy exacto.
c) La historia crítica reflexiva es la
forma de investigación histórica que reflexiona y trabaja sobre el mismo relato
histórico tratando de mostrar la exactitud del relato y planteando posibles
alternativas. El peligro de esta historia es, según Hegel, tratar de cambiar
los acontecimientos, los hechos objetivos, por ideas, opiniones subjetivas y
darles valor de realidad.
d) El último tipo
es la historia reflexiva especializada
consiste en una historia adjetiva, o sobre algo, historia del arte, del
derecho, de la religión, o de la ciencia. La elección del historiador es libre
y él pretende relatar la historia desde un concepto universal. Si el
historiador desarrolla bien el relato será exacto y preciso con la idea fundamental
que dirigió los acontecimientos y las acciones narradas. Esta historia se fija
en el hilo conductor de la historia y representa la transición a la filosofía
de la historia porque parte de un punto de vista universal, global que sirve de
guía racional para entender e interpretar la historia.
C) Si la idea
dirige la historia de las naciones y las historias particulares, es el espíritu
quien dirige y guía la historia global o total. Y aquí entra la tercera clase
de historia, la filosofía de la historia.
Esta se caracteriza porque prioriza el pensamiento más que los hechos, aunque
las ideas están enredadas y condicionadas por hechos. Los pensamientos
organizan “la materia prima” de acontecimientos históricos en la filosofía de
la historia, son a priori y pueden
considerarse solos. Sobre la filosofía de la historia escribe poco en la
introducción porque todo lo que viene a partir de ahí será mostrar cómo el
espíritu se desarrolla en el tiempo y se concreta en el espacio, en los
territorios y las civilizaciones que se han dado en la historia. La filosofía
de la historia sirve para conocer y entender cuál es el proyecto que gobierna y
ordena la historia del mundo.
Hegel dispone
estas tres divisiones principales de hacer historia para mostrar la importancia
de la filosofía de la historia que va a desarrollar como culminación de una
larga tradición de entender y explicar filosóficamente el desarrollo de la
existencia humana y sus realizaciones en el tiempo histórico.
6. Elementos para construir
una Filosofía de la Historia
Cuando en el Semestre de
invierno del Curso Académico 1822-23 en la Universidad de Berlín, el famoso
Profesor Georg Wilhlem Friedrich Hegel comenzó a impartir el curso titulado Lecciones sobre la filosofía de la historia
universal (Vorlesungen über die
Philosophie der Weltgeschichte)[54] estaba, por un lado, dando
culmen a una línea de pensamiento que había comenzado con Voltaire –como se
verá en el capítulo siguiente-, la Filosofía de la Historia, no era extraño,
por tanto, que un filósofo de su altura y preocupado por todo, por el absoluto,
pretendiera ante sus alumnos desarrollar esta parte de su sistema filósofico
donde la historia era fundamental y no sólo una ciencia auxiliar, a pesar de
que no era un historiador profesional[55]. Por otro, concluía una
parte importante de su sistema filosófico que había comenzado a barruntar y a
trabajar desde sus primeros escritos[56], que tenía como punto
central de sus reflexiones la historia, una rama del saber humano que se había
asentado como actividad científica independiente y también consolidado
académicamente.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia
nunca pretendieron convertirse en un libro de Historia, ni en un manual para su
estudio. La intención de Hegel fue intentar aprehender y explicar el devenir de
la historia de la humanidad dentro de un sistema de pensamiento propio, recoger
la herencia completa de otros autores anteriores, reelaborándola desde su
propia perspectiva.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia no
constituyen un tratado sobre historia tal como se entendía la historia en el
primer tercio del siglo XIX, una parte de la actividad científica humana que
trataba de reconstruir a través de los documentos y testimonios del pasado, una
realidad que fue y que no existe pero que podía ser presentificada mediante la narración de los hechos basados en unas
pruebas documentales. Un pasado que se quería conocer porque servía para
explicar el presente. Por esta razón, los historiadores del siglo XIX quisieron
sacudirse el dominio de las concepciones filosóficas que habían florecido en el
siglo XVIII durante la Ilustración, y trataron de centrar su atención en la
historia entendida, no como una colección de ejemplos más o menos completa,
sino como las experiencias vitales de unos territorios, unas naciones, unas
personas. Para construir un saber que tenía como fin y como razón de ser
encontrar los principios que explicaran de forma satisfactoria la situación
presente y, al mismo tiempo, que justificaran el pasado[57].
La situación
histórica en la que Hegel se desenvolvió sufrió un proceso continuo de cambio y
revoluciones. Los ochenta años que van desde 1750 a 1830 consolidaron la
moderna Filosofía de Historia en Europa. No es casualidad que tanto una, la
Historia como oficio propio del historiador, y la Filosofía de la Historia,
como ocupación propia del filosófo que trabaja en el tiempo y con la Historia,
surgieran al mismo tiempo, pues ambas proceden de una misma motivación, como ha
señalado J. Ortega y Gasset, la insatisfacción ante algo, cuando no la
repugnancia hacia la forma tosca como se había tratado la fina materia de la
vida humana[58].
La ‘rudeza’ de los historiadores estaba provocada unas veces por un exceso de
erudición, una acumulación inmensa de datos, documentos, citas, relatos muchas
veces sin orden concreto. Otras, por el contrario en un exceso de fantasía para
explicar el pasado. Ambos extremos estaban reñidos con el intento de convertir
la historia en una actividad intelectual que se pretendía plena y rigurosa.
En el caso de los
filósofos molestaba que la erudición y también la fantasía manipularan los
datos de forma irracional para conseguir el mismo fin: tergiversar la realidad
histórica, el pasado, y, por tanto, impedían llegar a entender la evolución de
la sociedad y también la del propio hombre.
Pero durante
estos ochenta años se puede decir que todos los continentes Europa, América,
Asia, Oceanía y, en parte, África también, entraron a formar parte de la
historia de forma autónoma e independiente pues se habían separados o estaban
en proceso de separación de las metrópolis. Son los años que marcan el paso de
la Ilustración al Romanticismo, del ciclo revolucionario americano y europeo[59],
la Restauración y, finalmente, la primera revolución industrial. Un período
histórico denso, compacto, en el que el mundo se fue formando unas veces de
forma suave, otras con mucha dificultad y traumáticamente.
Este largo
período de inestabilidad está jalonado por una gran cantidad de acontecimientos
importantes, de personalidades relevantes que contribuyeron a desarrollar y
consolidar las naciones de Europa y del mundo. Una situación de cambio e
inestabilidad impulsa normalmente a los hombres a intentar entender, hacer
cargo de lo que sucede, es decir, preguntarse y responderse por la razón de ser
y el sentido o destino de lo que aparece ante la mirada y se escapa pronto,
aunque se sufra con ello, o se lea en unas pocas líneas de un libro[60].
Estas cuestiones y sus respuestas marcan el inicio de la filosofía de la historia,
porque la pregunta versa sobre una realidad que se nos va, que ha sido, pero
que queremos conocer para aprender de ella y llegar a entender la nuestra
actual.
La filosofía de
la historia procura comprender la naturaleza histórica del hombre en su más
amplia y radical dimensión. En dicho ámbito de indagación el problema de la
temporalidad, la historicidad o el sentido de la historia se plantean como
cuestiones fundamentales que requieren un tratamiento específico. La filosofía
de la historia, desde un punto de vista antropológico, tenderá a interpretar
las estructuras creadas y desarrolladas –también las destruidas- como algo que,
en todo caso, habrá de ir constituyéndose a lo largo del mismo proceso
histórico, pero no como algo que pudiera considerarse previo a la historia o al
margen de ella. Las formulaciones de este conflicto son muy diversas y entre
otras se pueden señalar las que cristalizan en famosas polémicas que pueden ser
interpretadas a la luz del conflicto gnoseológico entre Antropología e Historia,
por ejemplo para lo que aquí nos interesa[61], como epígono de las Lecciones sobre la filosofía de la historia
de Hegel, la polémica sobre la Naturaleza e Historia en el hombre (Dilthey,
Ortega, Toynbee) que alcanzó su clímax antes de la Primera Guerra Mundial.
Las Lecciones sobre la filosofía de la historia
giraron en torno a tres conceptos fundamentales: la razón[62], la libertad[63]
y el espíritu. La razón existe en la mente del hombre, pero también trabaja
fuera de ella, actúa trabajando por construir el mundo humano: los estados, las
leyes, la cultura, el arte, etc., por tanto el destino de la historia del mundo
es cognoscible por el hombre y comprensible por él. La razón es la guía de la
humanidad.
Ya se ha dicho
que Hegel trató de pensar el pasado y su tiempo histórico de forma radical. Él
mantuvo la racionalidad intrínseca de la historia del mundo. El filósofo si se
lo propone puede comprender e interpretar el desarrollo del hombre y devenir
del mundo y de la historia, utilizando su propia razón como instrumento. La
historia del mundo es pues, la historia del progreso de la razón humana que
contrasta significativamente con otras historias de otros seres del mundo.
Hegel defendió
que la razón domina la historia. La razón es totalmente libre, autosuficiente y
no depende de ninguna ley, norma, ni poder externo a ella. Es todopoderosa y
busca naturalmente actualizar sus leyes en el mundo. Hegel argumentó en un sentido
muy real, que la sustancia o el contenido de la historia del mundo es nada más
que razón, porque toda la historia tiene como causa y guía un proceso racional.
Esta idea es diferente del plan divino incognoscible para el hombre, que planea
y diseña el desarrollo de la historia[64]. La idea de que la razón
mande sobre la historia del mundo hay que asumirla, dice Hegel, para poder
constituir y desarrollar la filosofía de historia.
El espíritu se
despliega en el desarrollo histórico y al final de él alcanza su plena
realización. Es él quien dirige la historia del mundo. Mientras que la razón
dirige el progreso de los individuos, el espíritu supervisa el desarrollo de
los pueblos y de los estados. Por eso el espíritu es el destino final de la
historia del mundo[65].
El espíritu
dirige la historia y, al mismo tiempo, la razón construye la realización
concreta. Los seres humanos actúan pensando y dando forma libremente al mundo
en el que viven. La actividad de la humanidad es la fuerza impulsora de la
historia, aunque muchas veces los individuos no sean conscientes de la parte
que les toca realizar. Los pueblos constituyen los estados porque son
manifestación objetiva y concreta de su libertad subjetiva. El desarrollo de
los estados y de las distintas formas de gobierno muestra qué conciencia tiene
el ser humano de la libertad; hasta llegar al convencimiento radical de que
todo hombre tiene que ser, es libre.
No obstante, la
autoconciencia de la libertad no está siempre completamente formada, de ahí los
diferentes tipos de formas de estado y de gobierno que se han sucedido en la
historia. Esta es la razón por la que Hegel ofreció un esquema interpretativo
que conectaba la conciencia individual de libertad de un pueblo con la forma de
estado y de gobierno que se establece como consecuencia de su desarrollo y de
la concreción de esa conciencia de libertad. Estas formas políticas básicamente
son cuatro: despotismo (Oriente), democracia (Grecia), aristocracia (Roma) y
monarquía (Mundo Germánico)[66].
Por otro lado, el
estado y sus leyes, cualquiera que sea su consideración y forma (despótica,
tiránica, benevolente, justa o injusta) son la representación objetiva de la
conciencia de libertad de un pueblo. La ley de un estado crea las condiciones
para la cooperación política, el establecimiento de las instituciones políticas
y el desarrollo de la cultura.
En el proceso
histórico existen momentos de quiebras y revoluciones que se producen para
mantener la idea de libertad de un pueblo en una forma política y de gobierno
concreta. El progreso de la historia se manifiesta en que los pueblos comienzan
a comprender y hacerse conscientes de su libertad, crean sus formas
organización política, establecen las leyes que estiman necesarias, mantienen
el orden social y político creado, y comienza el intercambio económico y
cultural con otros. Pero este mismo progreso ha mostrado que la fuerza y el
poder de unos se puede imponer violentamente a otros, aniquilando a los
enemigos, iniciando guerras, provocando el caos, la destrucción, extinguiendo
los estados, desapareciendo naciones, sometiendo a los hombres y a las culturas
a un poder superior y colapsando el intercambio comercial y cultural. Pero
siempre, aun en los momentos más oscuros de la humanidad, la razón ayuda al
hombre a tener conciencia de su libertad y el espíritu prepara el camino para
que la humanidad tenga éxito en la última fase de su desarrollo: la unidad de
toda la humanidad y el fin de la historia, del mundo y del género humano. Y
siempre el espíritu conducirá la historia de la humanidad hacia el fin absoluto
que es la realización de la libertad racional, el espíritu en sí mismo, en su
completa autoconciencia.
Este período de
ochenta años significó el comienzo de la expansión del conocimiento científico
y su aplicación práctica a la vida humana. Una de las ciencias que más avanzó
fue la geografía que desde el primer atlas del mundo de Abraham Ortelio había
evolucionado hasta llegar ofrecer una imagen real de la faz de la tierra. Es
cierto que se sabía que la tierra era redonda, se habían surcado los mares y
abiertos nuevas rutas terrestres. El hombre vivía asombrado por lo que aparecía
ante sus ojos: nuevas razas de animales, una inmensa flora que había que
clasificar para conocer. La geografía se unió a la antropología y estudió las
costumbres de los pueblos. El asombro inicial, teñido no pocas veces de
perplejidad, dio paso a la racionalidad: dibujó sobre un plano el mundo, señaló
dónde estaba cada cosa, es decir, las situó en un lugar y describió lo que
tenía sobre la mesa para hacerse cargo de ello, para entenderlo y enseñarlo a
otros. Así nacieron los mapas modernos, las taxonomías de plantas y animales.
La geografía que era un saber antiguo ahora se torna imprescindible para
ordenar los datos que el afán de aventura de los hombres proporcionaba
continuamente.
La geografía como
ciencia buscó rigor, coherencia y método para evitar las fantasías que antaño
la imaginación del hombre había creado. Este debate se desarrolló en parte
entre los muros de la Universidad de Berlín, donde Hegel enseñaba. Por un lado,
las tesis defendidas por un científico ilustrado Alexander von Humboldt, que
consideró a la geografía como una ciencia natural más; y, por otro, las ideas
de Carl Ritter, cuyo concepto de geografía se aproximaba a una disciplina
histórica que tenía por objeto estudiar el desarrollo y la evolución de los
pueblos en conexión con su entorno natural[67]. Hegel se identificó más
con la segunda en cuanto que sus teorías encajaban con la idea de que la
sociedad humana entra a formar parte del mundo histórico cuando esta se consolida
en un territorio concreto. Geografía e historia se unen para dar, o intentar
ofrecer, una interpretación del progreso humano en una dimensión terrestre y
también temporal, que era justo lo que Hegel necesitaba en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia.
La geografía proporcionó
otro elemento fundamental para entender las Lecciones
sobre la filosofía de la historia de Hegel: el eurocentrismo que considera
a Europa el fin y el destino de la historia universal, excluyendo de la
historia a Asia, África –el sur bárbaro, inmaduro, antropófago y bestial- y
América Latina[68].
Europa se consideró el centro del mundo Occidental que nada tenía que aprender
de otros mundos, de otras culturas, aunque en ella no había nacido la historia,
pero es en Occidente donde alcanza su plenitud y sus realizaciones más
perfectas y constituye el fin de la misma[69].
Por tanto tenemos
los elementos que van a servir para darle forma a las Lecciones sobre la filosofía de la historia: la historia como
ciencia, la filosofía de la historia como disciplina académica, la geografía
como ciencia aplicada al conocimiento humano y el eurocentrismo, lugar donde
alcanza su punto culminante la historia. Todo ello dentro de un sistema
filosófico que trató de entender y reflexionar sobre el absoluto de forma
absoluta, y esta reflexión se encontró con la historia. Veamos cómo se componen
estos elementos dentro de un libro realmente apasionante y que ha tenido muchos
críticos de cada una de las ramas del saber humano implicadas en él, lo que
muestra claramente que la obra no deja indiferente a nadie, y que todavía tiene
algo que decir un lector del siglo XXI, como entusiasmó a los asistentes a los
cursos que dictó Hegel. En las Lecciones
sobre la filosofía de la historia nos comparece el Hegel más dinámico, el
pensador más cercano y el filósofo que trató de transmitir a su auditorio que
es todo el mundo, unas ideas sobre las que había reflexionado y había llegado a
conclusiones definitivas. Es el Hegel más humano, pero a la vez más sugerente,
sugestivo, ocurrente y agudo.
7. El desarrollo de la
Filosofía de la Historia.
Antes se ha dicho
que la filosofía de la historia se constituyó en los años precedentes y
contemporáneos de Hegel. Ahora convendría brevemente demostrar tal afirmación[70].
Normalmente se señala que los padres de la moderna filosofía de la historia son
Voltaire[71]
y Condocert[72]
que concibieron la historia como un crecimiento de la humanidad social y
políticamente progresivo en el que había siempre una mezcla de racionalidad e
irraconalidad que se modula y adquiere caracteres distintos en cada nación y en
cada territorio, sin excluir el desarrollo de las facultades y capacidades
propias del hombre. Rousseau dentro de esta línea de pensamiento concibió la
historia como el desarrollo de la voluntad humana, como el progreso de la
humanidad que a pesar de los avances producidos y los logros alcanzados en el
ámbito científico, considera que es decadente desde un punto de vista moral y
social, reivindicando la vuelta a una edad dorada: el estado de naturaleza,
donde el hombre fue feliz, vivía sin preocupaciones, plenamente su vida y
realizaba sin problemas su existencia. Otros dos autores intervinieron en este
nacimiento. Primero, Montesquieu que en su Espíritu
de las leyes afirmó que la constitución de una nación es producto de su
historia, pero también de otros accidentes como su evolución económica,
circunstancias geográficas, climáticas, así como las tradiciones, la religión y
el carácter de la gente. Segundo, uno menos conocido pero también importante,
James Steuart que en su libro Inquiry
concerning the Principles of Political Economy, explicó la evolución y el
desarrollo de la sociedad tomando como principio básico y fundamental los
elementos económicos.
Después de estos
pensadores asistimos a la consolidación del Romanticismo como movimiento
intelectual, político y vital[73].
Para ellos la historia servía para entender las instituciones y la vida de los
hombres, pero también para justificar la existencia de un estado nacional
independiente, autónomo con caracteres propios y diferenciales que se justifica
como tal y ofrece una identidad propia. Estos elementos tienen que ser
convergentes y recíprocamente coherentes para configurar la unidad interna de
cada territorio. La historia es un progreso y supone el desarrollo de la razón
humana y de la educación, por eso las etapas pasadas por un estado, por una
civilización, son necesarias para el presente y no se puede entender la
realidad actual sin el proceso anterior, sin el pasado[74]. En el proceso el
romántico, como se ha dicho, ve la contrariedad, la oposición, el choque y los
cambios que son difíciles de explicar e integrar.
Los pensadores
alemanes que precedieron a Hegel en la consideración de la filosofía de la
historia fueron, entre otros, Herder, Kant, Schiller, Fichte y Schelling[75]
que vamos a tratar de exponer, de forma breve aunque las ideas de cada uno de
ellos merecen una consideración detallada, y no un ligero boceto como el que se
hace a continuación.
Para Herder las
manifestaciones religiosas, literarias, e incluso la filosofía, de un pueblo
son un producto histórico característico y exclusivo de un territorio que forma
lo que podemos llamar la cultura nacional[76]. Herder fue un
eurocentrista, es decir, el lugar propio y genuino donde se ha desarrollado la
historia es Europa, a pesar de reconocer las diversas manifestaciones del modo
de ser humano que expresan la peculiaridad de cada territorio y la adaptación
de los hombres a ellos. Esa es precisamente la particularidad de cada nación.
Herder pasa por ser el padre de la antropología, y consideró la naturaleza
humana no como un dato, sino como un problema del que hay que hacerse cargo y
tomar en toda su extensión y no se puede llegar a una unificación[77],
porque el hombre es un ser en continua lucha, está escindido, contrariado, sin
posibilidad de llegar a la conciliación o a la unidad de los contrarios.
Kant dentro de su
breve ensayo Idee zu einer allgemeinen
Geschichte in weltbürgelicher Absicht de 1784[78], ofreció, por un lado, su
visión de la historia como un proceso necesario para que el hombre pudiera
desarrollar todas sus capacidades, en ella el ser humano se realiza plenamente
junto a otros seres, es un hacerse con otros y para otros de modo racional, por
esta razón se ha dicho que la historia para Kant es “la historia de un progreso
hacia la consecución de la racionalidad, que es a la vez un avance en la
racionalidad”[79].
De otro lado, influido sin duda por el Cándido
de Voltaire y las ideas de Rousseau, manifestó un punto de vista pesimista de
la historia como una manifestación, un espectáculo del modo de ser del hombre,
o más en concreto, de la locura humana. De este modo, la historia sería un plan
preexistente que el hombre gracias a su racionalidad puede llevarlo a término,
de ahí que se pueda hablar de un progreso dentro de la existencia humana.
Schiller es más
conocido como poeta, pero durante un tiempo fue profesor de historia en la
Universidad de Jena y ejerció como historiador. En sus reflexiones sobre la
realidad histórica aparece un punto importante: para conocer y trabajar sobre
la historia universal es necesario combinar dos mentalidades: la de un filósofo
y la un historiador. El trató de hacer algo así en su ensayo Was heisst und zu welchem Ende studiert man
Universalgeschichte?[80]
Para él pasado y presente son dos términos que se unen en la historia, por esta
razón la historia evidencia cómo el presente ha llegado a ser lo que es. De ahí
que la historia sea más que una evolución social y política del hombre, es la
evolución de su capacidad para crear, para realizar y concretar actividades y
proyectos como el arte, la religión y todas las manifestaciones del espíritu.
Dos de los
autores que más influyeron en Hegel fueron Fichte[81] y Schelling, su compañero y
amigo de estudios y protector en Jena. Ambos partieron de los supuestos de la
filosofía kantiana, pero los dos desarrollaron su pensamiento de forma
autónoma. Los historiadores no suelen tenerlos en cuenta, pero los tres
–Fichte, Shelling y Hegel- expusieron ideas, intuiciones y sugerencias muy interesantes,
que ayudan a comprender mejor la existencia del hombre en su historia. Y todos
ellos muestran claramente que la unión que preconizó Schiller hoy día se
muestra cada vez más acertada y necesaria.
Por esta razón es
conveniente volver la mirada hacia estos tres grandes pensadores que intentaron
entender algo tan complicado como el desarrollo histórico del hombre en un
espacio estático y dotado de una naturaleza que sus predecesores consideraron
inmutable y constante en el tiempo. Los tres se enfrentaron a un mismo
problema: la naturaleza es la que realiza la historia en un tiempo. Fueron
conscientes de esta cuestión que estudiaron de forma diferente y alcanzaron
conclusiones distintas. Dicho de una forma heideggeriana, es el probleama de
unir el ser y el tiempo, que aplicado a este contexto, es la comparecencia en
presente del pasado.
En esta línea Fichte trazó un programa ambicioso y sugerente en su
obra Grundzüge des gegenwärtigen
Zeitalters[82]
mantuvo que el fin del historiador al escribir y reconstruir la historia no
debe ser otro que entender el presente, el tiempo en el que él vive.
El historiador tiene una misión fundamental e irrenunciable:
trabajar sobre el pasado para presentarlo en su tiempo explicando la realidad
presente que cambia y adquiere unas características propias en cada momento, en
cada período histórico. ¿Qué estudian los historiadores? El desarrollo de la
libertad humana –la huella de Kant es patente- y este concepto dará la clave
para entender todo el desarrollo posterior del hombre y de la historia.
Fichte vivió en
el centro de una época llena de cambios y de revoluciones. Las circunstancias
vitales ofrecieron un material importante para trabajar y reflexionar. La
revolución en sí misma es un hecho histórico, como otros muchos. Los hombres no
pueden destruir el pasado, los hechos acontecidos, porque están allí y hay que
enfrentarse a ellos, estudiarlos, analizarlos y llegar a comprenderlos. Sus
consecuencias también aparecen nítidas ante la mirada del historiador, sin que
él pueda alterar nada: el pasado está cerrado y no podemos más que estudiarlo u
olvidarlo, pero no cambiarlo. Y también se pregunta ¿cuál es el sentido, el fin
y la determinación de la sucesión histórica? O mejor dicho ¿Existe una
determinación a priori que sea capaz
de ordenar la sucesión histórica? El historiador actua desde esta perspectiva
de forma distinta, no está involucrado en los hechos que estudia, pero está
determinado por lo que sucedió. Mira al pasado desde el presente, estudia
civilizaciones, países, personajes, sucesos, manifestaciones artísticas, etc.
desde su propio punto de vista. Existe por tanto una coincidencia desde esta
perspectiva entre lo que fue, es y debe ser, entre pasado, presente e ideal
conectados de una forma racional que permita hablar de historia en términos
comprensibles para todos mostrando desde el presente cómo sucedió algo que es
la relación dinámica entre el individuo y su entorno[83].
Schelling centró
sus reflexiones en el desarrollo de una idea: la historia del yo. Para él existen
dos realidades cognoscibles: la historia y la naturaleza. La naturaleza no es
más que la distribución de las cosas en el espacio; la historia son los
pensamientos y las acciones de los hombres que no sólo tienen capacidad para
conocer, sin también pueden y deben conocerse. La actividad intelectual se
desarrolla en el tiempo, pero el fundamento y el fin de la historia es la
realización total y completa de la existencia humana, por eso el absoluto es el
elemento que mueve y realiza la historia[84].
Este proceso
culmina con las Lecciones sobre la
filosofía de la historia de Hegel. La corriente de pensamiento que arrancó
con Herder cuarenta años antes logró su cristalización en una filosofía de la
historia que trató de asumir los puntos más importantes de la tradición
inmediatamente anterior, pero en la que resuenan todos los elementos que el
mismo Hegel expuso en sus Lecciones sobre
Historia de la Filosofía. Desde el modo sapiencial mítico que explica la
génesis del mundo y el origen del hombre, hasta los historiadores
contemporáneos pasando por Heródoto, Tucídides, Polibio, Tito Livio, Tácito,
los autores cristianos antiguos y medievales, Maquiavelo, Bacon, Descartes,
Vico, Locke, Berkeley, Hume, la Ilustración, etc. Todos pasan por las páginas
de las Lecciones sobre la filosofía de la
historia, todos son citados y los conoce, todos aportan algo a la
construcción de la filosofía de la historia que se estaba convirtiendo en un
materia fundamental en el estudio de la historia y de la filosofía, aunque
mirada, como veremos, con recelo por los historiadores[85].
Hegel fue
consciente de la necesidad de la historia y de la filosofía de la historia para
construir su sistema de pensamiento. Era una pieza fundamental para completarlo
y sin la cual todo quedaba en el aire, sería una aventura intelectual más o
menos importante pero sin soporte alguno. La realidad es dura, y sus Lecciones sobre la filosofía de la historia,
sus opiniones, sus ideas y sugerencias provocaron el mayor rechazo que uno
puede imaginar entre los historiadores profesionales de su propio entorno y de
toda Alemania. Por ejemplo, L. Ranke[86] , Gervinus[87]
y J. Burckhardt[88]
despreciaron las ideas de Hegel afirmando que era una historia hecha a priori sin consultar y contrastar
datos, una especulación en el vacío propia de filósofos que pasan por encima de
los hechos, los documentos, los testimonios, sin tocarlos ni considerarlos.
Otros criticaron su interés por encontrar un modelo que no existe, y
finalmente, en nuestros días, se dice que Hegel intentó construir una
metanarración de la historia que es falsa, inútil y muy peligrosa[89].
Sin embargo,
otros consideran que el esfuerzo de Hegel es digno de consideración y elogio
pues era necesario tratar de interpretar la historia como él lo hizo y además
merecía la pena intentarlo porque ofreció una visión de la historia nueva que
abría nuevas posibilidades hasta ahora no imaginadas[90]. Hegel nunca deja
indiferente al lector, y en esta ocasión mucho menos, pues unos consideraron
que asaltó como un bandido el huerto de Klío, mientras otros dijeron que había
conseguido entender qué había en el huerto y por qué unos hechos, unos sucesos
históricos estaban recogidos allí, y no en otro lugar o ignorados para siempre,
como otros muchos. Este rechazo a las ideas y las propuestas de Hegel por parte
de los historiadores explica por qué los libros sobre historiografía no dedican
a Hegel un capítulo fundamental e importante. Se sigue pensando, como en el
siglo XIX, que en las Lecciones sobre la
filosofía de la historia se usa un método incompatible con la Historia, la
verdadera Historia como ciencia, y que no es más que una abstracción
intelectual, filosófica destinada a satisfacer el ansia de explicación de un
sistema de pensamiento[91].
Una de las críticas más fuertes fue la insistencia en que no existe, como decía
Hegel, una necesidad, un destino necesario en la historia, que es tanto como
afirmar que hay un a priori que
explica todos los fenómenos y sucesos históricos de una forma clara y precisa.
Para un historiador la filosofía en este caso distorsiona la realidad, la
desordenada y la vuelve incomprensible, cuando lo que Hegel pretendió con su
filosofía de la historia era explicar la conciliación como el progreso, el
desarrollo, de los contrarios, que no serían tales, sino complementarios y
necesarios.
En este ambiente
se gestaron y se impartieron las Lecciones
sobre la filosofía de la historia de Hegel, que supusieron una revolución
en el campo de la historia y de la reflexión sobre ella, consolidando como
materia y disciplina académica la Filosofía de la Historia que había comenzado
su andadura en la época de la Ilustración con Voltaire y había tenido éxito
entre los más destacados pensadores europeos[92].
8. La herencia recibida
y asimilada.
Hegel es la
culminación de casi cincuenta años de filosofía de historia[93]. El lector de las Lecciones sobre la filosofía de la historia
parece que se encuentra ante un texto muy original y revolucionario, que trata
de desarrollar en medio del empirismo y positivismo historicista una interpretación
filosófica de la historia. Hegel integró en su sistema las ideas y los avances
de los pensadores anteriores, así como los descubrimientos y contribuciones de
algunos historiadores importantes, sobre todo en lo referente al mundo oriental
–tan de moda en aquella época- y a la antigüedad grecorromana. Por eso Hegel,
contra lo que muchos han afirmado, no es un autor que especula en el vacío,
pues conoció y asimiló los antecedentes y trató de ofrecer algo novedoso y
original desde su punto de vista que siempre apunta hacia otras dianas.
La herencia
recibida y asimilada[94]
va desde la expresión volteriana “filosofía de la historia”, hasta el conjunto
de ideas que manejó para componer sus Lecciones
sobre la filosofía de la historia. De este modo, cuando afirma que toda la
filosofía de la historia tiene que aspirar a convertirse en una historia
universal de la humanidad en la que se muestre cómo se ha desarrollado la
libertad desde los primeros tiempos hasta nuestros días, está siguiendo las
ideas de Herder. Dentro de esa evolución se pregunta por las formas de estado y
de gobierno que han ido sucediéndose en el tiempo hasta llegar a formar la
actual organización estatal que es el resultado de dicha evolución, fue la
tesis mantenida por Kant. Por su parte, Schiller aportó otro dato fundamental:
el historiador no construye el futuro, por eso la historia culmina en el
presente, de lo contrario sería una utopía. La evolución histórica es un
proceso del pensamiento humano que actúa con lógica, en el que cada fin se
alcanza de forma sucesiva, es la tesis fundamental de Fichte. El progreso
humano no se detiene en la realidad que vemos y dominamos en nuestro entorno,
es un progreso que va más allá de nosotros mismo, es un progreso cósmico en la
evolución del todo hasta realizar el autoconocimiento del espíritu, que es la
parte que intentó explicar Schelling.
Con estas
influencias fundamentales, y otras que sería largo citar, Hegel asume un pasado
valioso y, va a desarrollar la aventura del espíritu desde sus primeros
momentos, los orígenes que se sitúan en el Imperio Persa, hasta los días en que
él dictaba sus lecciones en Berlín.
La vida es un
proceso, es evolución, desarrollo constante que busca nuevas y más perfectas
realizaciones. El hombre es naturaleza e historia, ser y devenir. En esta
situación también está el cosmos, la realidad que nos circunda que se están
haciendo, construyendo, destruyendo y volviendo a nacer, es la semilla que se
descompone en el interior de la tierra para formar un nuevo y frondoso árbol
que dé cada año, cada estación reglada y conocida nuevos y vigorosos frutos. El
orden natural –las llamadas leyes físicas- es dinámico dentro de un proceso
repetitivo y continuado siempre igual. El orden social, el que hombre en el uso
de su libertad construye y mantiene, con sus leyes morales y jurídicas, es
también dinámico y cambiante según el lugar y el tiempo. La historia está ahí,
donde sociedad y naturaleza física conviven en un movimiento continúo. La
naturaleza acoge a la sociedad, es su soporte material, le da el lugar dónde
asentarse, es la tierra donde se enraízan los proyectos humanos que sin ella no
tendrían un lugar de referencia y destino[95].
Naturaleza y
sociedad evolucionan conjuntamente, pero no de la misma manera, ni al mismo
tiempo. Las leyes físico-naturales son siempre las mismas, con ligerísimas
variaciones bajo circunstancias parecidas se produce el mismo efecto. En la
naturaleza reina la ley de la causalidad: toda causa provoca un efecto que
siempre es el mismo y que a su vez puede ser, o es, causa de otro efecto
distinto. La naturaleza no puede escapar a esta determinación que desde siempre
y por siempre ha sido así. El punto de vista de la historia es distinto, no es
exactamente así. Los acontecimientos de la naturaleza constituyen una
repetición cíclica e igual de una serie concatenada de sucesos.
En cambio la
historia funciona de otra forma, por tanto también la evolución humana social
tampoco. El desarrollo de la historia excluye la repetición exacta de un
acontecimiento. La reacción de los sujetos, los actores, no es previsible. Ante
circunstancias parecidas los hombres han reaccionado de formas muy distintas.
La historia es innovación, revolución, cambio constante sobre sí misma, sobre
los hechos, sobre los acontecimientos. La historia no es más que la descripción
del despliegue existencial del hombre. El historiador conoce y trabaja sobre
los hechos, los sucesos, los eventos, pero si quiere hacer historia completa,
tiene que relatar cómo ha evolucionado la vida de los hombres guiada por la
razón y dirigida por el espíritu, sus ideas, su pensamiento. Aquí nos situamos
en el ámbito más íntimo del hombre, en el lugar de la libertad, de la
racionalidad, de los proyectos. Por eso Hegel trató de mostrar que el fin del
historiador tiene que ser más elevado que la mera construcción de un relato de
lo que el hombre hizo, tiene que entender qué pensaron y por qué eligieron
entre varias opciones y posibilidades una concreta y determinada que estimaron
como la mejor y la más conveniente. La historia es el relato que se articula
desde el hecho incontrovertible, hasta la razón que lo explica e interpreta. Es
la narración que va del qué y cómo, al por qué.
La historia así
entendida es la historia de la determinación de la voluntad humana, de las
acciones ejecutadas porque el hombre así lo ha querido y se ha inclinado por
una opción entre varias, después de haberlo pensado y ponderado de una manera
determinada. Es cierto, que en la historia hay pasión e irracionalidad, no se
puede negar, pero eso también es parte de la actividad humana: actuar sin
razones que expliquen aparentemente un hecho, que una vez culminadas se
conviertan en racionales, es decir, hechos que el historiador puede explicar
desde su origen dando una razón de ellas.
La historia es
historia del pensamiento, de la acción y de la voluntad humana, por tanto,
Hegel afirma que se puede decir que es un proceso lógico y racional. Esta
racionalidad no es determinación absoluta, es una racionalidad deducida a posteriori, por quien da forma y
contenido a la historia, por eso la intervención del historiador es fundamental
en todo el tiempo y en todas las épocas: explica cómo y por qué han
evolucionado las formas humanas de asociación, la vida del hombre sobre la
tierra.
El desarrollo histórico
tiene un límite que marca el presente, no se puede pasar de esa frontera. La
historia no se ocupa ni puede ocuparse del futuro, ni tiene que averiguar qué
va a pasar. Lo histórico no es prospectivo, es la descripción de un pasado que
está cerrado y concluido, que ha sucedido, explicación por qué algo ha sido
así. La historia abarca tanto el inicio como el final, el principio y el
desenlace. Todo lo sucedido y lo que está sucediendo es materia de la historia,
lo que pasará todavía no. La historia no es previsible, tenemos que mirar
continuamente hacia atrás para avanzar hacia delante. El futuro es el reino de
la libertad sin concretar. El presente se proyecta hacia el porvenir desde la
experiencia de un pasado valioso y rico.
Hegel hizo un
gran despliegue intelectual en sus Lecciones
sobre la filosofía de la historia con una clara intención: comprender al
hombre en su desarrollo completo, conocer su pensamiento a través de sus
opciones, decisiones y también de sus realizaciones. Y el fin es describir qué
ha hecho desde la perspectiva de la filosofía y a través de la acción. Por esta
razón Hegel se concentra en lo que es más evidente en la vida de los hombres:
la historia política, la evolución de las formas de estado y de gobierno a lo
largo del tiempo y en un espacio concreto[96]. La verdadera filosofía de
la historia muestra las relaciones más acabadas y perfectas de los hombres que
son las formas de organizarse políticamente. Quizá las Lecciones sobre la filosofía de la historia se podrían calificar como
una historia abreviada de la política, porque en ella Hegel muestra algo
fundamental que hemos aludido al principio: la libertad se realiza en el
espíritu objetivo, que es donde concluye la conciencia de libertad. Pero es
necesario que se den unas condiciones objetivas que hagan posible el ejercicio
de la libertad. Estas condiciones son el derecho, la moralidad y la eticidad
que estudió ampliamente en otra obra Filosofía
del Derecho, por tanto, aquí no se van a desarrollar. Todas ellas
constituyen el citado espíritu objetivo[97].
El Estado es la
perfecta expresión de la racionalidad y de la libertad, y, por tanto,
representa la forma más alta del espíritu objetivo tiene un cierto nivel de
autonomía y ejerce una autoridad real sobre los súbditos. El estado es la forma
externa de la voluntad y de la libertad humanas, en él la voluntad subjetiva y
la idea se actualiza de forma del espíritu y los principios políticos se
convierten y son el reflejo de la idea en él. En suma, el estado es el efecto
de dos causas o elementos: la voluntad subjetiva humana y la idea. De esta
forma se constituye en el auténtico sujeto de la historia, porque sin él, o
fuera de él –aquí se ve la influencia del modelo de la pólis griega- no existe ninguna libertad verdadera. Sin el estado
los hombres se unen mediante la fuerza arbitraria de uno, o sus propios deseos[98].
Para Hegel el
estado representó la única realidad capaz de lograr y realizar plenamente la
libertad. En el estado se inserta plenamente lo individual y lo universal. El capricho
individual no es libertad. Sólo en el estado el hombre tiene existencia
racional. Estas ideas de Hegel han motivado que algunos lo acusaran de
totalitarista. Hegel dice que pensar que el estado no hace más que coartar la
libertad de los individuos es pensar de forma negativa pues sólo el estado
garantiza la existencia de la libertad de los individuos y su vida libre. Lo
demás sería pensar que el capricho individual puede ser elevado al rango de
libertad. Esto provocó que Hegel criticase algunas de las teorías sobre el
estado anteriores como el estado de naturaleza tan extendido en la Ilustración
como el lugar donde los hombres vivían libres y felices[99], o el otro extremo, el
estado que cercena la libertad de los individuos y los hace infelices o la concepción
del estado protector y patriarcal que no deja ámbito de realización al hombre,
sino que todo se lo da hecho, es el despotismo.
Esta idea tuvo
gran fortuna posteriormente, porque no pocos hemos sido formados en un tipo de
historia que relataba la transformación social y política de los hombres dentro
de los acontecimientos que ellos mismos provocaban, para mi generación la
historia era fundamentalmente política, con unas manifestaciones económicas,
pero olvidando otros aspectos fundamentales como la religión, el arte, etc.,
que eran precisamente, para Hegel, historias parciales necesarias para
comprender y hacer la historia total o global, que es la auténtica filosofía de
la historia que interpreta estos hechos fundamentales.
9. La revolución hegeliana.
No se trata de
insistir en la originalidad del pensamiento de Hegel, ni en mostrar como otros
han hecho de forma más precisa, qué influencias tuvo y cómo este gran filósofo
asumió una herencia que venía desde Tales de Mileto hasta sus días, y propuso
un sistema de pensamiento que tras dos siglos todavía no ha dado sus
rendimientos más granados, porque se ha inclinado excesivamente hacia una
línea, el marxismo. Hegel es más que predecesor de Marx, es un pensador capaz
de enfrentarse y encarar cualquier problema y ofrecer de él una explicación
para entenderlo mejor e integrarlo en su pensamiento.
Nada es ajeno a
la curiosidad –en el sentido más positivo del término- intelectual de Hegel. Es
cierto que él conocía mejor el mundo clásico, el grecorromano. También tuvo una
buena información sobre la historia de la teología y el pensamiento
contemporáneo. Había leído y conocía muy bien y de primera mano las fuentes del
pensamiento filosófico, que manejaba de excelentemente. Su conocimiento es
sistemático, pero también histórico. Para él el sistema es resultado de la
decantación del pensamiento en la historia. El sistema no se hace, se va
haciendo, se va componiendo, por eso la tarea no tiene fin, es un proceso sin
término.
La historia es
fundamental en este proceso la acumulación de conocimientos, y sirve
precisamente para ordenarlos y clarificarlso. La historia forma parte esencial
del sistema hegeliano desde que comenzó a trabajarla en su Enciclopedia y culminó con una interpretación global en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia
donde se demuestra que la filosofía hegeliana es histórica, se explica mediante
propuestas, principios y problemas en términos y con una visión histórica. El
método hegeliano no trabaja con un a
priori sobre un problema, sino que se estudia y analiza desde una
perspectiva histórica. Esta postura supuso una revolución en el pensamiento
filosófico: la filosofía es posible sólo si se estudia desde la historia,
porque el filósofo tiene que prestar atención a los orígenes, considerar el
contexto donde se desarrolla y produce una idea y también debe seguir la
evolución de las doctrinas. No tuvo otro propósito en sus Historia de la Filosofía donde expuso temas clásicos como Dios, su
providencia, el hombre, la sociedad, etc. siguiendo un método de análisis
histórico. Por eso se puede decir que Hegel rompe con la herencia de Descartes
que crea un sistema o trata de crearlo, desde presupuestos fijos, para él la
filosofía es posible y debe explicarse en términos históricos. La metafísica y
toda la filosofía no puede ser una especulación sobre la realidad, sino que
tiene que ser una reflexión sobre una realidad humana que cambia, se
transforma. Por eso explicar algo supone definirlo en términos históricos que
abarca el pasado, el presente y se proyecta hacia el futuro.
La pregunta que
surge ahora es: ¿qué es en realidad la historia? La respuesta más inmediata es
que no es sólo un método, un instrumento para conocer y explorar la realidad
pasada. Es algo más que se concreta en cómo el hombre ha sido, es y será en el
futuro. La historia no la hace un hombre genial, excepcional con sus grandes
hazañas y excelentes ideas que lleva a la práctica, como Pericles, Alejandro
Magno, Julio César, Augusto, Carlomagno, Carlos I de España, Napoleón, etc.,
sino que es un proceso, un esfuerzo continuado, una determinación llena de
pasión muchas veces, de una o más generaciones, cuyo resultado final lo encarna
una persona o un grupo reducido, pero no podemos pensar nunca que son los
únicos y los últimos autores. Las realizaciones de cada generación, de cada
nación, son las concreciones del fin de la historia que no es otro que la
realización plena en cada momento de la autoconciencia de la libertad del
espíritu que se concreta en cada cultura, en cada tiempo histórico[100].
La percepción de esta realidad es la que nos muestra cómo han escrito sobre
historia los propios historiadores y, por tanto, nos muestra cómo han
considerado el oficio de historiar, el deber de hacer historia para otras
generaciones cada autor. Estas formas son las que Hegel calificó como tipos o
clases de historia que ahora vamos a explicar.
La historia es el
tribunal del mundo, por tanto, sobre los estados y las naciones hay una mente o
espíritu del mundo –Weltgeist- que
pronuncia su veredicto que se manifiesta en el desarrollo de la historia misma.
La historia del espíritu es el desarrollo de la historia misma a través del
tiempo, de su propia conciencia que se manifiesta en los individuos, en los
pueblos, en los estados y en todos los actores de la historia, quienes mientras
están envueltos en sus propios asuntos, son instrumentos inconscientes del
propósito del espíritu. Las acciones de un gran hombre se producen gracias a la
determinación de su voluntad y su pasión, es la imagen que percibió Hegel
cuando vio a Napoleón montando su caballo, victorioso tras la batalla entrando
triunfante en Jena. Los hechos están relacionados con el espíritu del mundo,
por ejemplo, la fundación de estados o las actuaciones extraordinarias de los héroes.
Hegel afirmó que
en la historia del mundo podemos distinguir importantes realizaciones de la
autoconcencia del espíritu en el proceso de desarrollo y que se corresponde con
cada uno de los cuatro momentos importantes de la historia que antes se ha visto.
10. La razón y el
espíritu en la historia.
Ya se han
explicitado los diferentes tipos de historia y cómo estas culminan en la
filosofía de la historia que sería el logro más importante tanto de filósofos e
historiadores pues comprende los procesos, todos los acontecimientos,
instituciones que están el un continuo proceso de desarrollo. Nada es eterno
excepto el cambio en sí mismo, así pues el desafío más importante de los
historiadores es la capacidad para comprender la interconexión temporal y lógica
entre los acontecimientos, los individuos y las instituciones. En definitiva,
se trata de conocer porqué ocurren los acontecimientos y llegar a tener una
idea completa del proceso histórico.
La filosofía de
la historia revela los principios universales del desarrollo humano en el
tiempo, como la única que comprende el espíritu en su evolución y realización
de su naturaleza que es la libertad en el tiempo, y finalmente, es la que
explicita los sucesos de la historia.
La historia está
ordenada por la razón porque ella misma es un proceso racional. Este es un
principio fundamental en el método histórico hegeliano, que demuestra a lo
largo de sus Lecciones sobre la filosofía
de la historia. La razón tiene tres características fundamentales: es la
esencia o la sustancia de la historia del mundo; tiene un poder infinito y toda
la realidad se configura gracias a la razón por eso todo suceso puede ser
entendido racionalmente.
La razón es un
poder absoluto que actualiza, hace existir a todo. Tiene un contenido total
porque no necesita de nada para ser completa y manifiesta en el mundo toda su
acción y todo su poder. Para Hegel nada es más relevante en el mundo excepto la
idea de la razón. Hay dos ideas de razón. La que defendió Anaxágoras que fue el
primero que afirmó que toda la naturaleza es racional en el sentido de que
opera sobre leyes inmutables. Esta idea no le sirvió a Hegel porque el filósofo
presocrático griego se refería a unas leyes física y no de la razón humana.
Esta no es la razón que domina el mundo, porque no explica cómo se conectan las
leyes físicas con la razón abstracta o ideal.
La segunda es la
idea religiosa que afirmaba que los sucesos están determinados por la
providencia divina, pero esta tampoco puede ser una razón que gobierne el mundo
porque la razón divina es incognoscible.
La historia es un
proceso racional que se fundamentaba en ella y era capaz de realizar y producir
todo en la historia por ella, sin ninguna otra asistencia, por tanto, todo debe
ser estudiado desde una idea: la historia tiene una razón intrínseca que la
guía, no sólo como una forma de justificación, sino también como algo esencial
que existe en virtud de la razón y su justificación está en la razón misma.
El espíritu es el
concepto más conocido y probablemente más complicado de todo el sistema
filosófico hegeliano. La idea básica es que toda la historia humana se dirige
mediante un proceso racional de autoreconocimiento en el que los hombres están
orientados para conseguir una mayor autoconciencia de sí y libertad externa. El
espíritu no es Dios, sino la fuerza más poderosa de la conciencia individual,
que es a la vez el mismo principio de la verdadera libertad. Por tanto, la
historia del conocimiento de la libertad es la fuerza motriz. Cada tipo de
historia que Hegel señala participa en el proceso de desarrollo del espíritu en
el tiempo y en la historia que es la parte fundamental de su filosofía de la
historia. La esencia del espíritu es su dependencia de los principios internos.
El espíritu es un concepto abstracto que no existe en un lugar determinado,
excepto en todo el mundo, en el que llega a ser una realidad concreta. A veces,
el espíritu parece Dios, o se asimila a él, gracias a ciertas similitudes
abstractas.
En la Fenomenología del espíritu Hegel admitió
dos formas de pensamiento. La primera sería la representación física de los
objetos en el sujeto y la segunda sería la representación conceptual de los
objetos en la mente del hombre. Estas formas de pensamiento están relacionadas
con dos formas diferentes de ser del sujeto. La primera muestra al sujeto como
un ser fijo, que permanece ligado a la naturaleza, un ser que no cambia, sería
semejante al hypokeimenon de
Aristóteles[101].
La segunda forma se define por el contrario a lo que una vez pensado se mueve y
llega a ser. Son el ser en la mente y
fuera de ella y que se presenta ante el sujeto de una manera determinada.
La característica
fundamental del espíritu es su dinamicidad, se hace y se muestra en el tiempo,
pero no está en el tiempo, permite y facilita que las cosas aparezcan. El
significado de los conceptos se revelan en la historia y el espíritu es el
espíritu en la historia, por esta razón la historia ocupa un lugar central en
el sistema hegeliano, ofreciendo a la filosofía los medios necesarios para
centrarse en sus propios objetos y asuntos.
Antes hemos
citado las formas de hacer historia que muestran la diferencia entre la
historia que hacen los historiadores, llamada historiografía, y la historia
desde el punto de vista de la filosofía que es la filosofía de la historia que
profundiza en la relación entre lo que se hace, se está haciendo, y lo que
permanece en el tiempo. Por eso la filosofía de la historia necesita y se
centra en la interpretación del contenido mismo de la historia[102]
con el fin de explicar y conocer cómo la razón gobierna el mundo[103].
Conocer las
reglas de la historia global significa admitir que el espíritu se mueve de un
punto a otro, en este movimiento los hombres llegan a conocer sus
manifestaciones concreta en un tiempo y en un lugar determinado, así la
historia es la historia del espíritu o, mejor dicho, de las manifestaciones del
espíritu.
El fin de la
filosofía de la historia es aprehender el curso del espíritu, que no está
esperando al final del viaje, sino que se mueve por un camino, y ese movimiento
es del espíritu absoluto que es un ser en la historia que ofrece un
conocimiento total de la realidad. La filosofía de la historia de Hegel se
puede llamar ontoteología de la historia.
La relación entre
las obras de Hegel Fenomenología del
espíritu y Lecciones sobre la
filosofía de la historia es muy clara[104]. Hegel afirmó en la
primera que la historia muestra el plan de la providencia en tres fases del
espíritu: verdadero, extrañado de sí mismo y cierto en sí mismo que se
corresponden con otras tantas fases de la historia de la humanidad: antigüedad
grecorromana, la edad media y la edad moderna desde la Revolución Francesa. De
este modo la división de la historia podría quedar de la siguiente manera:
1.
El espíritu verdadero que se
manifiesta en la antigüedad grecorromana. Las manifestaciones más importantes
fueron el desarrollo de una teoría ética en Grecia y el sistema de derecho
romano.
2.
El espíritu extrañado de sí
mismo en la edad media hasta Revolución Francesa.
3.
El espíritu cierto en sí
mismo que provoca el domino de la razón en la Ilustración, el Romanticismo y la
Revolución Francesa.
Un esquema
parecido se encuentra en su obra La
ciencia de la lógica donde se afirma que lo primero que tiene mostrar
cualquier ciencia, cualquier forma de conocimiento humano es su dimensión
histórica, así una secuencia histórica de cualquier sistema filosófico es la
misma que la derivación lógica de las determinaciones conceptuales de la idea.
¿Existe conexión
entre la división cronológica en períodos y la fenomenología de la historia? La
respuesta está en la historia conceptual que muestra la estructura, el sentido,
el significado y el propósito de la historia. Por su parte, la cronología es
una ordenación simple de los sucesos en el tiempo que nos ofrece de forma
seriada un conjunto de acontecimientos que se organizan siguiendo un esquema
triádico: antes de, después de y simultáneamente. La cronología no puede
explicar nunca las intenciones, los propósitos, las necesidades del espíritu en
una época, porque la cronología es el resultado de esa necesidad. Un ejemplo,
las Res gestae se escribieron para
ofrecer ejemplos de comportamiento humano ante una serie de circunstancias. La
cronología con su acumulación necesaria de datos, fechas, etc., no puede
explicar de ninguna forma la plenitud y la concreción del tiempo en el
espíritu, del movimiento del espíritu en el tiempo. Sólo la historia conceptual
puede llegar a mostrar y explicar por qué existen las relaciones esenciales en
la historia, el sentido y el significado del mundo en su devenir histórico.
Por tanto, puede
volver a preguntarse por el ser del espíritu en el tiempo. El espíritu no está
en el tiempo. Como estructura total y globalizante, el espíritu es el tiempo.
El tiempo es la estructura de la unidad de la dimensión estática y temporal del
ser. Cuando el pasado, el presente y el futuro se consideran de una forma
integral, y se entienden como tales, el proceso de temporalización se completa.
De ahí que cuando Hegel usa la palabra sustancia está significando ser en el
tiempo, algo temporal que se desarrolla. Por el contrario, el espíritu es lo
absoluto y es el tiempo mismo. De este modo, se puede afirmar que Hegel usa la
noción de tiempo primario, que sería la historia absoluta, y un tiempo
secundario, que sería la historia. Sólo la historia totalmente aprehendida
puede considerarse historia absoluta. Esta es la filosofía de la historia que
se ocupa de las realizaciones del espíritu libre y de la razón en el tiempo
11. El vuelo de la
lechuza de Minerva.
Este texto tiene
como primer objetivo ser útil para el lector actual que se enfrenta a una obra
tan compleja y tan interesante como Las
Lecciones sobre filosofía de la historia Universal, en la que a cada paso
se encuentra una idea, una reflexión, un pensamiento de un filósofo genial. En
él se procura conducir al lector a través de los problemas más importante que
abordará Hegel en su obra. Quedan muchos aspectos por tratar, pero en unas
líneas preliminares no se pueden agotar todos los temas que el pensador
despliega en su trabajo.
El esfuerzo
filosófico de Hegel es muy ambicioso porque quiere ofrecer una salida a la
situación agudamente crítica de su tiempo. Él mostró un camino que tiene mucho
que ver con la restauración del pensamiento filosófico. Los intentos anteriores
a él no fueron comprendidos en su totalidad, o fallaron en algún punto, por eso
Hegel volvió a intentarlo y una muestra son sus Lecciones sobre la filosofía de la historia Universal.
La historia
comparece en su texto, en su discurso, como un saber propio del sujeto que
quiere conocer cuál es su origen y su destino. El proceso es la historia que se
puede aprehender, esta ciencia es la historiología. Hegel pensó que la historia
termina en el presente, y admitió que en su época estaba muy cercana al fin de
la historia. Será el final de la dialéctica, del proceso en que no habrá
negación, ni innovación, sino unidad total. Esto sucederá cuando el espíritu
haya retornado a sí mismo después de su viaje y haya completado el proceso de
autoconocimiento.
La filosofía de
la historia para Hegel supuso juzgar toda la historia desde su posición. La
filosofía de la historia trata de reconstruir el contenido total de la historia
universal desde categorías filosóficas, que es, como se ha dicho, la forma más
elevada de hacer historia, pues exige un conocimiento exhaustivo del pasado y
una capacidad de especulativa sobre el orden intrínseco y final que se puede
atribuir a la existencia humana. Por eso, cuando llegó a Berlín afirmó que la
plenitud de la historia había llegado con el Estado Prusiano, sin tener en
cuenta que era una determinación más, una construcción humana histórica como
las que él repasó en sus lecciones, y no podía considerarse definitiva. Sin
embargo, Hegel pensó que la lechuza de Minerva levantaba su vuelo, es decir, la
lechuza que es el símbolo de la sabiduría, cuando se marcha es porque hemos
llegado al saber absoluto, la dialéctica se ha detenido porque ya ha dado to su
fruto y no hay más que hacer. Eso fue lo que Hegel quiso mostrar una y otra vez
en sus cursos de filosofía de la historia, como su presente es la presencia
definitiva y clausura el proceso de existencia y evolución. No hay más saltos
hacia occidente, el espíritu se ha detenido en la realización más perfecta y
sublime del hombre que es, políticamente el estado prusiano, filosóficamente su
sistema, socialmente la superación del romanticismo y la ilustración. Por
tanto, para qué pensar más, hemos llegado a la clave de la existencia.
El desarrollo
histórico de la humanidad es lineal, no es un proceso decadente y regenerativo
contínuo, sino un proceso en el que se puede encontrar todo aunque el presente
será siempre un momento superior a los anteriores. La historia se constituyó en
el sistema de Hegel como un proceso interno en el cual la fuerza del espíritu y
la razón llegarán a realizar la libertad. La historia pues es la realización en
el mundo de la idea suprema que es Dios, la máxima expresión de la racionalidad[105].
Es cierto que su
método dialéctico dio una clave para superar la crisis contemporánea. Sin
embargo, la realidad mostró a Hegel que sí se podía ir más allá. Y esta es
precisamente la crisis de la filosofía hegeliana: que el proceso continua y
continuará a pesar de los muchos intentos que se han hecho por clausurarlo.
¿Por qué fracasó Hegel? Sus críticos, Kierkegaard, Marx, Heidegger, etc.,
dijeron que su método servía para pensar el pasado, que es lo dado, no el
futuro que es lo que se tiene que realizar en el tiempo. El pasado no genera
contenidos, ni se genera desde el presente, se puede contar, narrar, pero no
generarlo. Por tanto, el pasado no servía para cerrar el presente.
Como se ve la
solución de Hegel dejó muchas dudas y un buen número de interrogantes abiertos.
Pero él fue un pensador que intentó reflexionar sobre los problemas
profundamente humanos. Y es precisamente este su gran valor: el haber estudiado
y pensado con profundidad, rigor y coherencia las constantes que afectan al
modo de ser hombre para llegar a darle una solución, o al menos intentar
comprenderlas mejor. Como todo gran pensador, Hegel se encontró ante una
situación acuciante: la filosofía estaba en crisis y no gozaba de buena salud
porque se había aislado al prescindir de no pocos ámbitos del conocimiento de
la realidad, el hombre no superaba sus contradicciones y su desgarro, el
romanticismo no daba respuesta a las cuestiones que se planteaba. Hegel
intentó, y lo logró, hacer filosofía por todo lo alto, pensar los problemas
desde un punto de vista auténticamente filosófico. En sus Lecciones sobre la filosofía de la historia Universal trató de
explicar y solucionar problemas teóricos y, en parte, prácticos que tenía
planteados, no olvidemos que fue testigo de no pocos cambios políticos y
sociales.
La lectura de
esta obra nos puede llevar a plantearnos preguntas similares a las que el autor
se hizo en su momento, pero dudo que nuestro bagaje intelectual, el nivel de la
filosofía actual, el conjunto completo de preocupaciones en el que se mueve el
hombre, constituyan el lugar adecuado para responderla. No obstante como seres
humanos tenemos que seguir pensando y explicando nuestra realidad, nuestro
mundo, porque sin hacernos cargo de él vamos a la deriva. Hay que volver a
centrar la atención en el protagonista de la historia: el hombre sin
absolutizar ninguna de sus capacidades operativas.
El proceso
histórico está abierto esencialmente hacia el futuro. Lo que llegamos a conocer
de él es un pasado que no se puede mover, está cerrado, ordenado y clausurado
para ser estudiado y un presente que se nos escapa como el agua entre las manos
-la imagen es del poeta Marcial-. El pasado revela la contingencia de las
formas políticas, económicas, culturales y espirituales del ser humano que
aparecen con fuerza y desaparecen con tiempo, en la evolución histórica. Ese es
el destino del hombre: construir y volver a construir, en un proceso cuyo final
no conocemos, pero que podemos llegar a intuir, siempre que no perdamos nuestra
capacidad de apertura hacia un tiempo que se va y que viene y que en nosotros
se hace presente y que apunta hacia ese futuro constante y vitalmente.
Véase las biografías de R. Haym, Hegel
und seine Zeit. Berlin, 1857 (Olms, Hildesheim, 1962); G. Lukács, Der junge Hegel, Europa Verlag,
Zürich-Wien, 1948; W.A. Kaufmann, Hegel,
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Dietmeier, Hegel und Savigny,
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diriritto borghese. Hegel contro Savigni, Laterza, Bari, 1984.
Véanse todos los textos generales sobre la compresión de la historia en el
sistema hegeliano: G. Lasson, Hegel als
Geschichtsphilosoph, Felix Meiner, Leipzig, 1920; K. Leese, Die Geschichtsphilosophie Hegels: auf Grund
der neu erschlossenen Quellen untersucht und dargestellt, Erschienen im
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Foundation of the State in Hegel's Philosophy of Right. Rodopi, Amsterdam, 1984.
“La sustancia
del espíritu es la libertad. Su fin en el proceso histórico queda indicado con
esto: es la libertad del sujeto; es que este tenga su conciencia moral y su
moralidad, que se proponga fines universales y los haga valer; que el sujeto
tenga un valor infinito y llegue a la conciencia de este extremo. Este fin
sustantivo del espíritu universal se alcanza mediante la libertad de cada uno.
Los espíritus de los pueblos son los miembros del proceso en que el espíritu
llega al libre conocimiento de sí mismo. Pero los pueblos son existencias por
sí -no estamos aquí tratando del espíritu en sí- y como tales tienen una
existencia natural. Son naciones, y, por tanto, su principio es un principio
natural. Y como los principios son distintos, también los pueblos son
naturalmente distintos. Cada uno tiene su propio principio, al cual tiende como
a su fin. Alcanzado este fin, ya no tiene nada que hacer en el mundo. Hay que
considerar, por tanto, el espíritu de un pueblo como el desarrollo del
principio, que está encubierto en la forma de un oscuro impulso, que se
expansiona y tiende a hacerse objeto. Este espíritu del pueblo es un espíritu determinado,
un todo concreto, que debe ser conocido en su determinación. Siendo espíritu,
solo puede ser aprehendido espiritualmente, mediante el pensamiento; y nosotros
somos quienes concebimos el pensamiento. Pero además el espíritu del pueblo se
aprehende a sí mismo con el pensamiento”. G.W.F. Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia, p.
Véase S. Dellavalle en la edición Filosofia
della storia universale, cit., pp. XVIII-XLVI.
Para el tema
del espíritu y del fin de la historia, hay mucha bibliografía, se pueden
consultar, a mode de ejemplos, los siguientes trabajos: G. Dulckeit, Die idee Gottes im Geiste der Philosophie
Hegels, München, Hermann Rinn, 1947; L. Walentik, Der Begriff des Endzwecks der Weltgeschichte bei Hegel, Wien, 1960.
(Tesis-Universidad de Viena); B. Cooper, The End of History. An Essay on Modern
Hegelianism, Toronto, University of Toronto Press, 1984; VV.AA., Hegel, l'esprit objectif, l'unité de l'histoire.
Actes du IIIème Congrès International de l'Association Internationale pour
l'Etude de la Philosophie de Hegel (Lille, 8-10 avril 1968), Association
des Publications de la Faculté des Lettres et Sciences Humaines de Lille, Lille, 1970; G. Bataille, M. Ciampa y F. Di
Stefano, Sulla Fine della storia, saggi
su Hegel, Liguori, Napoli,
1985; A.T. Pepperzak, Autoconoscenza
dell'assoluto: lineamenti della filosofia dello spirito hegeliana,
Bibliopolis, Napoli,1988; Ph.T.
Grier, "The End of History, and the Return of History",The Owl of Minerva 21/2, 1990, pp. 131-144; L. Pompa, “Philosophical
History and the End of History”, Bulletin
of Hegel Society of Great Britain 23/24, 1991, pp. 24-28; R. Bubner,
“Hegel and the End of History”, Bulletin
of Hegel Society of Great Britain 23/24, 1991, pp. 15-23; H.S. Harris,
“The End of History in Hegel”, Bulletin
of Hegel Society of Great Britain 23/24, 1991, pp. 1-14; F. Chiereghin,
“Tempo e Storia in Hegel”, Verifiche
23, 1994, pp. 17-56; J. Walker, History,
Spirit and Experience. Hegel’s Conception of the History task of Philosophy in
his Age, P. Lang Verlag, Frankfurt a. M., 1995; K. Gley, “Hegel und das
Ende der Geschichte und kein Ende”, Hegel-Jahrbuch,
1996, 21-32; H. von Erp, “Hegel’s Philosophy and the End of History”, Hegel-Jahrbuch, 1997, pp. 165-169.
Sobre el tema del desarrollo de la filosofía de la historia y su
desarrollo tras Hegel pueden versea modo de ejemplo, el libro clásico de J.
Thyssen, Geschichte der
Geschichtesphilosophie, Bouvier, Bonn, 1954; A. Sabatti, Hegel e il problema della filosofia como
Storia, Glaux, Napoli, 1957; P.E. Tillinghast, Approaches to history, selections in the philosophy of history from the
Greeks to Hegel, Prentice-Hall, Englewoods Cliffs, 1963; B. Croce, Saggio
sullo Hegel: seguito da altri scritti di storia della filosofia, Laterza
& Figli, Bari,1967; E. Cassirer, The Problem of Knowledge. Philosophy, Science and
History since Hegel, Yale University Press, New
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Frankfurt am Main, 1978; R. Sánchez Puentes, “Hegel y la historia como devenir
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